El
borde de la sombra nunca está en el borde.
El
momento para contemplar el final
es
antes del final.
A
este año le quedan cinco días.
Habrá
un final. Y habrá un nuevo comienzo.
Eso
es el Tao.
Si
observas un florero cerca de la ventana y examinas qué lo hace parecer redondo,
verás
una sombra. Es el borde de la sombra. Es la sombra más oscura en esa cara. No
está
nunca en el borde: la principal fuente de luz alcanza el florero de un lado, y
la
luz reflejada viene del otro.
Del
mismo modo en que el borde de la sombra que establece la redondez de un objeto
ante
nuestros ojos nunca está en el borde, también así deberíamos considerar los
límites
y los finales antes de alcanzarlos. No podemos estar sin límites y finales.
Le
dan definición a nuestros esfuerzos. Pero si hemos de sacarles provecho,
tenemos
que
planear cómo los enfrentaremos. Para quienes siguen el Tao, aquellos que pueden
acomodar
los finales con gracia
están
entre los más admirados.
En
el pasado, emperadores, escolásticos, santos,
y otros en completa sintonía consigo mismos,
podían
conocer el momento de sus muertes.
Mientras
estaban todavía vitales,
escribían
poemas de despedida.
Tales
personas sabían cómo considerar
Los
finales antes de alcanzarlos.
Por
eso no habían remordimientos
ni
persistentes ramificaciones
una
vez que partían.
La
pureza del próximo ciclo estaba asegurada.
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