LA FUERZA
INSPIRADORA DE BABAJI
Este
hombre enseñaba con su presencia y su modo de vida. No necesitaba de palabras,
aunque mantuve con él inspiradoras conversacions a pocos metros del contaminado
Ganges a su paso por la santa Benarés.
Este
hombre lo decía todo con sus elocuentes silencios y con su mirada de infintud.
Este hombre era Babaji Sibananda, un gran ser, sobre todo por su humildad, su
paciencia y su desapego. Él hacía verdad aquello de que nada hay tan elocuente como el silencio. Su
sentido del humor era contagioso; sentarse a su lado era sentirse confortado y
contento.
Me
entregó en un cuadernito de hule con pastas rojas sus más reveladores
pensamientos, que han aparecido en un libro titulado EL MISTERIO DEL PLANETA (
Editorial Ela). Desencarnó poco más de un mes después que lo hiciera mi hermano
Miguel Ángel y recibí la noticia por teléfono de mi buena amiga Cristina
Lázaro.
Dos
perdidas de seres muy amados en pocas semanas. El gran periodista y alma de
místico, Jesús Fonseca, escribió una sentida gacetilla sobre mi hermano Miguel
Ángel titulada “Pasó por la vida haciendo el bien”, aplicable también a Babaji
Sibananda.
Ninguno
de los dos temía la muerte, como buenos guerreros espirituales que eran. No
llegaron a conocerse en este plano, pero de haber otro supramundano, seguro que
ahí se han conocido y han hecho una inmensa amistad, realimentada por el
magnífico sentido del humor del que ambos hacían gala y de la bondad de corazón
que a ambos impregnaba.
Babaji
era dueño de una personalidad extraordinaria, y sabía lo mismo estar sin estar
que ser de todos y de nadie en demasía. Muchos pasaban por su lado sin ser
capaces de valorarle e incluso se permitían con él bromas de muy mal gusto o
aleccioanarle en un lenguaje cheli, abusando
de su ´prístina inocencia y su información completa sobre el castellano. Era
ductil y a la vez firme.
Descubrí
en él que tenía una gran devoción por la Shakti o Energía Cósmica, igual que
Ramakrishna declaraba: “A lo que otros llaman Dios yo prefiero llamarle Madre”.
No dejaba de recordarme: “El camino más directo hacia el Ser es la meditación”.
Sus consejos siempre me servían de recordario y despertador: “Ramiro, haz yoga,
medita, estáte tranquilo, no te alteres nunca”. A veces fijaba intensamentre sus hermosos
ojos en los míos y aseveraba: “Aunque no entendamos nada, debemos saber que lo
esencial de esta vida es la ayuda a los demás y conseguir la paz interior”.
Vivía
conectado con el presente, abierto a cada momento, sabiendo asir y soltar, comportándose
de una forma muy natural y a veces, cuando lo creía oportuno, contestando a los
que le preguntaban de un escurridizo modo zen. Se ganaba la simpatía de la
mayoría de las personas, porque no tenía aristas, pero cuando llegaba el caso
sabía ser muy firme, a pesar de su lamativo sentido del humor. Era muy crítico,
desde le cuanimidad, con los falsos gurus de masas, que solo pensaban en fundar
ashrams y pasearse pavoneándose por el mundo.
Muchas
veces me dijo: “Los auténticos yoguis siguen estando en sus cuegas o en los
bosques, y no se dejan ver. No necesitan ir a buscar discípulos, como la flor
no tiene que prseguir a la abeja”. Por encima de todo valoraba el amor
incondicional, si bien, como era un místico muy realista (con la cabeza
conectada con lo Alto pero los pies bien puuestos sobre el suelo), se lamentaba
diciendo: “El amor es una preciosa orquidea que está en muy pocos jardines”.
Tambien me recordaba: “Lo más importante para un yogui es la fuerza interior”.
Y su fuerza, innegable, siempre me ha inspirado, aun en los días más difíciles
o en las situaciones más complejas.
En el
centro de yoga tenemos muchas fotografías de Babaji y los alumnos se quedan
fascinados con esos ojos abismales que nos hacen entrar, como por un ojo de
buey, al infinito.
Ramiro Calle
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