No hay que guardar, hay que dejar ir







ESTAMOS ACOSTUMBRADOS AL EXCESIVO APEGO A TODO LO QUE NOS SUCEDE TANTO LO BUENO COMO LO MALO Y A TODO LO QUE TENEMOS. MUCHAS VECES, NOS MORTIFICAMOS CON LOS RESTOS DE RECUERDOS QUE HEMOS GUARDADO CELOSAMENTE PARA SEGUIR DÁNDOLES VIDA, RETRO ALIMENTÁNDOLOS SIN UNA CAUSA APARENTE.

La vinculación al pasado es tan grande que hasta lo que duele nos empeñamos en conservarlo. Guardamos la primera flor que nos regalaron, ese tiquet de la película más romántica a la que asistimos o simplemente el recuerdo de un aroma que nos evoca a otro tiempo.

No es nocivo que todo esto nos acompañe, siempre que no lleve pegado el acento doloroso de algo que perdimos y que sentimos aún como fracaso. Si solamente representa una parte de nuestra biografía podemos comenzar a organizar nuestro museo particular. Una colección que muy pronto será un vestigio absurdo que únicamente servirá para añorar lo que sucedió e impedir que lo que llegue tome su lugar.

En la filosofía ZEN, se enseña que el verdadero valor de cualquier recipiente, es la capacidad de dicho recipiente y que la única forma de poder llenarlo es tenerlo vacio.

Guardar equivale a mantener. Supone alentar unas sensaciones que por no estar, pierden su auténtico significado y se convierten arquetipos desajustados que nunca son ya de nuestra talla. 

No podemos acomodar la ropa nueva sin vaciar el armario de la antigua. Nos quedamos demasiado pegados a lo que pasó como si quisiésemos dar marcha atrás y situarnos en las mismas coordenadas. Aunque si fuésemos capaces de razonar bien, enseguida rechazaríamos esa idea por la de abrir puertas a lo que está por venir.
GUARDAR Y NO SOLTAR, SUPONE QUE LA MOCHILA QUE LLEVAMOS COLGADA A NUESTRA ESPALDA, SEA CADA VEZ MÁS PESADA Y NOS IMPIDA AVANZAR CON LA VELOCIDAD CORRECTA.

Hay que disfrutar lo que en el aquí y el ahora tenemos. Gozar de las sensaciones placenteras que lleguen de los recuerdos… pero dejándolos libres para que vuelen donde deseen y se posen lejos de nuestro presente. Porque el pasado nunca se repite, aunque pudiésemos estar con las mismas personas en los mismos lugares.

Somos otros. A cada instante. Y debemos darnos la bienvenida a cada momento porque lo diferente que se instala en nosotros a cada paso, va dibujando una nueva persona cuyos rasgos principales podemos pintar a nuestro gusto con la emoción inmensa de poder elegir una completa renovación.

He comenzado a dibujarme distinto. Más alegre, con una esperanza infinita en lo que de bueno ha de sucederme aún, con un coraje de hierro para lo que pueda llegar, pero sobre todo con un corazón cada día más grande para acoger a todos lo que llenos de amor quieran entrar en él.

Para eso tengo que desprenderme de las flores secas, de los tiquets de cine y de esa ropa vieja que ocupa un lugar en mi armario que va a necesitar lo nuevo que me llegue.

ESO SÍ, QUEDARA GUARDADO EN MI INTERIOR, TODO EL APRENDIZAJE, DE LAS EXPERIENCIAS VIVIDAS, QUE EN DEFINITIVA ES LO QUE ME HACE EVOLUCIONAR CORRECTAMENTE.


Esteban Perez


No hay comentarios:

Publicar un comentario