Llevo un
poco más de dos semanas en el valle sagrado y me quedaría corto este post para
contar todo lo que he vivido intensamente en este tiempo; sin embargo, siento
que hoy es un momento especial para contarte el inicio de esto que llamaba
sueño, en las faldas de este gran útero llamado Valle Sagrado.
Hoy
recordé profundamente una entrevista (que aún no cuelgo) con Gazú García acerca
de lo que llamamos espiritualidad. Hay algo que esas palabras tocaron en mi al
corroborar que eso que a veces llamo evolución espiritual es lo cotidiano, lo
simple y verdadero.
Hay una
puerta de amor que se abre en mi cuando recuerdo lo imperfecto que somos, lo
narcisos, lo arrogante, lo incongruente. Lo luminosos, expandidos y sedientos
de amor. Hay un silencio delicado que abraza lo que rechazo y que me recuerda
una y otra vez que eso que busco no está afuera.
Me dice
de frente que no hay respuestas que tener.
No hay
verdades.
No hay
propósitos.
Yo he
buscado miles de maneras de llegar a la verdad y hoy, con una mezcla de
tristeza y alegría me doy cuenta que esa verdad no existe.
La verdad
espiritual no existe.
Lo
espiritual es todo.
Es el
segundo a segundo de la propia vida desde las entrañas.
Desde lo
candente de las vísceras
Desde lo
amoroso del alma
Desde lo
tangible del cuerpo
Es el
plano donde confluyen todos los niveles, todas las almas, todas las emociones,
todos los momentos.
No
existen los actos espirituales per sé, ni el gremio espiritual, ni la movida
más evolutiva que me hace distinto a otro y me hace más espiritual.
Toda mi
vida, todos los minutos que transcienden a través de mí y de esta experiencia
es espiritual.
Todo
encuentro, toda caricia, todo abrazo es una la grandiosa oportunidad para
retornar a ese centro sagrado.
No existe
separación entre el otro y yo. Yo no soy mejor que tú. Tú no eres mejor que yo.
Eres tan
igual a mí. Somos dos gotas del mismo océano.
Somos
parte invisiblemente unida de esta gran red de la que no me sentía parte.
Cada
evento de la vida es la gran puerta a lo espiritual, a la conexión a nuestra
verdad más honesta. Y en esta búsqueda de conectarnos con los otros tenemos la
simple y maravillosa experiencia de coincidir, de dejar de vernos como
competencia para construir una fraternidad diferente.
Me quedo
con las palabras de Gazú: Todo es espiritual.
Siento
que la vida me entrega infinitas posibilidades de mirar y quizá desde mi
ceguera de la perfección y arrogancia no lo puedo ver; sin embargo, hay una
semilla en mi corazón que va creciendo fuerte en la creencia de que todos somos
iguales. Verdad que se va haciendo carne entre estos cerros hermosos que todo
lo fecundan.
Natalia Bullon
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