Un equipo internacional de
investigadores ha descubierto un nuevo exoplaneta con una estructura similar a
la de Mercurio, lo que permitirá profundizar en el origen y evolución de este
planeta rocoso, hasta ahora el cuerpo celeste más enigmático del Sistema Solar.
K2-229b es el cuerpo principal de un
sistema planetario en el que hay otros dos planetas más exteriores (K2-229c y
K-229d) y una estrella de tipo solar -K2-229-, alrededor de la cual orbitan.
La investigación cuenta con la
participación del español David Barrado, del Centro de Astrobiología, un
instituto mixto constituido por la agencia espacial española (INTA) y el
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
K2-229b orbita a escasa distancia de
su estrella, por lo que está «abrasado» por la irradiación, y es más del doble
de masivo que la Tierra, de un tamaño similar a ésta y con una densidad mucho
más alta, según precisa Barrado.
La Tierra, Venus y Marte son muy
parecidos en cuanto a estructura y distribución de núcleo y manto: los tres
tienen un núcleo metálico que supone aproximadamente el 30% de sus masas y un
manto de silicato que alcanza el 70% restante. Sin embargo, en el caso de
Mercurio, el planeta rocoso restante del Sistema Solar, esta proporción se da
al revés, al igual que ocurre con el exoplaneta ahora descubierto.
Las investigaciones que han tratado
de explicar esta disparidad y por qué la composición de Mercurio es tan rica en
metales plantean que o bien el planeta se formó desde el inicio con esa
composición tan peculiar, o bien que su composición ha ido evolucionando como
consecuencia de la pérdida de parte de su manto por la colisión de un asteroide
de gran tamaño contra el planeta.
La mayoría de los más de 3.500
exoplanetas identificados hasta ahora son gigantes gaseosos, ya que éstos son
más grandes y más fáciles de descubrir, pero los investigadores intuyen que
existe un gran número de planetas rocosos. Para Barrado, K2-229b es un
exoplaneta «muy peculiar» que ofrece «evidencias bastante interesantes» de cómo
se pueden formar este tipo de cuerpos, por lo que la importancia de su hallazgo
radica en su capacidad para explicar cómo se formó Mercurio y su posterior
evolución.
El sistema K2-229 fue detectado con
el observatorio espacial Kepler mediante el método de tránsitos planetarios
(ocultaciones similares a los eclipses). Después, gracias a las observaciones
realizadas con instrumentación en tierra, concretamente el espectrógrafo HARPS
del Observatorio Austral Europeo (ESO) localizado en La Silla (Chile), los
investigadores han podido confirmar la naturaleza planetaria de los tres
objetos detectados.
Fuente: Mindalia
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