EL RÍO QUE NOS LLEVA

 


De entre las dos orillas -el placer y el dolor- por las que transcurre el río de nuestra existencia durante las 80 vueltas al sol que aproximadamente viene a durar, somos libres de vivir la película que queramos. De este modo, nos vemos convertidos en directores, guionistas, productores y, por supuesto, actores de la mayor superproducción jamás imaginada: nuestra vida. Escribe Emilio J. Gómez.

 

Cine, cine, cine, más cine por favor,

que todo en la vida es cine y los sueños, cine son.

Luis. E. Aute

 

 Sea cual sea el papel que consciente o inconscientemente se haya elegido interpretar, el argumento subyacente en casi todos los guiones es siempre el mismo: la búsqueda de la felicidad. Recuperar el estado de plenitud, alegría y gozo permanentes que un día -no se sabe cuál- se tuvo, pero que se ha olvidado, y somos incapaces de recordar dónde.

 

En tal búsqueda unos se hacen monjes, otros borrachines, algunos abogados, otros médicos, muchos padres de familia; también hay amantes, profesores de Yoga, fotógrafos, periodistas, viajeros, escritores, empresarios… Basta con mirar alrededor para hacer una larga lista. Todas esas profesiones y actividades son guiones de personas que buscan la felicidad. Todas sin excepción.

 

Por fortuna, se viven muchas películas dentro del limitado espacio temporal que se va a estar aquí. En un principio, es la película de la infancia, después vendrá la adolescencia, el trabajo, la pareja, la familia, los hijos, las crisis personales, el sexo, el dinero, la búsqueda espiritual, los amigos y enemigos, el amor y el desamor… Como se puede apreciar, temas no faltan, no.

 

Sin embargo, todos esos argumentos no dejan de ser mera ficción. La ficción que hemos decidido llevar a cabo a través de las proyecciones e identificaciones. Recordemos que todos sin excepción somos personajes irreales en búsqueda permanente de un estado de felicidad olvidado entre los objetos que el mundo exterior, denso, material y maravilloso nos ofrece sin cesar, y que hemos aceptado ciegamente.

 

Placer y dolor

Así, cuando se llega a la orilla del dolor se anhela estar en la orilla contraria, allí donde se ha experimentado el placer. Por el contrario, cuando se está en la orilla placentera, intentamos aferrarnos con uñas y dientes a cualquier objeto que nos mantenga un poco más de tiempo en el placer. Pero, es inevitable, la fuerza del río nos arrastrará y empujará sin contemplaciones hacia la otra orilla. Y de nuevo, el proceso vuelve a comenzar.

 

Quizás, una posible solución sea no aferrarse demasiado a nada, Vairagya, el desapego, el desprendimiento. La desidentificación, que se podría decir empleando términos yóguicos. Sin duda, ello nos llevaría a una práctica constante, regular e ininterrumpida del Yoga: Abhyasa. Esto último invita a un fluir natural por el río de la vida que nos lleva unas veces con suavidad, mientras que otras nos arrastra con virulencia.

 

Semilla de consciencia

Claro, todo esto no son más que conceptos y palabras que, además, escritas en sánscrito suenan muy bien, pero que de nada valen. Porque una cosa es la teoría y otra muy distinta la práctica, sobre todo cuando se está en la orilla del dolor y el sufrimiento. Además, se supone que el saber que en ambos casos, placer y dolor, no son otra cosa que pura ilusión tampoco es de mucha ayuda, máxime cuando la proyección e identificación están funcionando a su máximo rendimiento.

 

Sin embargo, consideramos que la semilla de consciencia que concede el saber que todo es pura ilusión sí puede ser de gran ayuda pues, aunque tal información sea tan solo a nivel teórico, tarde o temprano la semilla germinará, crecerá y a su debido momento -siempre todo ocurre a su debido momento-, romperá el proceso de identificación y nos despertará del sueño.

 

La proyección se ha detenido, la película ha dejado de proyectarse durante un instante, el tiempo suficiente que se necesita para comprender. Naturalmente, “el espectáculo debe continuar”, y la magia de la ilusión vuelve a encender la luz que generará una nueva proyección, pero a partir de ahora ya sin identificación.

 

A partir de este momento será cuando se está en condiciones de crear conscientemente la película de nuestra vida. Este ligero matiz de diferencia nos permitirá disfrutar de nuestra producción e interpretación mucho más. Estemos en la orilla en que estemos, sabremos que, en cualquier caso, formamos parte de algo mucho más grande que es el río que nos lleva.

Emilio Gomez

Fuente: Yoga en Red


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