El verano marchitó la
hierba a rubio amarillento,
Achicharró las hojas a
papel quebradizo,
Secó los lagos a
arcilla agrietada.
El frío del otoño trajo
poco alivio-
Sólo heló la
devastación.
Pero con las suaves
lluvias ,
Se ablandaron las
fisuras de la tierra
Y las plantas disecadas
comenzaron a disolverse.
Lentamente, el
equilibrio llega otra vez.
Muchas culturas
describen a los ancianos como quienes han visto muchos inviernos.
Aquellos mayores han
visto muchos ciclos ir y venir, y su sabiduría viene de
observar largamente las
alzas y bajas de la vida.
Si tenemos una visión
amplia, nos damos cuenta de que el equilibrio llega en el
curso de la progresión
de la naturaleza. La naturaleza no alcanza el equilibrio
manteniéndose en un
solo nivel. Más bien, los elementos y las estaciones alternan
en sucesión unos con
otros. El equilibrio, según es definido por el Tao, no es
estático sino un
proceso dinámico de muchas alternancias sobrepuestas; incluso si
algunas fases parecen
salvajemente excesivas, son equilibradas por otras.
Todo tiene su lugar.
Todo tiene su temporada. En las vueltas de los
acontecimientos, el
equilibrio está en saber qué es lo que hay, qué es lo que
viene, y cómo estar en
perfecta armonía con eso. Entonces uno alcanza un estado tan
sublime que no puede
ser desafiado.
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