Aunque
la vida es un sueño,
Actúa
como si no lo fuera.
Actúa
sin peso.
Puede
que entiendas que la vida no es sino un sueño, pero eso no te libera de la
responsabilidad
de actuar. Este sueño puede no ser de tu propia creación, pero
igual
tienes que participar y operar dentro de los parámetros de la fantasía. Debes
convertirte
en el productor, director y actor de una obra teatral fantasmagórica.
De
lo contrario, estarás deambulando a la deriva.
La
meditación es despertar. Son pocos los que han adquirido la habilidad de estar
en
constante meditación. Por lo tanto, nos despertamos y soñamos, despertamos y
soñamos.
Los momentos de iluminación son como las veces en que los nadadores suben
por
aire. Obtienen una bocanada de vida, pero deben sumergirse una vez más. Todos
somos
nadadores en un mar de dolor, balanceándonos arriba y abajo entre las olas
hasta
nuestra liberación final.
La
dificultad inicial de la espiritualidad es una esquizofrenia entre el verdadero
entendimiento
y el dolor de la vida cotidiana. Nuestra iluminación choca con las
impurezas
externas. Por eso algunos novicios se retiran al aislamiento. Una vez que
las
personas obtienen verdadera comprensión, prescinden de esta división. Pueden
vivir
en este mundo y aún así no ser contaminados por él. Son los nadadores más
fuertes
y serenos de todos. Actúan, pero apenas perturban el agua. Externamente sus
acciones
no se diferencian de las acciones ordinarias, pero no dejan estela.
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