LOS RIESGOS DE LA PROTECCIÓN SOLAR

 


Todos los veranos millones de personas se encaminan hacia las playas para estar unos días junto al mar, bañarse, sentir su brisa, relajarse… y algunas de ellas, no pocas, con el afán añadido de ponerse morenas. Es decir, con la voluntad expresa de recibir una intensa radiación solar con fines “cosméticos”. Es algo que nunca se le habría ocurrido hacer a nuestros antepasados, pero que hoy, en estos tempos “locos”, se asume como lo más normal. Sea como fuese, y no solo en el litoral, sino también en otros entornos, como los del campo y la montaña, el hecho es que son muchos los que ven incrementada su exposición a los rayos del astro rey.

 

Si bien la exposición moderada al sol puede ser deseable, y hasta beneficiosa (por temas como la producción de vitamina D), la exposición excesiva puede ser muy perjudicial. Lo es, por ejemplo, por los riesgos más evidentes, como el de sufrir quemaduras de mayor o menor grado y en una mayor o menor extensión. Pero también por poder, en algún caso, incrementar el riesgo de problemas de salud muy serios, como los cánceres de piel. Un riesgo que en el mundo moderno se puede haber incrementado por factores como el famoso agujero en la capa de ozono, un problema que aunque ya no se hable tanto de él como hace tiempo, aún está muy lejos de haber sido resuelto.

 

Aunque parezca mentira, a pesar de los esfuerzos de concienciación, hay muchas personas con un grado de ignorancia monumental acerca de los riesgos del sol, que los hombres y mujeres de antes, más familiarizados con las posibles consecuencias al tener una vida más al aire libre, tenían bien asumidos. No tenían, a lo mejor, cremas solares como las de ahora, pero sí sabían evitar una serie de circunstancias de riesgo.

 

No es algo que solo afecte a algunos inconscientes turistas que, llegados de países en los que apenas calienta el sol, se tienden felices en las playas del sur de Europa, en las horas centrales del día, como si nada, incluso en algún caso quedándose dormidos, con sus blancas pieles, que pronto se pondrán rojas por las quemaduras. No. Son muchas las personas que, aún viviendo en países donde deberían estar más advertidos, operan de formas manifiestamente mejorables. Las hay, incluso, que piensan que pueden desentenderse del problema, exponerse indiscriminadamente al sol, confiando tan solo, por ejemplo, en la protección de las cremas solares. Como si estas les dotasen de superpoderes. Pero lo cierto es que, aunque reduzcan esos riesgos, no los eliminan por completo.

 

Lamentablemente, la realidad no es tan simple. Es necesario considerar una serie de factores. Por ejemplo, tener en cuenta los elementos que pueden influir en una mayor o menor intensidad de la radiación solar, tales como la hora del día (en las horas centrales puede ser elevadísima), la latitud, altitud, la presencia de nubes (que no implica muchas veces que no se esté produciendo irradiación, aunque no seamos tan conscientes de ella), etc. También que los tipos de piel influyen (pieles claras pueden ser más vulnerables). Pensar, además, que, aunque no se produzcan daños inmediatos y evidentes, el sol también puede ocasionar daños acumulativos causando envejecimiento de la piel, arrugas, manchas… y el ya citado cáncer de piel. Por no hablar de la posibilidad, por ejemplo, de daños oculares. Por estas y otras razones, es probable que se deba tener una actitud preventiva más razonada, reduciendo, por ejemplo, el tiempo que uno se expone al sol, especialmente en los momentos del día con más intensidad, como es entre las 12 y las 16 h, permaneciendo lo más posible a la sombra y protegiéndose, además, con sombreros y ropa adecuada en los momentos en los que uno no se esté, por ejemplo, bañando. Pensar también que la exposición excesiva de los niños al sol, los cuales tienen una piel más sensible, puede tener efectos mayores que en los adultos, incluso predisponiéndoles a problemas en etapas posteriores de su vida.

 

Llama la atención que incluso desde ciertas instancias oficiales cuando se habla de prevenir estos problemas se aluda, ante todo, al uso de cremas solares y no tanto a una reducción de la exposición al sol u otras medidas. Un protector solar no nos hace invulnerables. Hay también personas que han llegado a contraer un cáncer de piel, por ejemplo, usando mucho protector.

 

Las sustancias que aparecen en las etiquetas no siempre han de ser tomadas como referencia por su carácter incompleto. Además, que el producto no contenga algunas sustancias tóxicas, no implica que no pueda contener otras que a lo mejor también puedan causar problemas, por ejemplo, ftalatos y otras muchas.

 

Los científicos que alertan sobre los riesgos de las cremas cosméticas suelen aconsejar cautela, por ejemplo, recomendando que se reduzca su uso, especialmente en momentos como el embarazo.

 

Teniendo en cuenta que puede haber muchas otras, algunas de las sustancias asociadas a estos riesgos son:

 

-Sustancias del tipo de las benzofenonas (benzophenone (BP).

-Derivados del alcanfor como 4-methylbenzylidene camphor (4-MBC) o 3-benzylidene camphor (3-BC).

 

Por otro lado, tampoco se debe dejar de considerar otro aspecto, como son los propios riesgos, mayores o menores, que podría entrañar la exposición a algunas de las sustancias que pueden estar contenidas en las cremas solares.

 

Muchas personas simplemente reparan en el factor de protección solar que se afirma tener en el envase, o si acaso en la marca y poco más. Apenas suelen fijarse en las etiquetas de algunos de estos productos. Es probable que algunas de las muchas posibles sustancias contenidas puedan no figurar en tales etiquetas, ya que hay leyes de secreto comercial que hacen que no deba informarse de ello. Aún así, en muchos de estos productos, aparece una lista más o menos larga de compuestos químicos que pueden llegar a contener. Son sustancias de extraños nombres sobre las cuales el común de los mortales no suele saber absolutamente nada. Igual les daría que fuesen nombres escritos en chino. A pesar de no conocer nada acerca de esas sustancias, las personas, por un acto de fe ciega en las empresas y en las autoridades que debieran controlarlas, se ponen esas sustancias sobre la piel. Simplemente prestan atención a los beneficios que esperan obtener del uso de esa crema, pero sin considerar que tal uso pudiera entrañar algún perjuicio.

 

Sin embargo, lamentablemente, la realidad, de nuevo, no es tan sencilla y hace necesario que realicemos cierto ejercicio de reflexión. Pensar, por ejemplo, que poner una crema sobre nuestra piel no solo va a representar que esa crema tenga los efectos buscados como es, en este caso, la protección solar, sino que acaso también pudiese tener otros efectos no buscados. Al fin y al cabo, se debe considerar, en primer lugar, que las sustancias que esa crema contenga no solo van a quedar en la epidermis, sino que pueden pasar al interior de nuestro organismo y que entre esas sustancias pueden figurar algunas que la ciencia ha asociado a posibles problemas sanitarios. En las cremas solares puede haber, por ejemplo, diversas sustancias manipuladas con nanotecnología o algunas que podrían actuar como disruptoras endocrinas, esto es, que pueden alterar el equilibrio hormonal.

 

Desde que comenzó el uso cosmético de algunos de estos filtros, las principales preocupaciones fueron si protegían más o menos frente al sol y si podían tener efectos negativos en la piel. Sin embargo, una vez que se vio que penetraban a través de la piel y que se supo que aparecían en los peces, lo que evidenciaba que se convertían en contaminantes ambientales que podían llegarnos también a través de la dieta, la preocupación fue más allá de esas inquietudes iniciales para dirigirse hacia posibles efectos sistémicos y a evaluar sus posibles consecuencias de alteración hormonal.

 

Se han realizado diferentes investigaciones de laboratorio que han mostrado, con mayor o menor peso de la evidencia, la actividad hormonal de diversas sustancias usadas como filtros presentes en cremas solares, como algunas benzofenonas y derivados del alcanfor entre otras.

 

Algunas sustancias con este tipo de efectos de alteración hormonal aparecían asociadas, por ejemplo, a efectos estrogénicos o alteradores de los andrógenos. Se han observado alteraciones en el desarrollo del útero en ratas, favorecimiento del crecimiento de células de cáncer de mama humanas, descenso de los niveles de testosterona, alteraciones prostáticas, retraso de la pubertad, efectos tiroideos o alteraciones de conducta en roedores expuestos.

 

A consecuencia de los resultados obtenidos en múltiples estudios científicos, como los del investigador Lichtensteiger, de la Universidad de Zúrich en Suiza, se recomienda cierta precaución, en especial a las mujeres embarazadas y durante la lactancia, ya que las criaturas en gestación en su interior podrían ser especialmente sensibles a las alteraciones hormonales inducidas por algunas de estas sustancias, como también los niños lactantes. En estos estudios, se alertaba de la detección de algunos compuestos en la leche materna tras haber usado cremas solares.

 

Cabe citar, además, que el uso de cremas solares es tan abundante en algunas zonas costeras que los científicos han detectado una relevante contaminación del medio marino cercano, con posibles efectos ecológicos, por parte de las sustancias contenidas en estos productos. Esa contaminación podría incorporarse, además, en algún grado, en la cadena alimentaria, a través del pescado. Además, los filtros solares no solo se incorporan a las cremas citadas, sino también a materiales como plásticos y demás, por lo que su presencia como contaminantes ambientales es bastante frecuente.

 

Por otro lado, tampoco se debe dejar de considerar el hecho de que, obviamente, éstas no son las únicas sustancias contaminantes que podemos tener en el cuerpo, sino que se añaden otras que llegan a nuestro organismo a través de otros cosméticos, productos de limpieza, pesticidas, plásticos, etc., y que con frecuencia la suma de contaminantes puede incrementar los riesgos, lo que ha de hacer probablemente que no debamos subestimar cada nuevo contaminante que añadamos.

 

Sin caer en alarmismos excesivos, y situando el tema en su justo punto, sí parece que se deban tener en cuenta una serie de factores ponderándolos debidamente a la hora de protegerse de la radiación solar de un modo u otro, considerando pros y contras, y no limitándose a hacer un uso inconsciente de distintos productos. Ver si, por ejemplo, no sería a veces más aconsejable simplemente dosificar más tanto la exposición al sol como el uso de ciertas cremas, pensando que, en algunos momentos de la vida, como el embarazo, es probable que se deba tener más cautela con los productos que se aplican sobre la piel (no solo cremas solares). Indagar, por ejemplo, si existen marcas de cosmética ecológica que ofrezcan productos de este tipo sin presencia de una serie de compuestos y, aún en este caso, conservar el espíritu crítico sobre algunas de las sustancias que puedan contener. No dejar de usar nunca la facultad racional aunque cueste un poco más que simplemente hacer actos de fe ciega.

 

CARLOS DE PRADA. Responsable de Hogar sin Tóxicos www.hogarsintoxicos.org

Artículo publicado en la Revista Vivo Sano nº19

 

Fuente: Vivo Sano

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