En esta entrevista, el autor de
Muchas vidas, muchos maestros nos recuerda: “Todo está conectado. Las almas no
tienen raza, religión, sexo o nacionalidad; son almas, una forma pura de
energía amorosa. Tenemos que aprender esto y enseñárselo a los chicos. Si una
persona evoluciona en un ser más cariñoso, más compasivo y menos violento, es
que ha tomado la dirección adecuada”.
A Brian Weiss lo entrevisté en la
pequeña sala de estar de su habitación en el Hotel Sheraton de Retiro, en
Buenos Aires. Ni bien nos estrechamos la mano, le dije: “Usted acaba de
meditar”.
“Efectivamente, estaba meditando”, me
respondió, como develando un secreto.
De temperamento decididamente
sosegado, su semblante se mantuvo imperturbable a lo largo de las casi dos
horas de diálogo.
Cuando conoció a Catherine, la
paciente cuya historia cuenta en su primer libro Muchas vidas, muchos maestros,
el por aquel entonces prestigioso médico tradicional ya tenía publicados más de
cuarenta trabajos científicos, y su reconocimiento internacional en
psicofarmacología y química cerebral crecía notablemente.
“Hasta que aprendí que la energía del
amor es, en potencia, mucho más fuerte que cualquier bomba y más sutil que
cualquier hierba”.
Luego, con voz tenue, me explicó que
durante más de un año había intentado aliviar los ataques de pánico de su
paciente por medio de técnicas psiquiátricas convencionales. Hasta que, durante
una sesión de hipnosis bien freudiana, todo cambió…
Hasta que esa extraña idea de la
regresión a las vidas pasadas se le metió en la cabeza, Brian Weiss era, según
los cánones academicistas, un hijo soñado. El alumno perfecto.
Graduado magna cum laude en la
Escuela de Medicina de la Universidad de Columbia, y con un posgrado en la
Universidad de Yale, Weiss fue uno de los jefes de psiquiatría más jóvenes del
prestigioso hospital Mount Sinai, de Miami.
A simple vista, hay que admitirlo, es
todo un catedrático. No obstante, cuando el diálogo cobra vida y entra en
acción, sus modales, que han olvidado la solemnidad absurda pero que conservan
la cortesía y el refinamiento, invitan a que uno se olvide por completo de que
se está frente al controvertido doctor de trascendencia internacional, que
decidió suspender la lista de espera de su consultorio cuando ésta ya superaba
los cinco años.
“Era poco sensato planificar una
visita médica con tanta anticipación”, aclara el autor de best sellers como
Lazos de amor, El mensaje de los sabios o A través del tiempo, con millones de
copias vendidas en todo el mundo.
Weiss, de 59 años, casado con su
eterna Carole y dos hijos, no se comporta con la arrogancia de sus diplomas.
Sin necesidad de fruncir de ceño en
señal de jactancia, sus observaciones inspiran, acaso más por la sensibilidad
que por la agudeza de las mismas, un respeto próximo al afecto.
“He recorrido un largo camino desde
el día en que, médico de formación clásica, profesor de psiquiatría y escéptico
empedernido, me di cuenta de que la vida humana es algo más maravilloso y
profundo de lo que me había hecho creer incluso mi rigurosa formación médica”,
expresa.
Su mensaje, certero como un rayo,
saldrá disparado reiteradamente en dirección opuesta al del tradicional
discurso cientificista: “Si una persona evoluciona en un ser más cariñoso, más
compasivo y menos violento, es que ha tomado la dirección adecuada. Y aquí, lo
que importa, no es la velocidad sino la dirección del camino que se elige.”
“La energía del amor es, en potencia,
mucho más fuerte que cualquier bomba y más sutil que cualquier hierba”.
Más seguidor de Carl Jung que de Sigmund
Freud, a pesar de que utiliza muchas técnicas del maestro vienés en sus
tratamientos -la hipnosis, por ejemplo-, advierte que las psicoterapias, al no
tener raíces espirituales, no sirven para liberar la verdadera naturaleza de
los seres humanos.
Y convencido de que cada vez que
creamos grupos, nosotros y ustedes, estamos generando violencia,
potencialmente, recuerda que sólo existe un grupo: el espíritu humano.
“Todo está conectado. Las almas no
tienen raza, religión, sexo o nacionalidad; son almas, una forma pura de
energía amorosa. Tenemos que aprender esto y enseñárselo a los chicos”,
propone, apoyándose en una cita del místico cristiano Pierre Teilhard de
Chardin: “No somos seres humanos atravesando una experiencia espiritual; somos
seres espirituales viviendo una experiencia humana”.
Según su experiencia, la psicología
sólo funciona si el terapeuta logra conectarse con el paciente en un plano de
verdadero afecto. “Lo que cura -insiste Weiss- es la relación, no la técnica.”
Y resalta: “Puede que Freud no considerase sus teorías definitivas, pero para
sus discípulos son dogmas de fe. Jung, en cambio, era un inconformista que se
anticipó a su tiempo; comprendía lo misterioso, lo espiritual, lo intuitivo,
pero lo rodeaban personas ávidas de dogmas.”
-En sus libros, usted también suele
hablar de la intuición, algo que casi hemos olvidado.
-La arremetida contra la mente
comienza desde que somos muy pequeños. Se nos educa con valores familiares,
sociales, culturales y religiosos que reprimen nuestros conocimientos innatos.
Y si nos resistimos a esa acometida, se nos amenaza con el miedo, la culpa, el
ridículo, la crítica y la humillación. O, también, pueden acecharnos el
ostracismo, la retirada del amor o los abusos físicos y emocionales. Nuestros
padres y profesores, nuestra sociedad y cultura pueden enseñarnos falsedades
peligrosas. Y a menudo lo hacen. El mundo actual es una clara prueba de ello,
pues se encamina a tropiezos y golpes, imprudentemente, hacia una destrucción
irreversible. Pero si se lo permitimos, los chicos pueden enseñarnos la salida.
“Nuestros padres y profesores,
nuestra sociedad y cultura pueden enseñarnos falsedades peligrosas. Y a menudo
lo hacen”.
-¿Es cierto que las mujeres son más
intuitivas que los hombres?
-Es así, están más abiertas a todos
estos conceptos: espiritualidad, inspiración… Las madres siempre se han basado
en su intuición. Por eso, creo que los científicos de hoy están equivocados. Si
la ciencia y la tecnología, que se nos están escapando de las manos, no comienzan
a desarrollarse en el contexto de nuestra sabiduría intuitiva, entonces estamos
frente a un peligro. Porque, mal empleados, pueden destruir el mundo.
-¿Y por qué cree que a la comunidad
científica le cueste tanto aceptar esas facultades que todos llevamos dentro?
-Porque existe un descreimiento
generalizado sobre todo aquello que no puede verse o demostrarse por métodos
científicos convencionales. Y eso está mal, es erróneo. Nos enseñaron que todo
eso es supersticioso, o no científico, o inferior. Y no es así. Tenemos
sentidos más allá de los cinco sentidos. Y uno de ellos es la intuición. No
sólo en el arte, los grandes descubrimientos científicos también surgen
intuitivamente, y no necesariamente desde de la lógica pura. El mismo Einstein
lo decía. Tiene que haber un balance entre lo racional y lo intuitivo. Algo
que, en mi caso, tardó años en llegar. Hasta que conocí a Catherine. Además,
para recuperar ese equilibrio, no podemos olvidar que el amor es el componente
fundamental de la naturaleza, que conecta y une a todas las cosas y las
personas. Y la energía del amor es, en potencia, más fuerte que cualquier bomba
y más sutil que cualquier hierba. Lo que sucede es que aún no hemos aprendido a
aprovechar esa energía tan básica y tan pura.
-¿Podríamos decir, entonces, que
intuición y poesía son casi sinónimos?
–Sin duda están emparentados. Los
griegos hablaban de las musas. Los poetas, los músicos y los artistas en
general trabajan mejor cuando se dejan llevar por el cerebro derecho, es decir,
por la intuición, lo espiritual, lo no lineal; y no siempre ocurre lo mismo
cuando se guían por el cerebro izquierdo, el lógico, el racional. Le hemos dado
una excesiva importancia a la razón, a un punto tal que casi hemos negado
nuestra intuición, que era, precisamente, el sentido predominante del hombre.
“Los poetas, los músicos y los
artistas en general trabajan mejor cuando se dejan llevar por el cerebro
derecho, es decir, por la intuición, lo espiritual, lo no lineal”.
La memoria de Catherine, en lugar de
revolver por los cajones de su infancia, fue incluso mucho más lejos de lo que
un escritor de cuentos fantásticos hubiera imaginado jamás: Catherine, ese
mojón fosforescente en el camino de Weiss, se vio a sí misma, en otro cuerpo,
4.000 años atrás.
“Como hasta ese día era totalmente
incrédulo a todos aquellos campos faltos de rigor científico, como la
parapsicología, y además no sabía nada sobre las vidas pasadas o la
reencarnación, ni me interesaba saberlo, al principio no consideré la vivencia
de Catherine como un regresión -explica Weiss-. De todas formas, continuamos
con la hipnosis en las sesiones siguientes porque notaba una clara mejoría en
sus síntomas.”
A partir de entones, Weiss comenzó a
investigar y a documentarse sobre el tema durante 15 largos años de silencio
profesional. “Sabía que con tan sólo inferir algo, mis colegas me tomarían por
demente”, recuerda, esbozando una sonrisa con un leve toque de picardía.
Pero cuando por enésima vez se
convenció de que sus hallazgos eran efectivamente ciertos, decidió publicar, no
sin un cierto grado de resquemor, cada detalle de las regresiones de sus
pacientes. Y de las propias.
-¿Qué es un alma gemela (soul mate)?
-Por empezar, tenemos más de una. Y
por eso almas gemelas no es imperiosamente un término romántico. Es gente con
la que hemos vivido en otras vidas, y existe una forma de reconocimiento de sus
almas que nos parecen familiares. O en la mirada, o al tocar las manos, ciertas
cosas que nos hacen acordar. Un alma gemela no significa alguien con quien vamos
a compartir el resto de nuestra vida. A veces, se trata de una persona que se
cruza en camino tal vez por uno o dos meses solamente, pero su sola presencia
nos ayuda a cambiar nuestras vidas y a evolucionar. Creo que en una dimensión
mayor estamos conectados a cada una de las almas del planeta, e incluso de más
allá. Todos estamos interconectados. Pero a la vez existen pequeños grupos de
familias de almas, gente que ha vivido junta en varias ocasiones. Y a eso llamo
almas gemelas. Este no es el único lugar o planeta donde existen almas. Existen
también otras dimensiones donde también viven almas; los físicos están
escribiendo sobre este tema.
“Creo que en una dimensión mayor
estamos conectados a cada una de las almas del planeta, e incluso de más allá.
Todos estamos interconectados”.
-¿Cómo definiría a la reencarnación?
-Es el concepto de que poseemos un
alma inmortal, que puede llamársele también conciencia o espíritu, que abandona
nuestro cuerpo en el momento de la muerte física para luego renacer en una
nueva criatura y continuar en esa nueva vida con las lecciones que
eventualmente la lleven a una realización espiritual plena.
-¿Realmente cree que la realización
espiritual plena sea posible?
–Sí. Lo que ocurre es que nuestros
valores están todos revueltos, desordenados. Nos preocupamos demasiado por la
impresión que le causamos a los demás o sobre cuánto dinero tenemos. Y todo eso
es un tremendo error. Porque la felicidad viene desde adentro de uno. De saber
disfrutar el momento presente. Sabemos que el amor puede curar, y que el estrés
puede matar. Pero poco hacemos para aliviar nuestra mente. No es necesario ser
rico para ser feliz. En mi consultorio he atendido infinidad de gente
increíblemente rica, pero infelices. Y su tristeza se disipaba cuando
comenzaban a cultivar sus valores humanos, a preocuparse por los demás. Estamos
atrapados en las preocupaciones de nuestra mente sobre el futuro, o lamentando
el pasado. Aunque somos conscientes de que ni los lamentos ni las
preocupaciones pueden modificar ni el pasado ni mejorar el futuro. Una cosa es
planear, organizarse, eso está bien. Pero no preocuparse. Ese sentimiento se ha
vuelto un hábito de lo más negativo. Lo mismo que con el pasado. Hay personas
que se la pasan rumiando sobre sus errores, preguntándose una y otra vez por
qué no hice esto o aquello.
-¿No cree que las psicoterapias
suelen caer en ese rumiar constante, que termina volviéndose negativo?
-Entiendo que este no es puntualmente
un tema sencillo. Es bueno ver el pasado y reconocerlo. Pero es cierto también
que ese proceso, que puede ser muy doloroso, tiene un límite. Lo que yo le digo
a mis pacientes es que aprendan de su pasado y que luego déjenlo ir. Ahora esté
aquí, en el momento presente, que es el único lugar en el que va a encontrar la
felicidad. Si seguimos varados en el pasado jamás seremos felices. Eso les
digo.
“Lo que yo le digo a mis pacientes es
que aprendan de su pasado y que luego déjenlo ir”.
-Entre tanto dolor y sensación de
soledad, los psicofármacos son presentados como la solución a los problemas
existenciales del hombre moderno.
-Existen muchas razones que explican
ese fenómeno. La propaganda y la presión de la industria farmacéutica es enorme.
Y, además, persuaden a los médicos para que receten sus productos de maneras
subrepticias y a veces no tan solapadamente. Por otra parte, la tendencia de
las universidades es a enseñar cada vez más a que el tratamiento pasa por la
medicación. Pero sabemos que con las pastillas no alcanza. Porque cada
depresión, ansiedad o cualquier síntoma, forma parte de un cuadro holístico,
donde intervienen la mente, el cuerpo y el espíritu. Las pastillas son una
opción que no tienen por qué contraponerse con otras formas curativas. Pero de
nada sirven sin la compasión y el entendimiento de que esa persona que está
sufriendo es una ser humano y no un sistema bioquímico con bajos niveles de
cierta sustancia. Y en algunos casos, aún siendo compasivo y con un buen tratamiento
ni siquiera es necesario recurrir a la medicación. O, si se receta, se hace por
menos tiempo y con dosis más bajas.
“La propaganda y la presión de la
industria farmacéutica es enorme”.
-¿Cuál es la crítica más dura que
tiene para hacerle a los médicos que ejercen la medicina “tradicional”?
-Generalmente son ellos los que me
critican a mí.
-Bueno, ahora le toca a usted. Pero
con espíritu constructivo…
-Mi principal crítica es que los
médicos necesitan abrir más su corazón y darse cuenta de que son sanadores. Y
para eso, es preciso estar conectado intuitivamente con cada paciente, tener
compasión y preocuparse sinceramente por esa otra persona. Y esto es bueno no
sólo para el paciente, los médicos se sentirán mucho más satisfechos también.
El paciente no es un hígado, un corazón o una vesícula. Les recordaría a los
médicos que cada paciente es un ser humano, un alma al que deben acercarse con
compasión y con el corazón abierto.
Fuente; Indra Mantras
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