Ya
no queda nada que pintar.
Lo
hemos visto todo desde lo clásico a lo absurdo.
Ya
no queda nada que escribir.
Son
tantos los libros triturados como los leídos.
Ya
no queda nada que cantar.
Lo
que alguna vez fue vanguardia ahora es música de fondo.
En
un mundo donde la expresión parece infructuosa, es difícil mantener la creatividad.
Pero
la creatividad es un impulso primario. Los hombres de las cavernas pintaron en
las paredes;
las
casas de todos tienen alguna imagen en
exposición.
Los escribas primitivos escribieron relatos de sus experiencias; la gente
todavía mantiene diarios. Los primeros chamanes
cantaron;
nosotros todavía vivimos con música.
No
podemos abandonar la expresión creativa
en
nuestra vida cotidiana, aunque parece difícil salir con algo nuevo.
La
única manera de tener una expresión fresca es ir profundamente adentro. En cierto
sentido, el extremo pluralismo de hoy en día elimina la obligación de hacer lo
mismo que los demás.
En
una época, los artistas, monjes, escritores, músicos y artesanos estaban
obligados hacia sus señores feudales. Hoy no estamos constreñidos
por
estándares jerárquicos. Somos libres p
ara
estar directamente en comunión con
nuestro
llamado interior.
Por
coincidencia, esto refleja un entendimiento más sofisticado de lo divino. Ya no
estamos en una posición de súplica con lo que es divino. Más bien, lo divino es
una cualidad de nuestro interior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario