Porque
lo que tú eres, también lo soy yo. Todo lo que eres en el espectro de tu ser,
yo soy, pues yo soy el espectro desde el cual contemplas y creas tus ilusiones.
El Yo Soy que yo soy, es amor que trasciende la expresión común aquí, ya que no
tiene condiciones ni obligaciones. Yo te amo simplemente por lo que eres,
porque quien tú eres, cualquiera que sea tu expresión, es el Padre que yo amo
tan profundamente.
Ahora,
deseo hablarte sobre lo que tú percibes como tus equívocos y fracasos.
Al
crear el hombre la noción de lo bueno y lo malo, lo perfecto y lo imperfecto,
también ha creado las trampas llamadas culpabilidad y remordimiento que han
hecho siempre tan difícil progresar en la vida. Pero yo te digo: cualquier cosa
que hayas hecho -a través de la virtud de tus muchas vidas en este plano- nunca
ha sido mala, ni tampoco buena. Ha sido simplemente una experiencia de la vida
que te ha ayudado a llegar a ser quien eres ahora, y eso es, en verdad, la cosa
más preciosa y maravillosa. Porque tú eres en este ahora, lo más grandioso que
has sido nunca desde que empezaste este camino extraordinario, ya que tu
sabiduría es mayor de lo que nunca ha sido.
Todo
lo que tú has hecho, yo también lo hice. Y cada uno de tus errores, yo cometí
los mismos. Y todo aquello que has juzgado en ti por carecer de fuerza y
virtud, yo también lo juzgué. Pero yo nunca habría conocido la fuerza de mi ser
si no hubiera conocido mi debilidad. Nunca habría amado la vida si no la
hubiera visto desprenderse de mí. Y nunca habría sido capaz de abrazaros a
todos vosotros si no hubiera despreciado la crueldad del hombre.
Cualquier
cosa que hayas hecho, por vil o miserable que haya sido, la hiciste simplemente
con el fin de crear un aprendizaje para ti mismo. Y a lo largo de ese
aprendizaje te has dañado, dolido, entristecido, y te has degradado a ti mismo
y, sin embargo, te has elevado por encima de ello, porque aquí estás ahora,
dispuesto a conocer y abrazar la belleza que tú eres.
Todos
aquellos en lo que sientas que has fallado o hecho algo malo, deseo que
observes lo siguiente:
Desde
el momento de tu nacimiento, tú y tus amados hermanos emprendisteis una gran
aventura hacia el entendimiento emocional de todo el pensamiento; pensamiento a
pensamiento. Tu alma fue creada para almacenar la emoción de cada pensamiento
-cada dimensión de Dios- que aceptaste a través del Dios o espíritu de tu ser.
Cada pensamiento que aceptaste y sentiste en tu alma, pero que aún tengas que
entender completamente, tu alma te presionará a experimentarlo. ¿Para qué? Para
obtener el entendimiento emocional completo de todos los aspectos de ese
pensamiento, visto sólo a través de la virtud de la experiencia, que es la
virtud llamada vida.
Has
sido impulsado a lo largo de la eternidad a evolucionar y a extender la vida
hasta la creatividad, y a experimentar cada manifestación de esa creatividad,
desde el pensamiento hasta la luz, hasta la materia, hasta la forma y otra vez
de vuelta hasta el pensamiento; desde el amor y la alegría, hasta la envidia,
el odio y la tristeza, y de nuevo a la alegría. Tu alma te ha impulsado de
experiencia en experiencia, de aventura en aventura, para poder realizarse a sí
misma con el entendimiento completo de cada forma de pensamiento -cada actitud,
cada emoción- para que así puedas conocer y entender la totalidad del
pensamiento, que es la totalidad de Dios, la totalidad del Yo.
Tu
alma anhela todo aquello que no ha experimentado. Cuando tu alma anhela una
experiencia, ello significa que necesita información emocional sobre esa
experiencia. Por eso, tu alma creará un sentimiento -llamado deseo- que cautiva
la totalidad de tu ser y te impulsa hacia una aventura, una experiencia.
Entonces, cuando la experiencia ha terminado y las emociones se calman, has obtenido,
gracias a esa experiencia, un tesoro mucho más valioso que todo el oro de este
plano, te ha hecho avanzar hasta la sabiduría; lo cual indica que tu alma dice
que ya nunca más tendrás que experimentar eso otra vez, pues has adquirido todo
el entendimiento de ello. Entonces, tu alma perseguirá otro anhelo, y serás
impulsado a hacer otras cosas, porque lo necesitas, lo quieres, porque el fuego
dentro de ti te impulsa a experimentar toda la vida.Ahora, ¿piensas que alguna
vez te aventuraste a experimentar algo sabiendo que te haría daño o que ibas a
fracasar? No. Siempre te has embarcado en cada aventura con gran curiosidad,
interés y placer. Y aunque al principio el resultado era un tanto incierto, la
emprendiste simplemente porque nunca lo habías hecho antes. La experiencia era
nueva y excitante y querías aprender de ella. Y aunque la aventura pudo causar
dolor, eso te ayudó a comprender la emoción llamada «dolor», lo que aumentó tu
entendimiento de la vida. Así pues, esa experiencia tuvo un propósito en tu
vida. Luego te embarcaste en la siguiente aventura que tu alma te impulsó a
experimentar, para vivir otra aventura en la emoción y el entendimiento. Y eso
te proporcionó más felicidad y realización en tu alma.
Cada
cosa que haces, en el preciso instante en que la estás realizando, sabes en tu
alma que la experiencia es buena para ti. Es sólo después de haber
experimentado la aventura, y los sentimientos derivados de ella se han
transformado en sabiduría, cuando averiguas que quizás lo hubieras podido hacer
mejor o de otra forma. Pero nunca habrías sabido que había un mejor camino si
no te hubieras embarcado primero en la experiencia y obtenido de ella la joya
de la sabiduría. ¿Y debe alguien ser juzgado por eso? No, porque eso se llama
inocencia, y también educación.
El
fracaso es una realidad sólo para aquellos que creen en él. Pero nadie
realmente fracasa en la vida. Jamás. A pesar de cada cosa que hayas hecho, ya
sea miserable, despreciable o a escondidas -que realmente no lo es-, sigues
vivo, y eso es algo milagroso. Fracasar significaría detenerse, sin embargo,
nada puede parar, porque la vida es siempre continua; avanza a cada momento.
Por eso, nunca puedes permanecer estancado o retroceder en la vida, ya que cada
momento de la expansión continua de la vida siempre trae más y mayor
entendimiento.
Tú
nunca has fracasado. Siempre has aprendido. ¿Cómo podrías saber lo que es la
felicidad si nunca has sido infeliz? ¿Cómo sabes cuál es tu meta sino una vez
que la alcanzaste y te diste cuenta de que era un color diferente del que
habías imaginado?
Tú
nunca has cometido ningún error. Jamás. Nunca has hecho nada malo. De qué te
sientes culpable? Todas tus equivocaciones, tus fracasos y tus errores son lo
que se llama, apropiadamente, «pasos hacia Dios», paso a paso. Y sólo has
llegado a saber todo lo que ahora sabes a través de haber dado todos los pasos.
Nunca
te sientas culpable de aprender. Nunca te sientas culpable de saber. Eso se
llama iluminación. Debes entender que has hecho lo que necesitabas hacer; todo
fue necesario. Y tomaste todas las decisiones acertadas, todas. Tú vivirás
mañana y también el bendito día que le seguirá, y todos los siguientes. Y lo
que descubrirás en esos días es que sabes más de lo que sabes hoy. Sin embargo,
el día de hoy no es un error; te guiará hasta la eternidad.
Tú
tienes la opción de crear tu sueño de cualquier manera que elijas.
Pero
como quiera que lo crees, para tu propio entendimiento emocional, estás
añadiendo algo a la totalidad de la conciencia en todas partes; nunca le
quitas, nunca puedes quitarle. Cada aventura que emprendes felizmente añade
algo al fervor e intensidad de la vida. Cada pensamiento que abrazas, cada
ilusión que experimentas, cada descubrimiento que haces, cada cosa vil y
miserable que haces amplía tu entendimiento, que a su vez alimenta y amplía la
con ciencia de toda la humanidad y expande la mente de Dios.
Si
piensas que has fracasado en la vida o hecho algo equivocado, disminuyes tu
capacidad de percibir tu propia grandeza interna y externa, y tu importancia
para la totalidad de la vida. Nunca desees suprimir nada de tu pasado -ni una
sola cosa- porque la ficción de todas tus experiencias, sublimes o
desgraciadas, ha producido dentro de tu alma las magníficas y hermosas perlas
de la sabiduría. Esto quiere decir que ya nunca tienes que volver a soñar esos
sueños, ni crear esos juegos, o experimentar esas experiencias, pues ya las has
experimentado y sabes lo que se siente, tienes en tu alma su información; se
llama sentimientos, el tesoro más auténtico de la vida.
Yo
estoy aquí para decirte que se te ama incluso más allá de lo que entiendes que
es el amor, pues siempre se te ha visto como un Dios que lucha por entenderse a
sí mismo. Y de cada experiencia de todas tus vidas, has adquirido conocimiento,
sabiduría; has dado algo al mundo, has añadido algo a la virtud de la vida que
se despliega.
Tu
vida ha sido un maravilloso espectáculo del fuego que vive dentro de ti.
Debería ser contemplada con reverencia, santidad y divinidad. Porque sin
importar lo que hagas, siempre eres Dios. Sin importar la máscara que lleves,
eres Dios. No importa qué tipo de relación estés experimentando, sigues siendo
Dios.
Tú
eres merecedor de las aventuras de esta vida, de cada una de ellas. Y más aún,
eres merecedor de las espléndidas aventuras que todavía te esperan. Pero nunca
te convertirás en el Yo Soy ni entrarás por las puertas de la eternidad hasta
que te des cuenta de que todo lo que has hecho, lo has hecho simplemente para
adquirir la comprensión del Dios que eres, que se demuestra aquí y ahora por la
virtud de todas tus experiencias sobre la plataforma llamada vida.
Así
que tú, que llevas un abrumador bagaje de cargas sobre tus espaldas, si eso te
hace feliz, que así sea. Pero si has aprendido todo lo que se puede aprender de
ellas y estás cansado de ellas, deshazte de ellas. ¿Cómo? Amándolas,
abrazándolas y permitiéndoles vivir en tu ser. Cuando hayas hecho eso, no te
retendrán nunca más. Y a partir de ahí, la maravilla de la vida puede verse con
ojos claros, el amor puede sentirse sin juzgarlo, y la alegría de ser se
convierte en el poder del saber interior ilimitado.
Abraza
tu vida. Sabe que eres divino y que la fuerza de tu ser está ahí gracias a todo
lo que has hecho. Termina con la culpabilidad. Termina con la farsa de la pena
por uno mismo. Deja de poner cargas sobre ti mismo. Deja de echarle la culpa a
los demás. Toma las riendas. Te pertenece.
Ahora,
¿qué ocurre cuando has abrazado todo lo que has juzgado, amado todo lo que has
despreciado, vivido todas tus ilusiones y perseguido todos tus sueños? Puedes
mirar a otros que están experimentando estas mismas cosas para su aprendizaje,
y puedes entenderlos y sentir compasión por ellos. Entonces, puedes amarlos
como el Padre te ama y permitirles la virtud de las experiencias de sus propias
vidas. Entonces te conviertes en lo que tú llamas un santo.
¿Cómo
crees que llegas a ser un santo? Ciertamente no absteniéndote de la vida, ni
escondiéndote en una cueva o un templo quemando incienso, o sentándote en lo
alto de una montaña contemplando Dios sabe qué. Te conviertes en santo sólo
viviendo la vida -que es el Padre- y experimentándola hasta sus límites, para
que la virtud de la sabiduría culmine en una entidad capaz de abrazar la
totalidad de la humanidad y amarla.
La
única manera de conocer y convertirse en Dios es vivir y abrazar la vida
plenamente, experimentar todas las situaciones, sentir todas las emociones,
realizar cada acto, sea sublime o miserable, para que tu alma posea la
sabiduría de toda la vida dentro de sí.
Nunca sabes lo que sufre el rey hasta que eres
un
rey.
Y el rey nunca conoce la humildad de su sirviente hasta que se convierte en un
sirviente. Y la mujer piadosa no conoce la miseria de la concubina hasta que se
convierte en ella. Y la concubina no conoce el juicio de la mujer casta hasta
que lo es.
Por
eso, el camino hacia una vida virtuosa lo abarca todo. Incluye cada personaje,
cada situación ilusoria creada dentro de la conciencia del hombre. Por eso, las
entidades más nobles y más sabias han vivido cada situación creada por las
aventuras de la humanidad. Ellos han sido la prostituta y el sacerdote, el gurú
y el granjero, el asesino y la víctima, el conquistador y el conquistado, el
padre y el hijo.
Ves,
sólo condenas en los demás lo que no puedes aceptar en ti mismo. Si has vivido
todas las situaciones y encontrado paz en ellas, entonces es fácil entender a
otros y permitirles ser, sin juzgarlos, porque tú has sido ellos, y sabes que
si los juzgas a ellos te estás juzgando a ti mismo. Entonces adquieres la
virtud de la verdadera compasión, y las profundidades del amor existirán dentro
de tu alma. Entonces serás, en verdad, un Cristo, porque entiendes, amas y
perdonas a tus amados hermanos en sus limitaciones.
Amar
al Padre en su totalidad, ser su totalidad, es amar todo lo que él es.
Y
esos amados hermanos a tu alrededor son todo lo que él es. No importa cuál sea
su aspecto, ellos son Dios en su realidad así como tú lo eres en la tuya. Y
cuando hayas vivido toda su gloria, todas sus luchas, toda su tristeza y toda
su alegría, entonces puedes abrazar a Dios visto en toda la gente. Entonces
puedes amarlos. Eso no quiere decir que debas predicarles o socorrerlos.
Simplemente déjalos ser y permíteles evolucionar de acuerdo con sus propias
necesidades y designios. Hay aquellos cuyo destino es ser señores de la guerra,
sacerdotes o gente en el mercado, porque eso es lo que necesitan y quieren
hacer. ¿Quién eres tú para quitarles eso?
Cada
uno en este mundo -ya sea un hambriento, un lisiado, un granjero o un rey- ha
elegido su experiencia con el propósito de aprender de ella. Sólo cuando haya
aprendido de ella y esté satisfecho con ella, pasará a otra experiencia, que le
brindará una comprensión aún mayor de su Yo más profundo.
Cuando
te conviertes en un maestro, puedes caminar entre el lodo y las tinieblas de la
conciencia limitada y conservar tu totalidad, porque entiendes a las grandes
masas y el por qué de su manera de ser, pues una vez tú fuiste así. Les
permitirás la libertad de ser limitados -y eso es amor verdadero porque sabes
que esa es la única manera como pueden aprender a tener un entendimiento
ilimitado y a amarse unos a otros, lo cual es, de hecho, amarse a sí mismos
totalmente. Y cuando veas la cara de otro en la muchedumbre -sin importar su
color, limpieza o apariencia- mirarás a la entidad y verás a Dios en él, porque
si miras lo bastante cerca encontrarás a Dios en cada uno. Entonces amas como
el Padre ama; ves lo que él ve, no sólo en ti, sino en todos los demás. Cuando
puedes mirar a todos y ver la belleza que son, estás en el camino que asciende
de este plano hasta un espacio más amplio donde existen muchas moradas. Pero
las puertas están cerradas para aquél que no puede aceptarse plenamente a sí
mismo y al Dios que vive en toda la vida a su alrededor.
Cuando
sitúes a la gente en el lugar donde pertenecen, en su Dios-fuente, sabiendo que
sin importar lo que hagan, están viviendo para el Dios dentro de sí mismos -así
como tú vives para el Dios dentro de ti- entonces puedes aprender a amar a toda
la gente. Cualquiera que sea su expresión, ahora puedes, por primera vez en tu
existencia, amarlos verdaderamente, pues tu amor no está gobernado o
restringido por el juicio. Y así es en verdad, como es un Cristo -el hombre que
vive como Dios- dentro de su ser.
¿Cuál
es tu camino en la vida? Seguir siempre tus sentimientos, escuchar a los
sentimientos de tu alma y lanzarte a vivir las aventuras que tu alma te impulse
a experimentar. Tu alma, si la escuchas, te dirá lo que necesitas experimentar.
Si te sientes aburrido o no tienes deseo de hacer algo, ello significa que ya
lo has experimentado, que has adquirido la sabiduría de esa aventura. Pero si
quieres hacer algo, esa urgencia dentro de tu alma significa que debes vivir la
experiencia y su virtud. Si te abstienes de ella, sólo estás posponiendo la
experiencia hasta otro momento y otra existencia.
Vive
la verdad de lo que sientas dentro y ama a quien está sintiéndolo. Entiende que
el sentimiento debe ser expresado y satisfecho. Cuando quieras hacer algo, sin
importar lo que sea, no es sabio ir en contra de ese sentimiento, pues hay una
experiencia esperándote y una gran aventura que hará tu vida más dulce. Si
escuchas a tus sentimientos, siempre estarás haciendo lo más apropiado para la
evolución de tu hermoso ser hacia la sabiduría profunda. Es cuando vas en
contra de tus sentimientos cuando sufres la enfermedad, la neurosis y la
desesperación.
Sigue
a tu corazón, a tus sueños, a tus deseos. Haz lo que tu alma te pida que hagas,
no importa lo que sea, y hazlo hasta el final; entonces continuarás con otra
aventura. Nunca serás juzgado a menos que aceptes los juicios de aquellos a tu
alrededor. Y si aceptas su juicio, es únicamente tu voluntad hacer eso por la
experiencia.
Llegará
un momento, en esta vida o en las próximas, en el que habrás alcanzado ese
punto donde ya no tienes el deseo de hacer esto o aquello, sino simplemente
«ser». Nunca más maldecirás o juzgarás a la prostituta, al ladrón, al asesino o
al país que está en guerra. Habrás vivido todas esas cosas y sabrás lo que se
siente al serlas. Estarás tan completo con las experiencias de este plano, que
ya no habrá nada que te arrastre otra vez aquí para experimentar. Entonces
partirás hacia nuevas aventuras en planos superiores de existencia.
Cuando
contemples lo que te acabo de decir, percibirás y entenderás un valor en ti
mismo que es la demostración intencional del Dios poderoso, el fuego y la vida
que tú eres. También entenderás que cualquier dirección que tomes en la vida,
ese va a ser el camino hacia tu iluminación. Y por cada aventura a lo largo del
camino, obtendrás una percepción mayor del misterio que eres. Llegarás a amar
lo que eres, a acariciarlo y a pulirlo, hasta que la luz de tu ser pueda
competir con la gran Luz del firmamento y la paz de tu ser pueda competir con
la medianoche, cuando todo está tranquilo en la Tierra. Nunca más te negarás a
ti mismo. Nunca alterarás lo que eres, ni juzgarás lo que eres. Permitirás
aquello que has de ser.
Cuando
amas lo que eres, puedes decir con gracia, dignidad y poder humilde: «Amo al
Padre inmensamente, porque el Padre y yo somos uno. Y amo lo que soy
inmensamente, porque el Yo Soy que yo soy es la esencia de todo lo que es».
Entonces estás en armonía con el flujo de la vida. Eres un maestro que camina
sobre este plano. Eres el Cristo resucitado, el Cristo que ha despertado. Eres
una luz para el mundo. Sin embargo, no podrás convertirte en eso hasta que ames
y abraces todo lo que has hecho y te des cuenta de que todo fue por el bien de
tu vida, porque ello te ha transformado en la magnífica entidad que eres en
este día.
Te
he dado una gran enseñanza y lo he hecho de forma grandiosa, pues te libera del
karma, del pecado, del juicio y el castigo. Porque el Padre es amor. Y el Padre
carece de juicios, no es ni bueno ni malo, positivo o negativo. El Padre es
simplemente el Ser que es. Y ese Ser abarca a toda la gente, todos los actos,
todos los pensamientos y todas las emociones; todas las cosas. Si el Padre
pudiera juzgarte, ciertamente se estaría juzgando a sí mismo, pues tú y él son
uno mismo.
Así
que el amor de Dios llamado vida, siempre te ha sido dado. A pesar de todas tus
experiencias miserables, el sol aún sale y baila en los cielos. Las estaciones
aún vienen y van. Las aves silvestres aún vuelan hacia el cielo del norte. Y el
pájaro nocturno aún grita en la noche mientras tú cierras los postigos de tu
habitación. Es en la continuidad de todas estas cosas donde, si miras, te darás
cuenta del perdón y la eternidad que la vida siempre te ha concedido.
Deja
esta audiencia con un corazón alegre y lleno de amor, porque tus cargas han
dejado de serlo, tu redención es segura. Sabe que Dios te ama y siempre lo ha
hecho. Sabe que no eres ni malvado ni bueno. Sabe que no eres ni perfecto ni
imperfecto; que simplemente eres. Cuenta con el Padre en tu vida, porque él
siempre ha estado ahí. Y cuando contemples el amor piensa en mi... y el viento
surgirá de la nada.
Ramtha
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