EL TRABAJO DE SER DICHOSO

 


EL  TRABAJO  DE  SER  DICHOSO

Del sentimiento de tristeza al sentimiento de felicidad

 

La tristeza es una de las emociones básicas junto con la cólera, la alegría y el miedo. La pérdida de un ser querido, el conocimiento de una enfermedad, la pérdida del trabajo, el sentirse incapaz de algo, etcétera, pueden desencadenar estados de tristeza a veces muy profundos, siendo ésta una respuesta natural ante las situaciones dolorosas de la vida, y como tal, debemos expresarla permitiéndonos sentirla, pero eso sí,  atentos al sentimiento y a lo que nos pasa, es decir, consciente de cómo reaccionamos ante el dolor y la manera como lo expresamos, de esa forma podremos controlar o conducir el sentimiento para no quedarnos estancados en él.

 

Algunas personas necesitarán estar solas para recomponer las grietas que les ha ocasionado el dolor, en cambio otras necesitarán el apoyo de quienes las rodean; la intensidad, como sintamos la tristeza y como la expresemos, dependerá de la capacidad de la persona para superar las adversidades, entrando en juego muchos factores: genéticos, ambientales, de nuestra historia de vida, etcétera.

 

Se tiende a confundir algunos estados de tristeza con la depresión; sin embargo, se trata de dos realidades muy diferentes. La tristeza es una emoción necesaria, propia y natural en el ser humano, presentándose asociada a sentimientos como la rabia o la ansiedad, y soliendo mantener una evolución lógica, en la cual, tras los necesarios reajustes existenciales y psicoemocionales -a veces de larga duración-, la persona vuelve a su estado normal. La depresión, en cambio, es una enfermedad, o mejor dicho, un síntoma psicológico que surge como respuesta ante hechos traumáticos, carencias o desequilibrios, asociándose a sentimientos de desesperanza, baja autoestima y a una incapacidad para reaccionar ante sucesos placenteros, acompañándose, además, de una tendencia psíquica de carácter genético que  propicia la respuesta inadecuada frente a los hechos de la vida; por esta razón no todas las personas que han sido maltratadas en la infancia o que viven un hecho traumático caen en depresión.

 

La tristeza es una respuesta especifica, una expresión necesaria del dolor que se siente ante un hecho puntual y definido; la depresión, sin embargo, obedece a un desequilibrio más profundo que tiene que ver con los esquemas mentales, las creencias y las estrategias con las que la persona ha aprendido a adaptarse y  a mirar la vida, siendo necesario un apoyo farmacológico y psicoterapéutico que le permita, por una parte, relajar el estado en el que permanece y, por otra, clarificar y transformar aquellos esquemas enquistados, aprendiendo estrategias psicológicas que le ayuden a enfrentar con una actitud menos dañina la vida.

 

Lamentablemente, la generalidad de las depresiones son tratadas sólo farmacológicamente sin un complemento terapéutico conductual, adecuado, que ayude a modificar estos esquemas negativos, viéndose muchas veces estas personas obligadas a medicarse eternamente sin observar una mejoría real en el tiempo, y además estigmatizándose a sí mismas y hacia su entornos como depresivos crónicos, con lo cual se encierran en un círculo sin salida, al reforzar el sentimiento autodestructivo que subyace en toda depresión y que es el reconocimiento oculto de una profunda rabia consigo mismo, rabia que termina transformándose en su peor enemigo.

 

Se dice que la época actual es la civilización de la depresión debido al número de personas que sufren depresión o que padecen un cierto sentimiento depresivo. Según lo observado a través de mi trabajo, cuando emerge este sentimiento de tristeza no es por la pérdida de una persona real ni de un objeto material sino la pérdida de algo interno que se siente que se ha perdido o se ha destruido. La persona por una parte siente que necesita aquello que ha perdido, pero por otra lo oculta o se lo niega a sí misma, tal vez porque sabe que ha perdido algo aunque no sabe exactamente “qué” es, o porque no sabe cómo encajar el sentimiento, o porque sabe que el afrontarlo requiere un cambio y se resiste al cambio. Sea como sea, de ahí emerge el sentimiento de culpa por no ser feliz y, simultáneamente, el sentimiento de rabia o desprecio hacia sí mismo. Cuando las personas -incluidos los adolescentes- culpan a los demás por su infelicidad, en el fondo lo que hacen es ocultar la propia rabia hacia ellos mismos.

 

El sentimiento de felicidad no es algo que podamos obtener de lo que nos rodea o de quienes nos rodean, es algo que se puede lograr y mantener únicamente con esfuerzo y trabajo personal; requiere movilizar energías y estrategias de conducta que debemos ejercitar a diario, incluso los optimistas y los que gozan del sentimiento de felicidad por naturaleza propia.

-

Del mismo modo, como ejercitamos nuestro cuerpo para mantenerlo sano y sentirnos bien con él -haciendo ejercicio y esforzándonos en llevar una alimentación adecuada privándonos de otras cosas que nos gustan, y aún más si la genética no nos ha otorgado una salud recia o un cuerpo esbelto-, necesitamos también, trabajar para sentirnos felices.

 

¿Cómo? Esforzándonos en ejercitar la mente y el espíritu, revisando y transformando aquellos esquemas dañinos, o aquellas conductas viciadas en las que nos hemos acomodado. Estar atentos a la forma como dirigimos nuestros pensamientos, como sentimos y pensamos respecto a quienes nos rodean, de qué forma usamos nuestro lenguaje, cómo y en qué momento emitimos juicios. Observar si nos detenemos en los detalles y en la belleza que la vida nos ofrece a cada momento. Si hacemos un esfuerzo por reorganizar nuestra vida, o simplemente permanecemos enfrascados en pensamientos autodestructivos, asumiendo el papel de víctimas de lo que nos pasa.

 

Si queremos luchar por la felicidad, o aprender a ser optimistas, debemos librarnos de la inmovilidad y la pereza que nos impiden descubrir lo que verdaderamente somos: lo que nos hace vibrar, las capacidades y los recursos que poseemos, pero también tener muy claros nuestros límites. Si estamos confusos o no sabemos por dónde comenzar, pidamos ayuda, ya que en la vida escasamente nos enseñan a descubrir la propia naturaleza y lo que debemos hacer para sentirnos felices.

 

Patricia Abarca

 

Fuente: Revista Tu Mismo


No hay comentarios:

Publicar un comentario