"Por favor, no trates de corregirme.
No soy un
fracasado. No te he pedido ninguna solución.
Cuando
tratas de corregirme, involuntariamente activas sentimientos profundos de
indignidad, vergüenza, fracaso, incluso de una duda mortal con respecto a mí
mismo.
No lo
soporto. Siento que debo cambiar para poder complacerte, que debo transformarme
sólo para poner fin a tu ansiedad, que debo mejorar para eliminar tu
resistencia hacia mi manera de ser.
Y sé que
no puedo hacer eso, y mucho menos con la urgencia que tienes, de todos modos.
Me pones en una situación imposible. Me siento sumamente impotente.
¡Sé que
tus intenciones son amorosas! Sé que realmente quieres ayudar. Quieres ser
útil. Quieres poner fin al dolor de la gente cada vez que lo ves.
Quieres
animar, despertar, proteger, educar, inspirar.
Realmente
crees que eres una persona positiva, compasiva, desinteresada, agradable,
buena, amable, pura, espiritual.
Pero
quiero que sepas, honestamente, amigo, me siento como un montón de mierda
cuando tratas de ‘amarme’ en esa forma tan anticuada. No siento que me estés
amando en absoluto. Todo lo contrario. Siento como si estuvieras tratando de
aliviar tu propia tensión a través de controlarme.
Bajo el
disfraz de ser ‘amable’ y ‘útil’ y ‘espiritual’, me siento sofocado, asfixiado,
rechazado, humillado y no amado.
¡Me
siento abandonado por tu amor! ¿Comprendes? Siento como si en realidad YO no te
importara, ¡aunque en la superficie parece que sí te importo! Pero muy en el
fondo siento como si estuvieras aferrado a una imagen de cómo debería ser yo.
Tu
imagen. ¡No la mía!
Aparenta
ser tu amor, pero se siente como tu violencia. ¿Me explico?
Sin
embargo, tan pronto como dejas de tratar de ‘ayudarme’, ¡te conviertes en la
mejor ayuda para mí!
¡Dejo de
intentar cambiar para complacerte! Me siento a salvo, respetado, tomado en
cuenta, honrado por lo que soy. Soy capaz de recurrir a mi propio poder. Puedo
confiar de nuevo en mí, tal y como tú estás confiando en mí. Me puedo relajar
profundamente.
Sin tu
presión, sin tu exigencia para que me abandone a mí mismo para ser diferente,
para sanarme, transformarme, iluminarme, despertar; sin tu exigencia para
componerme, ‘mejorarme’, soy capaz de verme con más claridad. Puedo descubrir
mis propia autoridad. Puedo tocar mi poderosa presencia. Me siento lo
suficientemente seguro como para permitir y expresar mis verdaderos sentimientos,
pensamientos, deseos, para apreciar mis propias percepciones. Ya no me siento
sofocado, una víctima, un niño pequeño ante tu experto adulto. El adulto audaz
en mí se eleva. Respiro más profundamente. Siento mis pies bien plantados en la
tierra. Una amorosa atención imbuye mi experiencia, incluso lo que se siente
incómodo.
Mis
sentidos se sienten mucho más despiertos. Energías sanadoras emergen desde lo
más profundo. Me siento ligero, libre, despojado de tu miedo.
Me siento
respetado, no avergonzado. Visto, no comparado con ninguna imagen.
¡Me
ayudas tanto cuando dejas de tratar de ayudarme, amigo! Yo necesito mis propias
respuestas, mi propia verdad, no la tuya. Quiero un amigo, presente y real, no
un experto o un salvador.
Y, ¿te
has dado cuenta que cuando estás tratando de salvarme, en realidad te estás
abandonando a ti mismo? Estás huyendo de tu propio desagrado, de tu propio
potencial aun no sentido, para enfocarte en el mío. Yo me convierto en tu mayor
distracción. Ya no quiero ser eso para ti, nunca más.
¡Rompamos
juntos este ciclo! Dejemos de tratar de corregirnos o salvarnos los unos a los
otros.
Mejor
amémonos mutuamente. Honrémonos los unos a los otros. Respetémonos. Apoyémonos.
Tal y como somos. Como realmente, realmente, realmente somos.”
Fuente:
Jeff Foster.
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