Si
derribo las murallas, estaré rodeado
Por
el jardín.
Si
rompo el dique, el agua me inundará.
La
meditación no ha de estar separada de la vida.
La
tarea de seguir el Tao es la de cesar las distinciones entre uno mismo y el
mundo
exterior. Es sólo por conveniencia el que etiquetemos cosas internas y
externas,
subjetivas y objetivas. En verdad, es sólo en las etapas elementales que
deberíamos
hablar de un Tao que seguir. Porque la verdadera iluminación es darse
cuenta
de no de que hay un Tao para seguir, sino que nosotros mismos somos Tao.
Esa
comprensión llega después del simple quiebre de una pared, la demolición de la
noción
equivocada de que hay algo inherente en esta vida que nos separa del Tao.
Una
vez que la pared se ha roto, somos inundados por el Tao. Somos Tao.
¿Continuamos
meditando una vez que hemos llegado a entender esto? Lo seguimos
haciendo,
pero ya no es una actividad aislada y solitaria. Es una parte de la vida,
tan
natural como respirar. Cuando puedes llegar a la comprensión de que no hay
diferencia
entre tú y el Tao y que no hay diferencia entre la meditación y las
actividades
“comunes”, estás entonces bien encaminado para ser uno con el Tao.
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