A lo largo del siglo XX
la astrología clásica, de orientación predictivo-determinista, fue dejando paso
a una astrología moderna cuyo objetivo primordial no era "adivinar el
futuro", sino servir como instrumento para el autoconocimiento y la realización
de los seres humanos. Conservando la sabiduría de la astrología tradicional,
este nuevo enfoque se centró en entender los procesos personales en lugar de
quedarse en los acontecimientos externos, enriqueció su lenguaje con las
aportaciones de la psicología moderna y se alineó con las corrientes humanista
y transpersonal nacientes.
Hoy en día cada vez hay
más personas que reconocen la valiosa aportación que ofrece esta astrología
renovada para su evolución personal, pero todavía existe un desconocimiento general
acerca del significado y función de esta ciencia milenaria. Las razones para
que dicho desconocimiento se haya perpetuado son diversas y sería muy extensa
su exposición. No cabe duda que los horóscopos de revistas han influido
negativamente al transmitir una imagen frívola de la astrología, y tampoco ha
ayudado el oportunismo de los pseudo-astrólogos o de determinados profesionales
con una precaria formación.
Todo ello ha alimentado
los prejuicios de la comunidad científica "oficial" que, erigida en
forma de moderna Inquisición, no ha dejado de dirigir furibundos ataques en
contra de la astrología y de todo aquello que no pasa por el cedazo de su estrecho
racionalismo. De poco han servido las declaraciones validando la astrología, de
personalidades cuya solvencia intelectual está fuera de toda duda. El célebre
psiquiatra y psicólogo Carl Gustav Jung ya escribía a finales de 1947:
"... muy a menudo
he descubierto que los datos astrológicos me ayudaban a dilucidar ciertos
puntos que de otra forma hubiera sido imposible de comprender"
En la actualidad
existen psiquiatras, psicólogos, médicos, filósofos, pedagogos e intelectuales
en los cinco continentes que declaran abiertamente su adhesión a los principios
astrológicos, sin embargo la mayoría de quienes militan en la estrechez del
materialismo científico siguen negando el valor de la astrología y la califican
de creencia supersticiosa. Precisamente refiriéndose a esta actitud prejuiciosa
hacia la astrología, Paramahansa Yogananda relata en su libro Autobiografía de
un Yogui, una conversación con su Maestro Sri Yukteswar en la que éste le
explica:
"No se trata de
creencia; la única actitud científica que debe tomarse sobre cualquier tema, es
investigar qué verdad hay en él. La ley de la gravedad operó tan efectivamente
antes de Newton como después de él. El cosmos estaría en una situación muy
caótica si las leyes no pudieran operar sin la sanción de la creencia humana
(...). El equilibrado ritmo del universo está fundado en la reciprocidad (...).
Un niño nace en el día y en la hora en que los rayos celestes están en armonía
matemática con su karma individual. Su horóscopo es un desafiante retrato suyo,
que revela su inalterable pasado y los probables resultados futuros..."
La carta astral que
representa las posiciones planetarias en el momento del nacimiento y su
interpretación se basa en el Principio hermético de correspondencia que
dice: "Como es arriba, es abajo;
como es abajo es arriba"
En base a este
Principio, podemos comprobar que la estructura celeste que existe al nacer
refleja simbólicamente las características y potencialidades innatas de la
persona que viene al mundo. Sin embargo, desde el momento del nacimiento, las
influencias familiares, socio-culturales y educativas, presionan al individuo
para que piense y se comporte de una determinada forma alejándole parcialmente
de su esencia.
Con el paso del tiempo,
aquellas partes de nosotros mismos que hemos ido negando debido a las
exigencias de nuestro entorno, pugnan por manifestarse creándonos conflictos
internos cuyo origen es inaccesible para nuestra conciencia. Es aquí donde la
carta astral cobra pleno sentido, pues nos sirve como un espejo que refleja la
naturaleza innata de nuestro mundo interior y al igual que un mapa, nos indica
caminos que conducen a lugares precisos que sólo nosotros podremos recorrer.
Al reconocer quienes
somos en realidad y descubrir los diversos itinerarios representados por
nuestro mapa natal, podemos avanzar en la dirección que creamos más adecuada
para evolucionar y alcanzar un estado de armonía con nosotros mismos y con el
mundo. Aunque lo realmente impactante al acceder a nuestra carta astral por
primera vez, es la evidencia de nuestro vínculo trascendente con un Universo
del que formamos parte...
© José Royo
Fuente: Astrologia del
Ser
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