Viene
lluvia, y los pájaros-
Siluetas
contra el cielo nacarado-
Responden
excitados en canción.
Abren sus
gargantas al néctar del cielo,
Y riman
con las gotas.
Toda la
naturaleza es canto. A veces la canción está en clave menor, con tonos
púrpuras
que agitan el alma, desbordando el corazón con emociones contenidas. A
veces es
alegre, lleno de ricas melodías y grandiosos acordes que producen
eléctricos
estremecimientos. A veces desciende a modos extraños, cantos guturales y
oscuras
disonancias.
Depende
de cada uno de nosotros el cantar según sintamos que nos mueve el canto
general
de la vida. ¿Armonizamos con él? ¿Cantamos un contrapunto? ¿Emitimos
sonidos
discordantes a propósito?
Tal vez
un estudioso que se encuentra con el Tao por primera vez se esfuerce por
armonizar
con él, pero eso no es todo lo que hay para tener una relación con el
Tao. El
Tao nos da el fondo, las circunstancias amplias. Depende de nosotros el
coincidir
con él, ir en contra, o revolotear en ángulos oblicuos. No veas al Tao
como una
gran corriente inexorable en la cual flotamos como troncos muertos. ¿A qué
podría
llevarnos eso sino a un atolladero?
No,
seamos como los pájaros. Que cantan cuando el Tao les manda lluvia. Que saben
qué hacer
cuando llega el invierno. Que bordan el cielo con sus propias
trayectorias
únicas. Que cantarán un contrapunto cuando lo necesiten. Que cantarán
poesía
discordante cuando deba serlo y que rime cuando sea adecuado.
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