Lo más importante que
tienes que sanar en ti es aprender a ver cada situación como es, sin
etiquetarla falsamente. No intentes disimularla, quitarle aspereza,
desvirtuarla… para con ello sentirte más
seguro. Ese proceder no te da seguridad.
Al contrario, la
confianza la consigues al mirar de frente la experiencia, lo que te sucede a ti
o a otros, para así verla en sus justos términos, tal como es. En esa realidad
se mueve una energía, y tú tomas conciencia de cual es, de modo aséptico, sin
involucrarte, sin que te condicione ni afecte. Es y está ahí. La miras, la
reconoces y permites que sea.
Esta conducta es
justamente la que te sana, no el falsear lo que ves, pues entonces te estarías
protegiendo y no podrías acceder a tu sensibilidad que es imprescindible para
el desarrollo de tu tarea de vida.
Mirando de frente la
experiencia se fortalece tu seguridad. De este modo desaparece de ti el temor y
te sanas plenamente. Es entonces cuando brotan tu autoconfianza y tu Amor.
En el tiempo en que esa
actitud sea para ti algo normal, experimentarás un profundo cambio interno. Si
bien esto que te digo puede parecerte inalcanzable, como un sueño mágico, es
algo natural y es lo que procede. Esta transformación la percibirás así:
El temor desaparece de
tu vida, y su lugar es ocupado por una inmensa paz, intuición y seguridad. El
Amor, que hasta entonces estaba latente en ti, empieza a expresarse a través de
tus acciones, palabras y pensamientos.
Observas que la Vida te
habla y comparte contigo, de amigo a amigo, la razón de cada experiencia que
vives tú o los demás. Comienzas a sentir el propósito de todo lo que sucede y
como el Amor de Dios aparece por doquier: en lo
grande y en lo pequeño; en lo visible y en lo invisible; en lo cercano y
en los confines del Universo. Sabes y sientes que eres ese Amor, y que tú y
Dios sois uno y lo mismo. Te amo.
Juan Jose Garcia
Pertusa
Fuente: Portal de
Concinecia
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