Saber hablar, saber
callar
Hablar es necesario,
tanto como callar. A través de las palabras se configura nuestro microcosmos,
nuestra realidad personal. A través de las palabras se ofrecen explicaciones,
enseñanzas, matizaciones, aclaraciones, disculpas… La palabra es maravillosa, y
el silencio más. El problema empieza cuando nosabemos callar.
A través del discurso
hablado el emisor establece lazos energéticos con el receptor, los cuales
pueden servir de un sano intercambio de energía por ambas partes, que sería lo
deseable y saludable. No obstante, lo que viene a suceder es un drenaje energético
al receptor por parte del emisor, y esta situación es más frecuente de lo que
suponemos. Quizás, por este motivo, haya que estar alerta ante tales casos de vampirismo
psíquico.
No obstante, no existe
gran problema, pues su detección es fácil gracias al imparable discurso de este
tipo de emisores, que no es otra cosa que un intento de captar energía a través
del insistente reclamo de la atención a través de la palabra. Son capaces de
hablar durante horas y horas sin llegar a decir nada concreto; eso sí, a cambio
de que se les concedan sendas dosis de energía.
Es bien cierto que a
través de la palabra y la escucha captamos y cedemos energía. Se trata de un
juego en el que, consciente o inconscientemente, todos participamos. En
realidad, es un juego en el que resulta inevitable participar desde el mismo
momento en que nos relacionamos con los demás. Bien mirado, la constante
necesidad de reconocimiento es motivo de compasión. Personas así tienen ubicado
su centro de gravedad en el centro emocional (Anahata chakra), por lo que
necesitan de una interacción permanente con los demás, que es de donde obtienen
sus dosis extra de energía.
Necesidad urgente de la
meditación
Es evidente que este
tipo de personas desconocen la fuente de energía infinita que se encuentra en
su interior, y mucho menos han llegado a conectar con ella. No lo saben, pero
estas personas necesitan con urgencia aprender a callar y escuchar. Sin lugar a
dudas, necesitan con urgencia la meditación. El primer requisito básico para
adentrarse en el mundo interior es aquietarse, parar… callar. Ocurre que si el
cuerpo se para la mente se aquieta. Y esto es algo que se puede aprender, algo
que todo el mundo puede aprender. No es preciso tener condiciones idóneas para
su práctica. La meditación es una bendición porque es patrimonio de la
humanidad. Basta con querer, es suficiente con desearlo y las condiciones
aparecen.
Es posible que existan
otros métodos y maneras, pero nosotros sólo conocemos la meditación, por este
motivo nos atrevemos a recomendarla. A través de su práctica cotidiana es
posible conectar con ese gran almacén de energía infinita que es el Universo,
del que uno forma parte. Una vez descubierto, desaparece la necesidad de
mendigar energía ajena a través de conversaciones vacías o de otras maneras.
La práctica de la
meditación nos instala directamente en el mundo interior. ¿Qué es lo que se
percibe cuando nos adentramos en tal mundo? En primer lugar, aparecen los
pensamientos, los recuerdos, los proyectos. También aparece toda una gama de
sensaciones físicas, agradables y desagradables. Y cómo no, las emociones, con
su cargamento de deseos y aversiones.
Descubrir el silencio
Finalmente, si se
dispone de la suficiente paciencia y perseverancia, es posible observar cómo
fluye algo diferente, distinto, especial… Se trata del silencio. El
descubrimiento del
silencio se realiza porque viene acompañado de una gran paz. Primero la paz,
después el silencio. En el silencio no hay nada, pero tampoco se necesita de
algo. En el silencio todo está bien, todo es adecuado. Una cualidad del
silencio es que fluye sin nuestra intervención personal, no se le puede imponer
desde la voluntad. Por el contrario, si se le permite, el silencio mana a
borbotones, como el agua de un manantial. Imponer el silencio es una orden que
sobreviene desde la mente, y por lo tanto es sinónimo de ignorancia. Sin
embargo, poner las condiciones adecuadas y permitir que el silencio aparezca es
una actitud inteligente.
El ser humano necesita
de la comunicación hablada con sus congéneres tanto como del silencio que emana
de su interior. No más, no menos: en igual medida. Una comunicación así estará
equilibrada en el dar y el recibir, en el hablar y el escuchar, porque proviene
directamente del alma.
Emilio Gomez
Fuente: Silencio
Interior
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