Quizás hemos escuchado
hablar del poder de la palabra, de su efecto energético, de la predisposición
ante su presencia, el compromiso que ella implica y cómo hablan de quien la
pronuncia. Sin duda la palabra es un poderoso recurso a través del cual nos
comunicamos y activamos nuestra vibración, haciéndola parte importante de
nuestra manifestación en este plano material.
Si bien la palabra
posee un inmenso poder, el silencio, podría decirse que es mucho más importante
y poderoso y en este caso no nos referimos a aquel que representa la ausencia
de palabras, mientras nuestra mente produce incontables pensamientos. No se
trata de evitar el ruido que se mide en decibeles, ni de no comprometernos con
aquello que no nos satisface, sino del silencio de la mente.
Cuando la mente calla,
ya no predomina el pensamiento, la voz que constantemente nos habla, toma una
pausa, un descanso involuntario, porque ella está acostumbrada a manifestarse,
a opinar, a decir, a juzgar, a criticar… Ella siempre está inquieta, puede
tener muchos motivos para sentir calma, pero no, ella buscará ese pequeño punto
negro y lo magnificará en tal medida que no podremos ver absolutamente más
nada.
El silencio que
resaltaremos hoy, no tiene que ver con el ruido o lo que se logre escuchar
afuera, sino a la ausencia de pensamientos, a la capacidad de desligarnos de
ellos, a la separación que creamos entre nuestro ser y nuestra mente.
Este tipo de silencio
se debe practicar, no llega con facilidad para la mayoría, pero una vez que se
experimenta, daremos paso a lo que nos hace bien sentir, esa voz que ya no
parece salir de nuestra cabeza, sino de nuestro corazón, se hace presente, con
toda la sabiduría que tenemos dentro, lista para hacernos ver lo no es evidente
sin ese silencio.
¿Cómo podemos llegar a
ese silencio?
La vía sencilla es la
meditación, cualquier mecanismo de meditación en estado de quietud o en
movimiento que utilicemos para alcanzar un estado meditativo es válido, es
útil, es de interés.
Solo la intención de
alcanzar ese silencio ya genera efectos increíbles en nosotros. La calma, la
tranquilidad, el sentirnos separados e independientes de lo que pensamos y el
poder identificar a nuestra mente en alguna de nuestras dramatizaciones, se
convierte en pasos gigantes hacia ese escape de la prisión que nos ofrece la
mente.
Puedes ubicar cualquier
cantidad de guías, puedes apoyarte en un tutor, puedes seguir tu intuición,
cualquier mecanismo que usas para alcanzar un estado meditativo será el mejor
regalo que te puedas dar.
Desarticular la mente y
entrenarla para trabajar a nuestro favor, a pensar en positivo, a alcanzar lo
que queremos, a derribar barreras y actuar de acuerdo a lo que resulta más
conveniente para nuestro ser, es una labor que comienza acallándola,
ignorándola, restándole importancia, observándola. Cada vez que le restemos
protagonismo será terreno que ganaremos, terreno en donde se abonarán las
decisiones que tomemos del corazón, nuestros más grandes sueños, las mejores
ideas, los proyectos más importantes…. Y lo mejor de todo es que no lo haremos
en tierra contaminada con miedos, rencores, angustias, necesidades de
aprobación… Sino desde lo más profundo de nuestro ser, que se manifiesta con
libertad cuando la mente calla, precisamente en ese silencio.
Por: Sara Espejo
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