El gato se sienta al
sol.
El perro se sienta en
el pasto.
La tortuga se sienta en
la roca.
La rana se sienta en el
nenúfar.
¿Por qué la gente no es
así de inteligente?
A quienes siguen el Tao
les gusta señalar la sabiduría de los animales. Cuando ven
un gato sentado inmóvil
al sol o una tortuga que estira su cabeza hacia arriba en
una quieta pose, dicen
que esos animales están meditando. Saben cómo estar quietos
y conservar su energía
interior. No se disipan en actividades inútiles sino que se
retiran dentro de sí
mismos para recargarse.
Es la gente quien
etiqueta a la meditación como una especie de actividad religiosa.
En realidad no es el
caso. Algo parecido a la meditación sucede cuando dormimos, o
cuando estamos absortos
leyendo un libro, o cuando “soñamos despiertos” y quedamos
tan perdidos en un
pensamiento o en una imagen que no notamos lo que sucede a
nuestro alrededor.
No hay razón para
pensar que la meditación es algo fuera de lo común. Más bien lo
contrario. La
meditación es la expresión más pura y natural que podemos tener. La
próxima vez que veas a
un gato o a un perro sentado tranquilamente y admires la
naturalidad de su
actuar, piensa en tu propia vida. No medites porque es parte de
tu programa o requerido
por tu filosofía particular. Medita porque es natural.
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