WEN TZU – 155 LAO TSE DIJO:

 


Cuando Wen-tzu preguntó: ¿Por qué se conside­ran la humanidad, la justicia y la cortesía menores que la virtud del Camino?

 

Lao Tse dijo: Quienes practican voluntariamente la humanidad siempre la calculan en términos de aflic­ción y felicidad, quienes practican voluntariamente la justicia siempre la entienden en términos de tomar y dar. La propia aflicción y felicidad no puede extender­se a todos dentro de los cuatro mares; los bienes y el dinero de una tesorería exhausta no son suficientes para proveer a todo el pueblo.

 

Por ello, sabemos que es mejor practicar el Cami­no y poner en práctica su virtud. Basados en la natura­leza esencial del cielo y de la tierra, todos los seres se corrigen a sí mismos y todo el mundo se realiza. La humanidad y la justicia son dependientes y subsidia­rias. Por ello, las grandes personas viven mediante lo profundo y no mediante lo superficial.

 

En lo que respecta la cortesía, se trata de un embe­llecimiento de la sustancia. La humanidad es un efecto de la benevolencia. Por lo tanto, la cortesía debe ser regulada de acuerdo con los sentimientos humanos, de manera que no excedan lo que es sustancial. Humani­dad no significa derrochar caridad; despedirse de los muertos con sentimientos de aflicción puede ser llama­do humanidad.

 

Nutrir la vida no fuerza a la gente a hacer lo que no quiere hacer, ni les impide hacer lo que no pueden dejar de hacer. Cuando las evaluaciones de medida no dejan de tener en cuenta lo que es apropiado, la censu­ra y la alabanza no tienen modo alguno de surgir.

 

Así pues, de la composición de la música es sufi­ciente unir sentimientos de disfrute, no oír más allá de la armonía, comprender las proporciones del decres­cendo y del crescendo, dominar las medidas apropia­das de magnificencia y austeridad.

 

Las cosas no son así en las sociedades actuales. Las palabras y las acciones se oponen entre sí, los senti­mientos y las apariencias se contradicen recíprocamen­te. Las maneras corteses se embellecen hasta el punto del aburrimiento, la música es agitada hasta el punto de ser licenciosa, las costumbres están hundidas en la mundanidad, y la censura y la alabanza se acumulan en las cortes. Ésta es la razón por la que las personas reali­zadas abandonan estas cosas y no las utilizan.

 

Un hombre no puede correr más que un veloz caballo, pero si el caballo es enganchado a un carro no puede correr más que un hombre. Por ello, quienes se sirven del Camino con habilidad emplean los recursos de otra gente para cumplir sus tareas, usando lo que pueden hacer por lo que no pueden hacer.

 

Cuando los gobernantes le dejan tiempo, el pue­blo le paga de vuelta con bienes; cuando los gobernan­tes le tratan de manera cortés, irá hasta la muerte para corresponder. Por esta razón, cuando hay naciones en peligro, no hay gobernantes seguros; cuando hay gobernantes preocupados, no hay ministros felices.

 

Se honra a aquéllos cuya virtud excede su rango; se maldice a aquéllos cuyo salario excede su virtud. La nobleza de la virtud no implica engrandecimiento; un salario justo no es demasiado. Aquéllos que son enno­blecidos sin virtud están robando el rango, aquéllos que toman injustamente están robando la riqueza.

 

Los sabios están cómodos en la pobreza, disfrutan­do del Camino. No perjudican a la vida codiciando, y no se cargan a sí mismos con cosas materiales. Por ello, no se desvían de la justicia tomando lo que no merecen.

 

Antiguamente no se honraba a los que carecían de virtud, no se confiaban cargos oficiales a los que care­cían de capacidad, no se recompensaba a los que care­cían de mérito y no se castigaba a los que no habían hecho nada malo. Cuando se promovía a la gente, se hacía con cortesía; cuando se la despedía, se hacía con justicia. En la era de las personas cortas de mira, cuan­do se promovía a la gente era como si se la elevase a los cielos, y cuando se despedía a la gente era como si se la sumergiese en el abismo. Cuando hablamos de antaño, lo hacemos para criticar el presente.

 

Quienes pesan caballos dejan de lado a los flacos, quienes escogen hombres dejan de lado a los pobres. Cuando la despensa está llena de carnes ricas, nadie se preocupa de los huesos y del cartílago.

 

Las personas superiores miran en el interior de cada realidad y no creen las palabras calumniosas.

 

Cuando los gobernantes han errado, los ministros que no les amonestan no son leales, mientras que los gobernantes que no escuchan cuando son amonesta­dos no están iluminados. Los dirigentes que no se pre­ocupan cuando el pueblo está abatido no son inteli­gentes. Así, mantener el autocontrol hasta la muerte, incluso en las dificultades, es tarea de los servidores de la sociedad; vestir a los que tienen frío y alimentar a los que tienen hambre constituye la benevolencia de los buenos padres.

 

Cuando los grandes sirven a los pequeños a aque­llo se llama personas cambiantes; y a que los pequeños opriman a los grandes se llama rebelarse contra la Naturaleza. Aunque al principio puedan escalar los cie­los, más adelante caerán inevitablemente en el abismo. Esta es la razón por la que las aldeas no abandonan a las personas de edad aunque sean inútiles, mientras que las cortes tienen diferencias en la condición social de los rangos.

 

Quienes reverencian a los nobles lo hacen porque los consideran cercanos al gobernante. Quienes hon­ran a las personas de edad lo hacen porque los consi­deran cercanos a sus padres. Quienes respetan a sus mayores lo hacen porque los consideran cercanos a sus hermanos mayores.

 

Quienes han nacido dentro de la nobleza se vuel­ven arrogantes, quienes han nacido dentro de la rique­za se vuelven extravagantes. Por ello, la riqueza y la condición social no conducen a comprender el Cami­no. En efecto, pocos son quienes se vigilan a sí mismos y pueden evitar hacer algo erróneo.

 

Aprender sin cansarse es la manera de gobernarse a sí mismo. Enseñar sin cansarse es la manera de gobernar al pueblo. Pocos, en efecto, son quienes se unen a maestros sabios y buenos compañeros y aun así hacen cosas erróneas.

 

Conocer la bondad práctica se llama conocimien­to, amar la bondad práctica se llama humanidad, hon­rar la bondad práctica se llama justicia, respetar la bon­dad práctica se llama cortesía, y disfrutar de la bondad práctica se llama música.

 

En antiguos tiempos, quienes trabajaban con habi­lidad por el mundo no planeaban nada, pero nada quedaba sin hacer. Así, hay una manera de trabajar por el mundo: si averiguas cómo, hay realización sin esfuerzo; si no averiguas cómo, tus acciones serán ine­vitablemente infelices.

 

La manera en la que trabajar por el mundo se hace tan dubitativamente, es como si estuvieras atravesando un poderoso río en invierno; con cautela, como si tuvieras miedo de todo lo que te rodea; respetuosa­mente, como si fueras un invitado; sé tan ligero como si huyeras del hielo, tan puro como una persona sim­ple, tan opaco como si estuvieras sin decidirte, tan amplio como un valle. Así es como trabajar por el mundo.

 

Ser tan dubitativo como cruzar un poderoso río en invierno significa no actuar con presunción. Ser tan cauteloso como si tuvieras miedo de todo lo que te rodea significa andar con pies de plomo respecto a todo lo que es perjudicial. Ser tan respetuoso como si fueras un invitado significa ser humilde y tener una actitud de reverencia. Ser tan ligero como cuando huyes del hielo significa no arriesgarte a apilar tesoros. Ser tan puro como un bobalicón significa no arriesgar­te a hacer las cosas sin cuidado. Ser tan opaco como si estuvieras sin decidirte significa no presumir de clari­dad. Ser tan amplio como un valle significa no arries­garte a estar completamente lleno.

 

Quienes no avanzan de manera presuntuosa no se arriesgan a ser los primeros en retirarse. Quienes son cautelosos respecto a lo que es perjudicial para ellos permanecen flexibles y condescendientes, sin atreverse a ser altivos. Quienes son humildes y tienen una acti­tud de reverencia se rebajan a sí mismos y honran a los demás. Quienes no se arriesgan a apilar tesoros se reducen a sí mismos y no se atreven a ser rígidos. Quienes no se arriesgan a hacer las cosas sin cuidado se consideran a sí mismos como carentes y no presumen de estar completos. Quienes no presumen de claridad permanecen en la oscuridad y en la ignominia y no pretenden ser nuevos y frescos. Quienes no se atreven a estar completamente llenos ven aquello de lo que carecen y no pretenden ser personas de valía.

 

El Camino es de tal manera que es posible avanzar retrocediendo, recibir honores manteniendo la flexibi­lidad, ser elevado rebajándose a uno mismo, ser col­mado disminuyéndose a sí mismo, ser completo expre­sando los propios defectos, ser nuevo y fresco mos­trándose oscuro y lleno de ignominia, ser bueno vien­do las propias carencias. El Camino no planea nada, pero nada deja de ser hecho.

 

Fuente: Osho Gulaab 

No hay comentarios:

Publicar un comentario