El silencio, así como la soledad son
condiciones que no suelen ser apreciadas por todos, de hecho la mayoría tiende
a huirle, buscan compañía, llaman a alguien, ponen música, encienden el
televisor, cualquier cosa con tal de no afrontarse a estas invitaciones a
interactuar con nosotros mismos, con nuestra verdad, con nuestra esencia.
EL silencio es el estado por
excelencia para lograr escuchar nuestra alma, para volver al origen. El
silencio es la oportunidad de hacer callar nuestra mente y dejar de pensar,
dejar de sentir, dejar de identificarnos con lo que creemos ser, para
encontrarnos con lo que realmente somos.
El silencio de nuestra mente, la
pausa en la generación de pensamientos, no es algo que se logre con demasiada
facilidad, de hecho muchas personas que procuran esa condición pueden durar
toda su vida sin realmente llegar a alcanzarlo. Sin embargo, aun cuando no
logremos desconectar por un momento nuestra mente, los beneficios de intentarlo
son múltiples y en términos generales de tanto tratar terminamos por estar en
esa condición.
La meditación como camino al silencio
La manera más frecuente de llegar a
ese silencio es a través de la meditación y para meditar hay incontables
técnicas, casi como personas en la tierra. Algunas de ellas son comunes para
muchos, podemos sencillamente comenzar a observar nuestra respiración, cada
inhalación y exhalación, enfocarnos solo en ello y cuando algún pensamiento
robe nuestra atención, dejarlo ir de a poco, sin empujarlo, pero sin hacer nada
por retenerlo o extender el foco en él.
Mientras más se practique, más
dominio tendremos de nuestra mente y los beneficios no solo los veremos en esa
experiencia sublime de entrar en contacto con lo que somos realmente, sin
máscaras, sin egos, sin juicios, sino que además será un excelente recurso para
aplicar en el manejo de nuestra mente en nuestra cotidianidad.
Nuestra vida depende en gran medida
de lo que albergamos en nuestras mentes, de lo que los pensamientos y las
creencias que predominan, el tener cierto control sobre ello nos devuelve el
timón de nuestro barco y nos permite enfocarnos en lo que realmente queremos en
nuestras vidas.
Aprovechemos cada oportunidad de
volver a la fuente, de cerrar los ojos y
sumergirnos en nuestro propio e infinito universo, donde tenemos la sabiduría
divina, donde nos sabemos seres espirituales, donde por un momento al menos
todo está claro y donde no existe nada más que el amor latiendo dentro de
nosotros.
Es en el silencio donde encontrarás
todas las respuestas que has buscado, es en él donde tu propósito es recordado,
intenta valorarlo y más que todo hacer el mejor uso de ese recurso esencial al
cual todos podemos acceder, pero muchos prefieren evitar.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet
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