El
que conoce el principio masculino, pero se atiene al principio femenino,
es
como un profundo cauce del mundo donde confluye todo bajo el cielo.
Siendo
el cauce del mundo, no deja la virtud constante, y regresa a lo
primordial.
Quien
conoce lo luminoso, pero elige lo oscuro, se convierte en el eje del
mundo.
Siendo
el eje del mundo, su poder es estable y no vacila.
Y,
sin moverse, vuelve al estado primordial.
El
que conoce su gloria y sigue siendo humilde, será el valle donde se erigirá
el
Universo.
Siendo
el valle donde se erige el Universo, posee la eterna virtud y regresa
nuevamente
a lo informal.
Lo
informal al dispersarse produce todas las formas.
Es
por éso que el sabio, siendo señor de los vasallos, preside el imperio en
su
conjunto y no se ocupa de detalles.
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