Gatea
para comenzar.
Triunfa
para completar.
Renuncia
para marcharte.
¿Cuál
es la anatomía de cualquier fase de la vida? Primero viene una etapa de
aprendizaje
llena de torpe lucha por la maestría. Luego viene la fase de probarte a
ti
mismo en competencias. Finalmente, la elegante retirada del campo, puesto que
la
constante
competencia no es una forma de vida duradera.
La
competencia es siempre un problema espinoso. Cierto, te desafía a ser lo mejor
que
puedas ser. Cultivar una habilidad y no usarla es como aprender un idioma
extranjero
y nunca salir de tu casa. Si pensamos en ganar en el limitado sentido de
derrotar
a otros, caemos en un peligroso egotismo. El ganar puede pensarse como un
logro.
Por ejemplo, si aprendes a nadar, eso es ganarle a tu propia ignorancia y
pereza.
Si entras a una competencia y ganas, entonces no es ganarle a otros, sino
lograr
tu mejor marca. Los otros competidores son secundarios; es más importante el
que
tú sepas dónde te encuentras, el que consolides tu posición, y que busques
mayores
logros. Ese es el verdadero triunfo.
El
triunfo en las cantidades correctas es el mejor tónico para el alma. El triunfo
llevado
a los extremos corroe el alma. Una vez que hayas tenido tu cuota de
triunfos,
has de saber cuándo retirarte. Una vez que hayas alcanzado la cima,
renuncia
a la competencia. Luego comienza de nuevo. Ese es el secreto de moverse de
fase
en fase en la vida.
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