Cada uno de nosotros nos enfrentamos
en la vida con algún aspecto (interno o externo) que no nos gusta, que nos
gustaría que fuera distinto. Contrario a lo que podemos creer, para poder
transformarlo requerimos afrontarlo o aceptarlo. De alguna manera necesitamos
decirnos: “Sí, soy eso o estoy siendo eso”. Mientras hagamos como que ESO QUE
SOMOS no es tan así, difícilmente podremos transformarlo. Algunos estamos
esperando que suceda un milagro que haga que ese aspecto que no nos gusta
desaparezca, o peor aún, imaginamos que si no lo nombramos no existe. Esas
ilusiones nos imposibilitan la aceptación para la consecuente transformación.
Aceptar no implica que me guste, de
hecho, lo más seguro es que no; aceptar implica que doy cuenta de que eso es
así, lo enfrento, lo nombro, lo reconozco como real y de este momento es que
surge la maravillosa e increíble posibilidad para transformar ese algo, si eso
es lo que quiero. Trasformarlo antes de aceptarlo es realmente imposible:
Intenten adelgazar 10 kilos antes de decirse a ustedes mismos “Acepto que estoy
pasado de kilos”. O intenten rearmar una relación de pareja, sin haber aceptado
que no estaba funcionando. Es una misión imposible.
Ahora, ¿Qué nos hace tan difícil o
dolorosa la experiencia de aceptar? Esta declaración requiere que estemos
dispuestos a que muera algo nuestro, o algo en lo que somos o nos sentimos
parte. Lo que lo hace más difícil es que solemos tener más claro aquello que
necesariamente tiene que morir, y no tan claro aquello que podrá ser transformado
y por lo tanto, lo que puede nacer o renacer de ello. Hay que morir para vivir,
este parece ser el tránsito más medular para poder transformar. Como no vivimos
en esta creencia, nos cuesta aceptar. Estamos acostumbrados a que hay que vivir
para morir, lo cual es cierto, tanto así, como que requerimos morirnos para
vivir. Hemos sido informados de que la vida precede la muerte y con eso
buscamos desesperadamente que partes nuestras vivan, incluso que agonicen, sin
permitir que mueran, para dar paso a la vida de algo nuevo en mí.
Cabe destacar que cuando me refiero a
morirnos, no es textual, tiene que ver con la muerte de aquello que aprendimos
a ser o fuimos formados a ser. Para crear tenemos que aprender primero a
destruir. Una vez que transitamos esta “pequeña” muerte, comenzamos a ver y a
sentir las ganancias, lo que puede renacer, lo nuevo que se puede manifestar,
la forma en tránsito para convertirnos en eso que sí queremos ser.
La pregunta: ¿Qué necesitas aceptar
de ti, para poder transformarlo? podríamos hacerla de una manera sutilmente
distinta. Podemos preguntarnos: ¿A qué necesitas morirte de ti, para poder
transformarlo?.
Vale la pena el riesgo de dejar que
muera aquello que necesita morir en función de la transformación que queremos
producir en nuestras vidas.
Minerva Gebran
Hermosooooo.. me encanto!
ResponderEliminarUn texto que nos acompaña en el camino. Ayudando a "ver" mas claramente la importancia de terminar, de morir, a experiencias que se terminaron. Abrazos Prisci de mi corazon!!!
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