Nada como
las relaciones puede hacerte despertar a quien realmente eres, de eso no hay
duda.
Cuando nos
damos cuenta de que las relaciones íntimas siempre van a hacer que afloren las
olas que hemos rechazado, las olas que no amamos, una respuesta posible sería
decir: «No quiero experimentar esas olas. ¡Voy a evitar por completo todo tipo
de relación! Voy a hacerme asceta espiritual; me voy a ir a vivir a una cueva
de algún lugar lejano y a mantenerme apartado de la gente. Voy a hacerme
célibe, a reprimir los sentimientos más íntimos; voy a desconectarme del resto
de la gente, porque la gente me hace sufrir, y no quiero sufrir». Lo que sucede
es que evitar la relación se convierte en realidad en otro tipo de relación:
una en la que te aíslas de los demás, probablemente porque no quieres que te
hagan enfrentarte a esos aspectos de ti mismo que no has permitido y aceptado
en tu vida. Pero la relación no-relación es, qué duda cabe, una relación. Es
una postura que adoptas ante los demás, una manera de relacionarte con ellos
que probablemente nazca del miedo al rechazo.
Así que,
al final, las relaciones no se pueden evitar. Siempre te relacionas con los
demás y con el mundo, tanto si te gusta como si no. Siempre estás vinculado con
todo: el sol, el mar, los árboles, el cielo, los animales, los pensamientos,
los sentimientos, los sonidos, los olores, las sillas, las mesas, otras
personas… Eres el mundo, y el mundo eres tú, como decía Krishnamurti. Eres la
nada que permite que todo sea.
(Jeff
Foster de su Libro La mas profunda Aceptación).
No hay comentarios:
Publicar un comentario