Muy pocos quieren
reconocerlo; muy pocos quieren ocuparse del origen de esta amenaza: la
humanidad puede desaparecer en este siglo por el consumismo, la violencia y la
depredación que se exacerba en todo el mundo; puede desaparecer por los
peligros inherentes a las modernas tecnologías, por el calentamiento global y
por la globalización del desastre ecológico.
La modernidad se
encuentra afectada por una enfermedad terminal, pero, antes de morir se torna
más peligrosa y destructiva. Los años por venir serán decisivos para la
supervivencia de la humanidad; antes de diez años pueden aparecer los primeros
colapsos mundiales; puede aumentar la violencia en grado nunca visto en la
historia. Vivimos un ambiente cada día más enrarecido.
La situación es de tal
manera peligrosa que necesitamos hacer un alto en todo lo que hacemos, frenar
nuestras actividades habituales y hacer una prolongada meditación en torno a
los desechos tóxicos, a las contaminaciones del aire, al envenenamiento de los
mares, ríos, lagos, humedales, a la degradación de los suelos, a la muerte de
los bosques y selvas, a la desaparición del agua limpia, al desastre climático,
a la miseria, inseguridad y militarismo creciente, al desquiciamiento de la
sociedad y de la persona humana, a la destrucción de las culturas milenarias y
a la desarticulación de los valores en la sociedad moderna. Desentrañar como
llegamos a este desastre y como podemos salir de él.
Para avanzar en la
defensa de la Naturaleza es indispensable iniciar la revolución en nuestras
mentes, en nuestra imaginación; abrirnos a otra manera de pensar muy diferente
a la que enseñan en las escuelas, grandes enemigas de la sociedad; ver el mundo
con otros ojos; desear intensamente nuestra liberación de las adicciones que
nos impone la vida moderna.
Denunciar la inutilidad
de la mayor parte de los programas y planes gubernamentales o académicos para
la defensa de la Naturaleza, ligados a conceptos cuantitativos, tecnocientíficos,
económicos o tecnocráticos; no han dado resultado por muchos años y no darán
resultado alguno en los años por venir.
La tarea principal en
la defensa de la Naturaleza reside en la REVALORIZACIÓN DEL MUNDO: revalorizar
la naturaleza, el tiempo, el espacio, la gratuidad, el cuerpo humano, la
autenticidad de la vida, la convivencia humana, la autonomía, las culturas, las
economías, la artesanía y todo aquello que el mundo moderno ha devaluado por
medio de instrumentos y herramientas, por medio de ciencia y tecnología y por
medio de conceptos económicos.
Por otra parte,
necesitamos reestructurar el aparato de producción existente y las relaciones
sociales de acuerdo con los nuevos valores. Cambiarlo tan radicalmente como
radicales sean los cambios de valores en la sociedad.
Redistribuir las
riquezas y el acceso al patrimonio natural entre los países ricos y los pobres.
Redistribución de la tierra, de los derechos de extracción, del empleo, de las
utilidades, entre otros. Reconsiderar el uso del suelo como consecuencia de la
revolución de las mentalidades: quitar más y más tierra a la agricultura
industrializada, a la especulación inmobiliaria, a las industrias y servicios
contaminantes, al asfalto y al cemento, a la desertización y entregarla a la agricultura
campesina, biológica, respetuosa de los ecosistemas.
Relocalizar la
subsistencia, para conseguir el renacimiento de lo local. Este punto es
estratégico. Consumir lo que se produce localmente y producir lo que se consume
localmente, esta debe ser la gran tarea ecologista. Nos urge arraigarnos en un
lugar, cultivar verduras en la ciudad y resistir el consumo de productos
traídos del otro lado del mundo, con un enorme costo ecológico y un enorme
subsidio energético.
No queremos excusados
ingleses, ni tubos y bombas, ni agua embotellada; no queremos alimentación
industrializada; no queremos ni gestión estatal, ni privada del agua. No
queremos ni grandes gobiernos, ni grandes empresas; queremos comunidades
arraigadas y en armonía con la Naturaleza. A partir de lo que no queremos,
podemos ensayar nuevas costumbres, nuevas prácticas y experimentar técnicas
artesanales para el manejo comunitario de los alimentos, del agua, de la
energía, de la vivienda, de la movilidad, entre otros. Los nuevos valores deben
llevarnos a otro mundo respetuoso con la Naturaleza.
Extraído del texto
presentado por Miguel Valencia Mulkay en el FSM
Fuente: Eco Portal
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