La
niebla convierte al mundo en una pintura vaga.
Incluso
los árboles cercanos están medio ocultos.
Pero
un solitario cuervo no deja de gritar;
Protesta
por estar en este sueño.
Una
y otra vez los sabios nos dicen que este mundo no es sino un sueño.
Cuando
uno despierta en mañanas de niebla, con la bruma ocultando valles y cerros,
con
los árboles y edificios del pueblo asomando como diáfanas apariciones,
podríamos
incluso estar de acuerdo con ellos. ¿No vimos este mismo incierto
espejismo
en las colinas de Vermont? ¿La hondonada del valle del Río Yangtzé? ¿Las
calles
de París? ¿No se mezclan las memorias con el sueño y convierten la realidad
en
una fantasmagoría?
El
mundo es un sueño del que no hay escapatoria.
En
este sueño quieto, hay un cuervo llamando. No para. Cuando todo lo demás está
congelado
en el amanecer sepulcral, este pájaro continúa gritando. Tal vez se da
cuenta
del mismo sueño. Protesta a toda voz.
Los
antiguos tenían la realidad exterior por irreal. Pero también está la realidad
interior.
Algunos de nosotros no aceptamos fácilmente las condiciones de esta
existencia.
Tenemos ojos para ver, pero también tenemos voz para refutar el engaño
existencial.
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