Hoy descubrí que tengo cuerpo de otoño.
¿Cuerpo de otoño?
¡Ja, ja, ja, si de otoño!
Al menos soy consciente de él; con mi cuerpo de verano y de
primavera no actué en sensatez, supongo, tal vez el motivo es que esos cuerpos
están hechos para eso; para disfrutarlos y brillarlos, simplemente.
Bien, pues, descubrí hoy los comienzos de mi cuerpo de otoño.
Como el tronco del árbol, presento imperfecciones en todo mi
cuerpo y arrugas en mi cara, pero nada que no solucione o mitigue un buen
aceite natural que reequilibre el PH de mi piel.
Tal como las hojas no son ya verdes ni brillantes, tampoco brilla
mi pelo; es más, esta surcado por miles de canas, que escondo con una buena
capa de henna, sin artificios y natural como sus hojas; aunque estoy en el
proceso de pensar en que cuando las canas llenen mi cabeza ya no hace falta
nada que las oculte.
Al igual que el árbol mi tronco y ramas ya no son tan
flexibles, pero si tienen una fortaleza hasta ahora desconocida por mí; sé que
ha llegado el momento de detenerme,
respirar y permitirme soltar sin miedos, sin presiones, ni expectativas.
Sé que puedo soltar sin miedo, pues mis raíces se hunden en la
madre tierra dándome la seguridad que durante años busque.
No importa ya tanto si me como un pedazo de ese pastel que me
apetece, como si sigo la dieta de forma inflexible.
No me molesta si aparece una nueva arruga, como si me permito
ser tal cual yo me siento.
Si algo me saca de mi centro tampoco es tan importante, si al
final del día abracé a quien quería.
Como el árbol, cada día más busco el silencio y aprendo a que
es posible comunicarse desde el silencio.
Siento que mis raíces me anclan al presente y tejen una red de
sabiduría ancestral que debo de recordar y compartir.
Así pues, este es mi cuerpo de otoño, diferente, pero hermoso.
El sol le llena de energía; el agua lo limpia y el viento
acaricia cada recoveco mientras le cuenta los secretos de la vida.
Ya no quiero ser otra cosa que mujer otoño, la fragilidad de
antaño se disuelve y amanece una nueva mujer a la que no le importa demostrar
sus debilidades y sus virtudes; sus risas y sus lágrimas; una mujer condescendiente
con sus defectos, empoderada en sus dones y en pleno proceso de soltar y sobre
todo de amar.
Autora: Rosa Francés Cardona (Izha)
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