Luján Comas, Licenciada en Medicina,
especializada en Anestesiología y Reanimación
69 años. Barcelonesa. Viuda, tengo
tres hijos. Trabajé como médico adjunto en el hospital Vall d’Hebron 32 años y
ahora lo hago en una consulta privada de medicina integrativa. Soy apolítica,
pero creo que las mujeres pueden cambiar las cosas. En la vida todo tiene
sentido, estamos aquí para evolucionar
Amiga de la muerte
Ejerciendo su especialidad,
anestesiología y reanimación, se preguntó qué pasa con la conciencia mientras
nuestros parámetros vitales son una linea inexpresiva. Pero el empujón final
para dedicarse a investigar sobre la muerte y las ECM (experiencias cercanas a
la muerte) fue cuando a su marido le diagnosticaron una enfermedad terminal. Es
cofundadora de la asociación sin ánimo de lucro Merry Human Life Society
(Merrylife) para la evolución de la conciencia, y coautora del libro ¿Existe la
muerte? junto a Anji Carmelo. Será ponente de una jornada sobre la continuidad
de la consciencia más allá de la muerte que tendrá lugar el sábado 6 de octubre
en la Facultad de Psicología de la Blanquerna y organiza Merrylife.
Considero que la muerte es el momento
más importante de la vida. Aquí se queda todo lo denso, te llevas tu
conciencia.
¿Cuál es su experiencia con la
muerte?
Trabajé como médico adjunto en el
hospital Vall d’Hebron durante 32 años, de ellos 18 como anestesióloga en
cirugía cardiaca.
¿Muerte y reanimación han sido su pan
de cada día?
He estado en contacto con la muerte
desde dos vertientes. Una es personal: yo nací tras la muerte de una hermana,
recuerdo ir al cementerio desde muy pequeña. También viví tres abortos tardíos
de mi madre, la muerte de un hermano a los 26 años y la muerte de mi marido.
¿A qué edad enviudó?
A los 48 años. Fue entonces, con el
diagnóstico de enfermedad terminal de mi marido, médico reumatólogo, cuando
empecé a investigar la muerte y la posibilidad de un más allá para ayudarle en
ese tránsito.
¿Y en lo profesional?
Debido a mi especialidad he reanimado
muchos paros cardiacos y he asistido a operaciones muy graves. Fui parte del
equipo del primer trasplante bipulmonar de España y el primer unipulmonar de
Catalunya. Todo esto me acerca mucho a la muerte y hace que me haga muchas
preguntas.
Hablemos de ellas.
Había un tipo de operaciones que
hacíamos en cirugía cardiaca bajo hipotermia profunda. Casos en los que la
aorta se rompe en la zona de la que salen las arterias que irrigan el cerebro.
Para que el cirujano pudiera coser teníamos que parar la circulación sanguínea,
el corazón y la respiración.
¿Y eso no es la muerte?
Sí, aparentemente la persona está
muerta. Luego, a través del calentamiento, el oxígeno y los fármacos, su
actividad vuelve a la vida. Yo no podía evitar preguntarme: ¿dónde está la
conciencia mientras tanto? Si la conciencia está en el cerebro, cuando este no
recibe oxígeno, ¿qué pasa con ella?
¿Qué entendió?
Que la conciencia no es un producto
de nuestro cerebro sino que utiliza a nuestro cerebro. Dediqué mucho tiempo a
investigar las ECM (experiencias cercanas a la muerte).
Ha colaborado usted con el cardiólogo
holandés Pin Van Lommel.
Sí, que desde 1988 se ha dedicado a
documentar casos incuestionables de ECM. En el 2001, en The Lancet, publicó un
estudio clínico prospectivo con 344 pacientes en el que participaron diez
hospitales holandeses.
¿Sobre vivencias de ECM?
Sí, pacientes que mueren
clínicamente, es decir, que corazón y cerebro dejan de funcionar, y aun así
pueden explicar sus percepciones sensoriales como si fueran un ser completo
(las personas ciegas ven como si tuvieran vista, los sordos oyen...), y pueden
sentir, recordar y pensar. Pero su cerebro no tiene rastro de actividad porque
simplemente está “muerto”.
¿Y qué cuentan?
Las situaciones más comunes descritas
son que han podido verse a sí mismos y lo que pasaba en aquel momento en su
entorno; han revisado toda su vida en el pasado y también en el futuro y
comprendido el sentido de su existencia. Han sentido una paz y un amor
incondicional indescriptible.
¿Pese a que su cerebro está muerto?
Sí, por tanto esa consciencia que
continúa durante este trance no se encuentra en el cerebro. Es una energía, y
como energía no se crea ni se destruye, se transforma y perdura.
¿Se da algún cambio en esas personas?
La mayoría modifican su escala de
valores, pierden el miedo a morir y afrontan la vida de una forma radicalmente
diferente: empiezan a dedicarse a trabajos que dan sentido a sus vidas, de
servicio y ayuda a los otros…
Hay médicos que afirman que esas
experiencias son meras alucinaciones.
Sí, debidas a la falta de oxígeno que
todos sufrimos en ese momento, pero no todos tenemos un ECM, tan solo un 20%.
También dicen que son causadas por el exceso de anhídrido carbónico o por una
epilepsia del lóbulo temporal, pero todas son rebatibles.
¿Cómo se lo explica usted?
En 1990, Stuart Hameroff, psicólogo
en la Universidad de Arizona, y Roger Penrose, físico matemático en la de
Oxford, propusieron que los microtúbulos, las unidades más pequeñas del
citoesqueleto de las células, actúan como canales para la transferencia de
información cuántica responsable de la consciencia.
¿Somos como aparatos de radio?
Exacto, y cuando morimos el contenido
de los microtúbulos vuelve a esa conciencia cuántica y si te reaniman se puede
recuperar.
¿Me está diciendo que en nosotros hay
una conciencia universal?
Sí, y cuando mueres esa conciencia a
la que se suman tus experiencias pasa a la conciencia cuántica, pero no se
pierde la información.
¿Se trata de una conciencia que está
continuamente aprendiendo?
Sí, continuamente, y que está
conectada a todo. El mundo de las subpartículas de las que todo está hecho,
están interconectados, usted, yo, los árboles, la mesa, todo el universo...
Puede ser una explicación. Lo que está claro es que si entendiésemos que no existe
la muerte, no tendríamos miedo y viviríamos de otra manera.
Fuente: La Vanguardia
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