La
bisagra de una puerta que se mueve nunca se corroe.
El
agua que fluye nunca se estanca.
Incluso
en el otoño de tu vida, no puedes abandonar el crecimiento. Si lo haces,
estarás
invitando al deterioro.
Todos
los diferentes aspectos de la persona –cuerpo, mente y espíritu- tienen una
curiosa
característica: Si dejan de ser ejercitados, dejan de crecer. Una vez que
dejan
de crecer, comienzan a atrofiarse. Es por eso que, sin importar cuánto hayas
logrado
e independientemente de qué edad tengas, tienes que seguir ejercitando
todas
las partes de ti mismo.
Sólo
crecemos cuando somos desafiados. Los músculos no se fortalecen sin
resistencia.
Las facultades mentales no se agudizan sin pensamiento crítico. El
espíritu
no se eleva sin algo que lo emocione. El probar cosas nuevas
constantemente
puede parecer un gran esfuerzo, pero a menos que lo hagas, caerás
muy
rápidamente de tus alturas. La constancia del ejercicio físico, variando las
rutinas
de tanto en tanto, y la constancia de los desafíos mentales y espirituales
son
esenciales para evitar las debilidades de la vejez.
No
podemos revertir completamente el envejecimiento, pero podemos retrasarlo.
Mientras
permanezcamos vitales, no sufriremos tanto. Aunque envejecer es natural, a
veces
seguir el Tao supone más que seguir la ruta de la menor resistencia. ¿Por qué
deslizarse
hacia la vejez, enfermedad y senilidad? El desafiarse a uno mismo es
también
un camino válido, aunque difícil. A veces el Tao privilegia lo difícil por
sobre
lo fácil.
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