Si
un hombre quiere darle forma al mundo, modelarlo a su capricho,
difícilmente
lo conseguirá.
El
mundo es un jarro sagrado que no se puede manipular ni retocar.
Quien
trata de hacerlo, lo deforma.
Quien
lo aferra, lo pierde.
Por
éso el sabio no intenta modelarlo, luego no lo deforma.
No
lo aferra, luego no lo pierde.
Hay
quienes marchan adelante, hay quienes marchan atrás.
Hay
quienes permanecen callados, hay quienes hablan.
Algunos
son fuertes, otros débiles.
Algunos
medran, otros perecen.
Luego
el sabio rechaza el exceso, la extravagancia y la propia complacencia.
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