BAJA LA VELOCIDAD DE TU VIDA




Desde que me acuerdo, siempre me he caracterizado por ser altamente efectiva. Al menos eso siempre me dijeron.
En el colegio por ser una de las primeras de la clase, en la universidad por conseguir un buen puesto en el tercio superior y por supuesto en el trabajo. Las características que siempre resaltaban en mí eran la “organización”, “planificación” y “rapidez”. Por supuesto, me sentía muy orgullosa de mis “dones” y presta en los trabajos en equipo, siempre creía que yo debía dar el vistazo final para asegurarme que todo esté bien. Lo que yo hacía siempre estaba perfecto. En serio.
Años más tarde, tales características premiadas serían mis principales verdugos obstaculizando mis ganas de disfrutar la vida.

Hoy me acabo de dar cuenta que ya van a ser 6 meses de no trabajar. “No hago nada” respondo cuando me preguntan a qué me dedico en Urubamba. Nada para mí ha significado el mayor de mis retos. Tremendo trabajo donde he tenido que rendirme a mis propias creencias de lo que significa ser útil y productivo. Desde luchar con mis propias auto-exigencias y pensamientos “si no produces (trabajo) entonces probablemente te miren como menos” hasta saber cómo entretenerme todo el santo día conmigo misma. Ni el libro para pintar mandalas me salvaba. Sin mall, sin cines, sin internet, sin plata, en una ciudad nueva donde no conozco a nadie íntimamente, donde hay que crear lazos y amigos. Confieso que no hacer nada es un trabajo para valientes. 24/7 a tiempo completo para ti. Sin saberlo me vine al Valle Sagrado sólo por intuición a encontrarme más profundamente con esa niña inquieta que le cuesta calmarse. Que le cuesta no dejar de mover los pies. Si pues, el Valle tiene ese regalo que sin saber comenzaba a recibir. No hay muchas cosas para distraerte (hay bastante cerveza, pero mi cuerpo no aguanta más de dos) Y así sin anestesia todo recuerda en letras mayúsculas “Ahora vuelve a ti mismo, hay harto que mirar”.

Hoy, luego de correr me tiré en el jardín y comencé a mirar fijamente un gran árbol que está en Yucay. Aquí en el Valle hay mucha naturaleza como para dejarla de mirar y sorprenderse. Me pregunto cómo tanta belleza se pudo crear así repentinamente, cómo la naturaleza pudo crear seres tan perfectos y complejos. Cómo pudo crear tanta maravilla junta y a la vez tan distinta. Hice un stop y recordé que mi vida más que nunca tiene hoy un sentido más grande y una profunda felicidad. Después de tanta caída, tantos “deberías”, tantos “no es apropiado”, tantos “seguro es por mi culpa”, “hay que salir adelante”, “siempre hay que ser mejor” hoy creo que también hay tiempo para no ser lo que debería, para ser inapropiada, para no tener que salir adelante. Que hay permiso para también quedarse a mirar los pajarillos.
Por supuesto que el mayor enemigo que tenemos y la única piedra en el camino que tenemos es uno mismo. Si. Siempre tropezamos con la misma piedra como dice la canción porque somos nosotros mismos. Lo he comprobado en su totalidad. Mi auto-exigencia, premiada en el sistema clásico de productividad porque rendía sin supervisión y mi afán a que sea perfecto me hacía creer que siempre podría ser mejor. Tanto lo creí que mi vida personal también tenía ese tono. Siempre podría ser mejor. Estaba con Juanita tomando un café mirando el atardecer pero podría ser mejor si no hiciera tanto frío, estaba cenando delicioso en algún lugar nuevo pero si hubiese ese postre que imaginaba o si tuvieran el chocolate con leche de almendras sería maravilloso. Me encanta estar con este hombre pero si fuera de esta manera, sería mucho mejor. Si fuera así quizás sería más feliz. Siempre podía ser mejor.

Qué manera de arruinar lo que es. No es que ahora esté totalmente en el presente, pero digamos que veo claramente cómo me auto-saboteo.
Boicot con el momento que estoy viviendo, con la persona que tengo enfrente, con lo que estoy sintiendo.
Resistencia a lo que es.

Tanta es mi exigencia que se traslada incluso a algo que no puedo controlar: la vida misma. Y allí ya estamos hablando de niveles profesionales de Auto-exigencia (no es broma). Siento que uno de los riesgos de seguir este camino de la perfección es que va siendo cada vez más difícil amar las cosas simples, como el hecho de no tener nada material pero sentir que estamos completos.

Soltar la exigencia de ser la mejor, de tener un buen resultado para mí misma, renunciar al aplauso y a la felicitación de los demás ha sido el mejor remedio para el narcisismo que tuve que adoptar para sobresalir. Está de más decir que la sociedad colabora mucho con el exitismo estereotipado especialmente para una mujer. Renuncio y entrego todo eso que veo y que quiero de los demás para encontrarme a mí misma. Haciendo lo que necesito. Sin miedo. Porque sólo renunciando al anhelo infantil de que me vean he encontrado lo que realmente me hace bien a mí. Sin aplausos, sin críticas esperadas. Renuncio a todo lo que está fuera de mí para ser quien realmente soy.

Estoy orgullosa de mí misma. Después de 6 meses puedo decir que la prueba más difícil ha pasado. ¡Aprobada!.
Todos mis miedos amplificados en tantos momentos de soledad, todas mis creencias más limitantes han sido descubiertas. Me siento orgullosa de poder bancarme los silencios, los días enteros conmigo misma y mi neurosis. Orgullosa de ya no reaccionar tan rápido ante lo que me molesta y poder verme a través del otro. Emocionada de comenzar a ver al otro, en vez de ver lo que yo quiero ver.

Hacer un stop en nuestra agitada vida para conectar con la energía femenina de recibir y abrir los brazos ha sido vital en este viaje que comienzo. Para recibir la vida, el amor y los regalos que tienen para nosotros.

Para las mujeres: dejemos las bolas que nos hemos auto-colocado a un costado y descansemos plácidamente para mirar la vida. Dejemos por un momento de querer ser las mejores. Mejor mamá, mejor figura, mejor etc. No tenemos que luchar por nada. Ya siendo así, tal como somos, somos geniales. El descanso, ese que permite que la flor abra sus pétalos y reciba a los invitados para fecundar y dar vida, está dentro de nosotras mismas. Quizás es momento de dejar de creer que estamos en la guerra de los sexos y comenzar a conectar con la pausa. Pausa desde donde nace la creatividad y la vida.

Para los hombres: Me sorprende cuántos hombres van conectando cada vez más con su lado femenino. Actitud necesaria para conectar desde la cooperación en vez de la competencia, herencia que nos ha dejado este sistema patriarcal actual. La fuerza masculina abruma cuando viene acompañada de un movimiento que conecta, que cuida los vínculos más allá de la competencia, que reúne en vez de separar.

Por más epifanías en la naturaleza que nos transporten a lo esencial: Que todo nos es dado por el simple hecho de existir.

Sin condiciones, sin requerimientos.

Fuente: Aligerando mi Equipaje



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