Al aprender el código
del corazón, usted no sólo es capaz de prolongar su vida sino también la vida
de los que ama. Quizá el consejo higiénico más importante de todos sea «tener
corazón».
El siguiente, es un
extracto del libro “El código del corazón” del dr. Paul Pearsall, reconocido
psiconeuroinmunólogo, acerca de la potente energía que concentra el corazón y
que circula por todo el cuerpo, estableciendo conexiones complejas entre
cuerpo, mente y espíritu, de las que vemos testimonios diariamente y que
confirman que la comunicación permanente con nuestro corazón se convierte en
una herramienta de sanación y de elevación de nuestra consciencia
CUATRO HIPÓTESIS SOBRE
LA ENERGÍA, LA INFORMACIÓN Y LA RELACIÓN MENTE-CUERP
Nuestra comprensión del
corazón como un órgano sensible, al igual que la idea que tenemos acerca de las
milagrosas complejidades del cerebro, data de hace más de un siglo. En
comparación con el rápido progreso del estudio del cerebro, las investigaciones
sobre el corazón, considerándolo como algo más que una bomba impulsora, se
están realizando de forma mucho más lenta. Las hipótesis centrales sobre la
energía que, conteniendo información, es comunicada por el corazón fueron
originariamente propuestas por los doctores Gary E. Schwartz y Linda G. Russek.
Tales trabajos se hallan tan comprobados y tan claramente expuestos como
cualquier otro tipo de suposiciones científicas; pero la idea de un corazón
«pensante» y de la energía que lleva en sí información, como puntos de partida
para un estudio ulterior, parece ser dificil de aceptar para muchos científicos.
Ambos han combinado el
campo de la biología, de la nueva física que estudia la energía sutil y el
mundo invisible de lo atómico con la cardiología moderna, para poder explicar
la naturaleza infoenergética del corazón más allá de lo que los escépticos
consideran como un permanente impulso por mitificar el corazón. Basan su campo
de energía cardiológica en lo que llaman «teoría de los sistemas dinámicos de
memoria»; es decir, la idea de que todos los sistemas están cambiando
constantemente una energía mutuamente influenciable, que contiene información
que altera los sistemas que toman parte en el intercambio. Ofrecen cuatro
hipótesis para explicar cómo las células pueden ser capaces de extraer
recuerdos de la infoenergía que circula constantemente por el cuerpo impulsada
por el corazón. Seguidamente expongo de forma detallada esas hipótesis.
l. Información y
energía son la misma cosa. Todo cuanto existe tiene energía; la energía está
llena de información, y la infoenergía almacenada conforma la memoria celular.
Basándose en teorías e investigaciones hechas en el campo de la biología y
otras ciencias, se puede afirmar que todos los sistemas vivos son, por su
propia naturaleza, manifestaciones de la energía que contienen la información
(memoria) de lo que son y de cómo funcionan.
Para los científicos,
el término «sistema» hace referencia a un conjunto de interacciones entre
unidades inseparables. Desde la interacción entre las partes más pequeñas del
interior de una simple célula, al intercambio de informaciones entre los
miembros de una familia a la hora de comer, hasta la energía que va y viene
entre estrellas y planetas, todo existe en una continua relación
infoenergética. Y desde el momento en que todos los sistemas son un «tejido, de
energía que contiene información, todos los sistemas también están intercambiando
constantemente memoria.
2. Lo que llamamos
mente, conciencia o nuestras intenciones son realmente manifestaciones de
energía que contiene información. Basándose en lo aprendido en la física
moderna, información y mente parecen ser una y la misma cosa. Lo que yo llamo
energía «L» es el código básico de la vida, y lo que nuestro sistema» recuerda
como «quiénes» somos. La energía es la capacidad para trabajar y la fuerza que
conlleva nuestro código de vida personal (nuestra memoria sistémica) con la
información que contiene. La información es lo que otorga forma y estructura a
un sistema, y la energía es la fuerza o función que mueve un sistema, conecta
todos los aspectos de éste y los ayuda a comunicarse: Desde el momento en que
todos los sistemas se hallan conectados y comparten formas de la misma energía,
todos los sistemas comparten también una memoria común.
3. El corazón es el
principal generador de infoenergía. El corazón está lanzando formas de
infoenergía que regulan órganos y células por todo el cuerpo. Cada célula
corporal se halla literalmente bañada por la infoenergía generada por el
corazón. Desde el momento en que el
corazón es el generador y transmisor principal de infoenergía, es el centro de
recogida de los sistemas vitales, es decir, de la memoria celular.
4. Debido a que somos
manifestaciones de la infoenergía que llega, flota y es enviada constantemente
a y desde nuestro sistema celular total, lo que somos y cómo somos no es más
que una representación física de un conjunto recuperado de memorias celulares.
Basándonos en la biología celular, sabemos que ciertas moléculas tienen muy
buena memoria porque son asimismo muy buenas para almacenar una información
compleja y codificada. Por ejemplo, el ADN es un ácido nucleico encontrado en
el núcleo de todas las células que contiene información genética que determina,
hasta un punto todavía por especificar, no sólo cómo podemos mirar, sino
también qué tipo de enfermedades podemos desarrollar, lo gruñones o cariñosos
que somos e incluso la duración de nuestras vidas. Todas las células tienen
energía, de la misma manera que todas las células contienen y comparten
información. Todas las células almacenan memorias infoenergéticas, y nuestro
corazón, por la propia naturaleza de su inmenso poder, con millones de células
latiendo al unísono y localizadas en el centro de nuestro cuerpo, es el órgano
central que impulsa constantemente energía desde, entre y hacia todos los demás
órganos y células. Debido al código del corazón y a la memoria celular que
desarrolla, cada célula de nuestro cuerpo se vuelve una representación
holográfica o completa de nuestro corazón energético. De este modo pueden
producirse casos como el de la niña de la que hemos hablado anteriormente, y de
otros trasplantados de corazón de los que usted puede haber leído, o, cuando
menos, individuos que deseen aprender a utilizar las capacidades que todos
poseemos, para poder explicitar nuestras implícitas memorias celulares. Si
cualquiera de nosotros puede hacerlo, entonces también cualquiera de nosotros
tiene el potencial para convertirse en un recuperador de memoria celular.
UN UNIVERSO CEREBRAL
Incluso el discutir la
posibilidad de que el cerebro no sea el único poseedor de nuestra esencia
humana puede obligar a que ese cerebro arrogante retroceda ante la posibilidad
de que la contemplación, la reflexión, el recuerdo y la emoción puedan
originarse en cualquier otra parte del cuerpo que no sea en él. El cerebro se
ha desarrollado mucho, a su modo, en las últimas centurias. Desgraciadamente,
ha creado un mundo intenso, complejo, apresurado y con frecuencia, desalmado
que contribuye a la existencia de corazones enfermizos, sistemas inmunológicos
débiles y células malignas. El cerebro ha creado nuevas prolongaciones de sí
mismo, aparatos de energía electromagnética tales como teléfonos celulares,
computadores y otros sistemas de comunicación, increíblemente rápidos pero
igualmente poco personales, perfectamente adecuados para su propio desarrollo
que hablan en el lenguaje de su energía no demasiado sutil. Al corazón se le ha
dejado prácticamente al margen de la alianza entre el cerebro y el cuerpo; se
admira su potencia mecánica, aunque se abuse frecuentemente de su función
circulatoria para satisfacer a un cerebro que está exigiéndole continuamente.
La forma delicada que el corazón tiene de pensar y sentir acerca del mundo, y
la memoria celular infoenergética con la que únicamente puede conversar, son
olvidadas con frecuencia por los cardiólogos, preparados para pensar sobre el
corazón pero no para ver cómo el corazón pueda pensar.
El avance en el estudio
del código del corazón no podrá conseguirse si cedemos por completo al
imperativo evolutivo del cerebro como una manifestación de nuestro incesante
centrismo cerebral. Si permitimos que nuestro cerebro piense que «es nosotros»,
en lugar de ser una parte clave «de nosotros», no podremos aprender a conocer
la verdadera naturaleza de lo que significa el ser humano. La superviviencia
del más apto ha llegado a significar la supervivencia del más espabilado y el
más “cerebral”. Como consecuencia, se ha dejado libre al cerebro para que “haga
su cosa darwiniana”. Todo ello ha creado una visión de la vida individualista y
separatista, en la cual muchos de nosotros terminamos por sentimos
sobrecargados y solos en una lucha por el autoavance y la supervivencia. En nuestro bregar por convertimos en más y
más capacitados por controlar nuestro mundo, parece que nos hubiéramos vuelto
mucho menos unidos a él y con él. El cerebro
piensa que solamente su competencia inteligente, su alto nivel de energía y la
natural autoprotección son capaces de resolver las presiones de la vida. La
idea de que también el corazón pueda pensar es vista con incrédula antipatía y
con burla descalificadora desde un cerebro que piensa que su corazón, en el
caso de que pensara, lo haría con demasiada lentitud, sentimentalismo y
sutileza como para que pudiera utilizarse en la lucha cotidiana por la autopreservación
y el desarrollo.
Un mundo regido por el
cerebro puede que no sea el mundo que desea nuestro corazón y, así, mientras
disfrutamos de la tecnología y de los inventos producto de las maravillas de
nuestro cerebro, esos mismos avances y comodidades pueden estar amenazando ,
nuestra propia existencia.
Dos cosas hay que el
corazón pensante puede preguntarse sobre el nuevo milenio. Una es si podremos
sobrevivir en el mundo creado para nosotros por nuestro cerebro y en el camino
por el que aquel nos está llevando; la otra es que aunque el cerebro sea
suficientemente inteligente para mantenernos vivos en el mundo de este nuevo
milenio, ¿queremos vivir en ese mundo si nos sentimos cada vez más
desconectados, hostiles, autoprotegidos, temerosos y solos en el universo con
unas mentes brillantes pero con unas almas carentes de amor? Uno de los
objetivos de este libro es aprender a poner
más corazón en nuestras vidas, aprendiendo a tranquilizar un cerebro
apasionado e inquieto, de modo que pueda escuchar el código de un corazón más
suave y amoroso, capaz de hacerle ver que él no solamente se limita a cumplir
un imperativo biológico, sino que también es un instrumento para la purificación
y expresión del alma.
(…) Si estamos
dispuestos a intentar combinar lo mejor que el cerebro ha creado y creará, con
la sabiduría del código del corazón que puede ser nuestra alma, y que evoca las
memorias celulares que dan sentido a estas creaciones, podremos convertimos en
seres mucho más lúcidos de lo que hemos sido nunca. De este modo tendremos dos
inteligencias fundamentales y aprenderemos a respetar el escepticismo racional
de la ciencia, al tiempo que seguiremos buscando la energía del alma que
conlleva el corazón.
A la medicina
occidental no le gusta hablar ni tratar de medir la energía vital, pero la
medicina china, como casi todas las formas más antiguas de medicina, ha hecho siempre
hincapié en el modo energético de comprender la enfermedad y la curación.
Podemos leer en un texto taoísta «El universo produce Qui» (energía espiritual;
se pronuncia «chi»). Es un modo de contemplar la energía y la masa como formas
del mismo material cósmico. Mientras la biomedicina ve el corazón como un motor
potente construido de células pasivas e inertes, que envía un elemento
nutriente a otros receptáculos celulares asimismo estáticos y pasivos, las
antiguas y bien probadas medicinas del mundo no tienen duda alguna en ver al
corazón como material y energía y, al mismo tiempo, como partículas y ondas. El
sinólogo Nathan Sivin señala que el Qui (la versión china de la sutil energía
«L») es al mismo tiempo etérica (onda) y sustantiva (partícula). (Los
paréntesis son míos.) Dice que nosotros los médicos modernos tendemos a dividir
el mundo en sustancia (masa) y en función (energía), y, por tanto, tenemos
mucha dificultad en aceptar el hecho de que el cuerpo es masa, energía e
información, todo al mismo tiempo
Sivin observa que el
«Qui», o energía sutil, es lo que la vida hace existir y, al mismo tiempo, lo
que hace que la vida exista. (…) Este
cuanto intercambiable de materia-energía-información constituye la naturaleza fundamental
de la energía sutil, que el corazón envía a través y desde nosotros.
CINCO FALACIAS CEREBRALES
Durante mis entrevistas
con los pacientes que habían pasado el test H *E *A *R *T* (al final del artículo ) detecté cinco
«falacias cerebrales» que elevaban su puntuación y reflejaban la naturaleza
reactiva, egoísta y controladora de un cerebro que campea libre del influjo
moderador del corazón. Cuanto más elevada la puntuación de H E A R T, más
intacto se mostraba el pacto entre el cerebro y el cuerpo, y menor era la
energía del corazón que podía obtenerse para atemperar un enfebrecido cerebro,
ocupado en mantener en jaque a su propio cuerpo.
v Primera falacia cerebal: El mundo exterior se
halla en contra de nosotros. Las elevadas puntuaciones obtenidas en el H*E* A
*R *T* (superiores a 21) sostienen lo que el psicólogo Albert Bandura califica
como «una creencia en el determinismo ambiental». El cerebro contempla el mundo
como un problema con el que tiene que habérselas, y la elevada puntuación
obtenida por algunas de esas personas era debida a su falsa creencia de que la
conducta humana se halla en función de los estímulos ambientales, y que somos
víctimas de un mundo muy injusto y cruel.
El cerebro se haya
preparado para defenderse de él y para protegerse todo lo que pueda. El cerebro
tiene un rápida respuesta para lo que Albert Einstein consideraba la más
importante de todas las preguntas: “Es el universo un lugar amistoso u
hostil?”; el cerebro está seguro de que es un lugar hostil y que es necesario
enfrentarse a él si se quiere sobrevivir.
Debido a esta
orientación determinista, el cerebro está continuamente diciéndonos que debemos
mantenernos preparados para hacer cuanto podamos en contra de las injusticias y
desigualdades que nos acecha. En su última paradoja mental, el cerebro abusa y
explota su propio corazón hasta el punto de matarse a si mismo al tratar de
salvarse a toda costa. Es una forma de pacto suicida coronario-cerebral, en el
cual el corazón es un mirón inocente, mientras que el cerebro se convierte en
su propio verdugo.
v Segunda falacia cerebal: Victimismo. El
cerebro tiene tendencia hacia la censura crónica. Desde el momento en que se
considera «nosotros», y que es el más importante de todos nuestros órganos,
rápidamente considera estúpido cuanto no funciona según su criterio. Siempre
que no se cumplen rápida y satisfactoriamente sus expectativas de promoción
laboral, no recibe el elogio de sus actos, la recompensa por su actuación
amorosa, la adecuada plaza de aparcamiento, la complacencia de los demás por
sus propias expectativas o su necesidad de control, se cree objeto de una
injusticia. «Es injusto, por qué tú, por qué no yo, cómo podría yo» son su
respuestas inmediatas.
El corazón se considera
una parte de la Mente tripartita, formada por el cerebro, el cuerpo y el
corazón, y se halla dispuesto a unirse con el poder racional del cerebro y los
extraordinarios sentidos corporales para contribuir sutilmente a la vida
diaria. Mientras el cerebro utiliza su lucidez racional para buscar razones, la
sabiduría del corazón enseña que la mente es una parte que no puede hacer «su»
camino, sino que solamente puede ir con el Camino.
v Tercera falacia cerebral: Un duro trabajo
siempre obtiene resultados. Aún cuando el cerebro contempla el universo como un
lugar fuerte y hostil, contra el que hay que mantener una dura lucha a fin de
conseguir un cierto control que impida convertirse en su víctima, también está
convencido de que puede conseguir su porción de la tarta actuando sobre otros
cerebros. Cree que con suficiente esfuerzo, una hábil actuación para superar a
los demás y el sacrificio de aquellos aspectos de la vida por los que tanto
clama el corazón, podrá sobrevivir.
Muchos libros de
supuesta «auto ayuda» están escritos con el código del cerebro. Contienen
instrucciones para que usted sea todo lo que puede ser, para evitar los errores
de la disfuncionalidad, para hacer todo lo que pueda hacer, y para ganar; sin
que importe que cada una de esas victorias implique una pérdida para otra
persona. Un libro de «autoayuda» escrito con el código del corazón debería ser
más un libro para «ayudarnos», que nos proporcionase estos consejos esenciales
para la salud:
* No abuse de su
corazón permitiendo que su cerebro lo dañe exponiéndolo a un estrés constante y
a una continua brega para lograr un supuesto autodesarrollo.
* No explote su corazón
permitiendo que su cerebro se apropie equivocadamente de su milagrosa energía
con fines egoístas.
* No dañe su corazón
permitiendo que el egoísmo innato de su cerebro lo distancie de los corazones
de los demás.
* Y, por último, no
descuide su corazón permitiendo que su cerebro se consuma tan laboriosa y
reactivamente, intentando permanecer vivo, que olvide dejar un tiempo para que
su corazón pueda reflexionar sobre aquellos propósitos que usted escoge para su
vida.
v Cuarta falacia cerebral: Puedo cambiar a la
gente. El cerebro se considera a sí mismo controlador de otros cerebros, muy
poderoso, inteligente y “autoeficaz”. Cree que es lo suficientemente listo como
para hacer cambiar a otras personas, moviéndolas hacia donde él desea. Cuando
no lo consigue, o el cardiotemperamento de esas otras personas sale triunfante,
aun cuando hayan modificado algunas pautas de conducta, el cerebro se enfurece,
se impacienta e incluso exige al cuerpo que realice actos agresivos. El corazón
es lo suficientemente sabio para comprender que el cerebro no puede hacer
cambiar otros cerebros, pero también sabe que si quisiera prestar atención, el
cerebro puede aprender a tratar a otras personas de forma más tolerante, suave
y comprensible. El corazón sabe que
«usted, realmente, no puede hacer cambiar a los demás, pero puede cambiar su modo
de pensar acerca de ellos».
Es difícil cambiar un cerebro, pero cuando
sintonizamos con nuestro corazón, cambiamos nuestra Mente, introduciendo más energía
«L» equilibrada en el pacto cerebro-cuerpo.
v Quinta falacia cerebral: La frustración. Para
el corazón impaciente, la frustración de sus objetivos conduce rápidamente a la
ira. Los psicólogos llaman a esto hipótesis de la «frustración-agresión». í No
obstante, las investigaciones actuales demuestran que no es enteramente la
frustración la que conducen de forma directa a los actos agresivos, sino que la
frustración provoca sentimientos de odio y de hostilidad (poniendo a prueba el
control el Yo (léase «cerebro»). Estos desagradables sentimientos se convierte
en una agresión hacia aquel o aquellos que se encuentre (n) próximo(s). De este
modo, la frustración del cerebro se convierte en la ira que da pie a la
beligerancia. El cerebro puede sentirse frustrado en el trabajo y enfurecerse
más tarde en el hogar, provocando la desorganización del sistema familiar. Todo
esto se debe al desplazamiento de la frustración cerebral.
(…) El tipo de
educación que yo solicito en el presente capítulo es que aprendamos a leer
desde el corazón las advertencias de sus energías sutiles, que 10 hacen
sentirse herido cuando se lo deja al margen del diálogo cerebro-cuerpo, o se lo
estresa más allá de sus límites debido a las exigencias J;:erebrales. Al
aprender el código del corazón, usted no sólo es capaz de prolongar su vida
sino también la vida de los que ama. Quizá el consejo higiénico más importante
de todos sea «tener corazón». “
TEST DE COMPROBACIÓN DE
LA AMPLITUD DE LA ENERGÍA CARDIACA
(The Heart Energy Amplitude Recognition Test *
Doctor Paul Pearsall, President & CEO, Ho'ala Hou, Inc.)
*******************************************************************************************************************
PUNTUACIÓN 0 = Nunca; 1
= Casi nunca; 2 = Más que algunas veces; 3 = Muchas; 4 = Casi siempre
*******************************************************************************************************************
1. ¿Tiene usted prisa?
(¿Se está usted apresurando en la realización de este test?)
2. ¿Está usted tan
ocupado que los demás temen «molestarlo»?
3. ¿Dicen de usted que
camina, conduce o se mueve rápidamente?
4. ¿Le gusta «ganar
tiempo» haciendo varias cosas a la vez y/o pensando una cosa, mientras hace
otra?
5. ¿Da la impresión de
que usted se mantiene en una línea lenta?
6. ¿Le frustran los
«participantes poco cualificados para acciones rápidas»?
7. ¿Come usted deprisa?
8. ¿Pulsa usted los
botones del ascensor que ya están encendidos?
9. ¿Habla usted
deprisa, respirando de forma entrecortada, lanzando gotitas de saliva o
enredándosela lengua?
10. ¿Fuerza usted a que
los demás hablen deprisa, utilizando ciertos tics sonoros como «si, si, si, ya,
ya ya»?
11. ¿Manifiesta usted
su disgusto mediante chasquidos de lengua, movimientos de cabeza, elevación de
la comisura izquierda de la boca, suspiros, manos en las caderas o parpadeos?
12. ¿Pierde usted el
control cuando conduce?
13. ¿Se muestra usted
desconfiado y cínico con las razones de los demás?
14. ¿Padece usted de
«estrés del sueño» (ataques de insomnio, ronquidos, crujido de dientes, sacudidas
y vueltas en la cama?
15. ¿Cuenta usted
sucesos violentos, tiene salidas sarcásticas, comenta conflictos laborales,
esparce rumores y/o teme que le quiten su trabajo o su pareja?
16. ¿Tiene usted
conflictos familiares o de pareja y/o descuida su familia?
17. ¿Siente usted «un
bajóntras haber conseguido un éxito o logrado un objetivo?
18. ¿Cree usted que no
ha tenido el amor incondicional de uno, o de ambos, de sus padres?
19. ¿Tiene usted una
risa o un tono de voz sarcástico, duro, crítico y/o emplea «tacos» al hablar?
20. ¿Aprieta sus puños,
mueve los hombros o hace movimientos cortantes con las manos mientras habla?
21. ¿Evita usted los
gritos en público y/o tiene usted una risa alta, explosiva, casi cómica, más
social que sincera?
22. ¿Reacciona usted de
modo emocional, negativo y a la defensiva ante las críticas que se le hacen?
23. ¿Se siente usted
somnoliento y/o se duerme cuando se encuentra sentado tranquilamente durante un
rato, o cae en un estado de «hipnotismo» en las reuniones «aburridas»?
24. ¿Se adelanta usted
a contestar preguntas que no han sido formuladas del todo, se opone usted a
opiniones antes de que se expliquen enteramente, y cree firmemente que usted
tiene la razón?
25. ¿Sería estresante y
tenso el vivir y/o trabajar con usted?
*******************************************************************************************************************************************
PUNTOS TOTALES (Añádase
cinco puntos de penalización por tratar de conseguir una puntuación baja.)
********************************************************************************************************************
MODO DE INTERPRETAR LA
PUNTUACiÓN OBTENIDA EN SU TEST HEART
0-5 = ENERGíA
EQUILIBRADA. (Su energía cordial se halla en saludable equilibrio.)
6-10 = DEMASIADA
ENERGíA AGITADA. (Usted está molestando a su cuerpo y a los cuerpos y corazones
de los demás.)
11-20 = ENERGíA MUY
AGITADA. (Usted se está convirtiendo en un «verdadero daño» para su cuerpo y
para el cuerpo y el corazón de otras personas.)
MÁS DE 21 = ENERGíA
TÓXICA. (Usted se ha convertido en un verdadero daño para su cuerpo y para el
cuerpo y el corazón de otras personas.)
COMPRENDIENDO LA
PUNTUACIÓN DE SU H*E*A*R*T*
La muestra de 1.000
pacientes de corazón en la que ensayé el test dieron un promedio de 66 puntos.
En contraste, la muestra de 200 polinesios a quienes también se lo hice,
durante una gira de conferencias por las islas del Pacífico, dieron un promedio
de 8 puntos. Cuando presenté estos resultados en posteriores reuniones, siempre
se produjeron quejas de que este sistema de puntuación no es realista. Alguien
dijo: «Nadie podría obtener menos de 21 puntos en su test. No sería normal que
lo consiguieran; y si los polinesios lo consiguen es porque ni conducen ni
tienen ascensores; no viven en un mundo moderno con todo el estrés que ello
comporta.» Mi respuesta siempre fue: «Exactamente eso es lo que yo pienso.» Lo
que hemos venido a aceptar como energía vital «normal» en nuestra vida diaria
constituye la evidencia del constante abuso del cerebro sobre el cuerpo y el
corazón. La normalidad se ha convertido en una gran nesgo para nuestra salud.
Mientras que mis
técnicas de muestreo y la administración selectiva del test H*E*A*R *T* como un
instrumento de enseñanza clínica desechan el valor de esas cifras, salvo que
sea en el plano de una indicación general y en un cuadro de la energía del
corazón, el grado de diferencia entre las dos muestras de personas examinadas
en Occidente y en Polinesia manifiesta la energía ecológica existente en la
vida de las islas, en contraposición al de la vida continental. Al vivir en
Hawai, pude comprobar que la forma de vida oceánica y su íntima conexión con la
energía de la naturaleza, la vinculación a los antiguos modelos de energía
sanadora, el alto grado de énfasis en la familia, y el contemplar el corazón, y
no el cerebro, como centro de un estado
muy relajado de conciencia, podían haber determinado la baja puntuación d elos
polinesios.
Cada punto del test
H*E* A *R *T* está basado en las investigaciones más recientes de la psicología
cardiaca. Algo que ya está claro, partiendo de las investigaciones hechas en el
campo de la psiconeuroinmunología (el estudio de cómo el cerebro y el sistema
inmunitario interactúan con el resto del mundo), la psicología social (el
estudio de cómo las relaciones. interpersonales influencian y son influenciadas
por el mundo), la psicología de la salud (el estudio de cómo nuestra forma de
pensar y comportamos afecta a nuestra salud y a la salud de los demás) y la
epidemiología (el estudio de los orígenes y modelos de enfermedad), es que el
manifestar menos hostilidad y cinismo, y más conexión, en forma de sistemas
sociales más relajados y que se apoyen mutuamente, representa un amortiguador
de la enfermedad cardiaca. Aunque la falta de espacio no nos permite aquí una
discusión completa de las bases de la investigación para cada punto del test,
conviene decir que ninguno de ellos fue incluido a menos que quedara patente su
importancia por, al menos, cinco tipos de investigaciones hechas en los campos
científicos antes mencionados. Todos estos campos muestran que la reactividad
emocional crónica a factores estresantes inesperados, la hostilidad que flota
libremente y la impaciencia parecen constituir indicadores básicos de una
energía cardiaca desequilibrada y tóxica.
_____________________
PEARSALL, Paul. El
código del corazón. Extrayendo la energía y a fuerza de nuestro corazón. Nuevos
hallazgos sobre la memoria celular y su papel en la conexión mente, cuerpo y
espíritu.
Fuente: Ayurveda, Vida
y Armonia
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