Como
actores en el tablado de las existencias efímeras, experimentamos nuestros
roles. Presenciamos situaciones y relaciones. Participamos, actuamos. Tenemos
percepciones y presunciones sobre el mundo que es nuestro escenario y sobre las
relaciones que establecemos.
Como
personajes, tenemos unos atributos propios, particulares, que conforman lo que
llamamos nuestro carácter o personalidad, y tenemos una base de datos peculiar
que denominamos nuestro conocimiento o nuestra mentalidad: un conjunto de
ideas, creencias y enfoques sobre el entorno, sobre los demás, sobre nosotros
mismos, que es lo que determina nuestros comportamientos, emociones, reacciones
e interpretaciones, a medida que
vamos armando y desarmando las tramas de nuestras vidas.
Experimentamos
nuestras relaciones y los sucesos en que nos involucramos, como dramas,
comedias o tragedias, según nuestra satisfacción y conveniencia o según nuestra
desilusión o afectación. Cada acto en alguna de estas tres categorías de teatro
tendrá su atmosfera, su decorado pertinente y sus protagonistas.
Vemos
nuestras existencias desde dos perspectivas:
1. Como una lucha. Por lo que podemos
ubicarnos a nosotros mismos expresando: “Aquí estoy, en la lucha”. Simbólicamente
nos representamos como adversarios, con
alguna disposición latente a la defensa o al ataque.
2. Como una correlación. Por lo que
podemos ubicarnos como participantes en una interacción donde representamos nuestras idiosincrasias y
elecciones. Tal vez nos ubiquemos expresando: “Aquí estoy en la jugada”.
Simbólicamente nos representamos como
ejecutantes de acciones que otros corresponderán según la ocasión y
según los contenidos de sus mentes.
Somos
seres vivos expuestos a lo imprevisible y a los cambios y opciones que nuestras
acciones y las de otros propician. Nuestras percepciones nos guían. Somos
sujetos reaccionando constantemente ante los eventos en que nos involucramos o
en que coincidimos.
Psicológicamente,
lo que sucede nos afecta ineludiblemente. Podemos responder desde uno de los
extremos de la dualidad resistiéndonos a las acciones de los demás y
considerándolas lesivas contra nuestra integridad cuando nos son desfavorables, o podemos
responder desde otro extremo sintiéndonos complacidos cuando nos parecen
provechosas y convenientes.
O podemos
liberarnos de la interpretación dual considerando los sucesos y las acciones de
otros como “lo que es”, sin calificarlos –ni bueno ni malo; ni negativo ni
positivo-.
Los
juicios que hacemos y las posiciones en que nos atrincheramos nos definen como
contendientes.
Como
adversarios, estamos expuestos a la adversidad y sus efectos.
Obviamente,
en los dramas de la vida asumimos en cada situación nuestros papeles, a veces con una pasión desmedida,
centrados en nuestras personalidades egoreferentes; otras veces, con actitudes
tolerantes y pacíficas, sin engancharnos en conflictos ni en pugnas, avanzando
prudentes y pacientes hacia las soluciones posibles o hacia la conciliación.
Según
como percibimos cada vivencia, elegimos opciones de acción a realizar.
Cada uno
de nosotros adopta unos ideales y unas
“realidades” subjetivas que plasmamos como fundamentales e indeclinables. Si
las fijamos, nos condicionamos a defenderlas vehementemente o a imponerlas a
otros.
La
decisión de disponernos a los cambios permite que nuestras mentes sean
flexibles, maleables, acogedoras. La rigidez nos torna autoreferentes,
fanáticos, intransigentes, pesados y lentos como una tortuga varada en un
lodazal.
Las
historias de vida de cada uno pueden ser exclusivas o excluyentes -demasiada
importancia personal y demasiados requisitos a los demás-. O pueden ser
integradoras, incluyentes, abiertas a la cooperación.
Nuestras
mentes pueden estar abiertas –optimistas y receptivas, confiadas en nuestra
capacidad de fluir inteligente y gratamente con los demás, o pueden estar
cerradas –recelosas, desconfiadas, hostiles, tormentosas, negadas a la armonía
y a la comprensión.
Podemos
mirar el mundo desde la perspectiva de nuestra memoria y archivos de tiempo
pasado, sombríos y pesimistas. O podemos mirar el mundo desde una posicion de
observadores atentos, que vemos como todo va cambiando y como cada transeúnte
se va ausentando una vez que hizo su debut y ya cumplida su temporada.
Hugo Betancur
(Colombia)
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