De la Fantasía a la
Realidad: Todas nuestras relaciones son espejos. El otro es nuestro maestro,
nos devuelve aquello que necesitamos sanar. Nuestra relación de pareja es una
oportunidad para “vernos”.
A partir del reconocimiento de aprendizaje que
nos ofrece el “otro” nos haremos responsables de nuestra vida y de nuestra
felicidad.
Así podremos compartir una relación sana y
“real” con el otro.
En el momento en que
creamos expectativas de que “el otro” nos va a dar todo lo que necesitamos, que
nos haga feliz y que sea para siempre, estaremos creándonos una realidad falsa
y asegurándonos decepciones, sensaciones de fracaso y de infelicidad.
Ninguna relación nos aportará aquello que no
nos aportemos nosotros mismos. Re-evaluar nuestras creencias y ver los patrones
de nuestra familia de origen nos dará una “visión” más real de la relación de
pareja: de las que hemos creado hasta ahora y de las que deseamos crear en el
futuro.
La relación más importante en nuestra vida es
la que establecemos con nosotros mismos.
No podemos darle al
otro lo que no nos damos a nosotros.
“La pareja para lograr una unión sana, primero
debe prometerse que…
En el terreno
intelectual
Vamos a dejarnos el uno al otro, ser lo que
somos.
Me comprometo contigo
prometiendo que de ninguna manera intentaré que me imites o que veas el mundo
exactamente como yo lo veo.
No cambiaré de parecer
angustiándote con exigencias, agresiones orales, mal humor, reclamando sin
cesar un “quiero que pienses esto o lo otro”.
Respetaremos siempre lo
que somos sin sentirnos culpables, sin permitir que nadie intente imponernos
conductas o ideales que no sean los nuestros.
Tendremos derecho a
expresar nuestra propia visión del mundo, aunque difiera de la del otro.
NO nos impediremos ver
ni oír lo que nuestra curiosidad nos pida.
En el terreno emocional
Reconoceremos que no todos amamos de la misma
manera.
No nos someteremos a la
tortura de querernos unir de un modo que no sea el nuestro.
Nos amaremos como
podamos amarnos, sin tratar de ser espejo, sin aspirar a una quimérica fusión,
sin desear serlo todo el uno para el otro.
NO nos encerraremos en una relación exclusiva,
sino que iremos agregando a nuestro cariño el cariño por nuestros hijos, por
nuestros parientes, por nuestros amigos, por aquellos a los que admiramos, por
la humanidad entera, por todos los seres inanimados o vivientes, por ese
impensable que llamamos Dios.
Reconoceremos que el
amor no es la búsqueda de la igualdad sino de la diferencia complementaria.
NO seremos dueños ni propiedad el uno del
otro, nos ataremos con nudos que siempre sabremos deshacer, nos ayudaremos a
conservar en lo más profundo de nuestro ser un área privada, nos protegeremos mutuamente
pero sin privarnos nunca de nuestra libertad.
Caminaremos juntos
bendiciendo cada uno de nuestros pasos, pero si nuestros caminos se separan, lo
aceptaremos deseando lo mejor para el otro en su nueva vida.
En el terreno sexual
Comprenderemos que el encuentro de nuestros
cuerpos es un placer que debe ser explorado y desarrollado. La verdadera clave
de una descendencia feliz es el goce con el que la engendramos.
Tendremos hijos del
placer, no del deber. Este placer será mutuo y sin límites.
Nos permitiremos
expresar nuestros deseos, solicitando ésta o aquella caricia, aceptando
satisfacer las fantasías sexuales del otro pero teniendo también el derecho a
negarnos.
La sublimación y la abstinencia deben ser
sinceras y no disfraces de la frustración.
En el terreno material
Compartiremos un espacio pero nos permitiremos
también tener un territorio personal, con la promesa de no invadir nunca el del
otro, respetando nuestra necesidad de soledad y privacidad. Igualmente
tendremos algún dinero común, pero conservaremos celosamente una independencia
económica.
"En ninguna parte
soy algo de alguien, y en ninguna parte hay algo que sea mío.”
Si nuestra pareja
evoluciona hacia un amor consciente, estas promesas se irán cumpliendo
progresivamente hasta que formen parte de la realidad cotidiana.
Fuente: Templo para el Alma
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