Los
antiguos pobladores de los Andes se alimentaban de muchas verduras, legumbres,
cereales y carnes de animales domésticos que les proporcionaba la Madre Tierra.
Los ancestros vivían en un mundo de armonía gracias a que eran muy organizados
para trabajar en la chacra y todo lo hacían con el permiso y consentimiento de
la Madre Tierra, respetando los calendarios agrícolas naturales que les
proporcionaba el Padre Sol y la Madre Luna, los encargados de coordinar las
temporadas de lluvia, de estío y la programación las fechas memorables y
festivas durante el año.
Sin
embargo, llegó una época de sequías y escasez de lluvias especialmente para los
pueblos de las altas punas donde el frío los castigaba duramente y no tenían
suficiente comida para sobrevivir; estos pueblos se volvieron guerreros y
comenzaron a invadir los valles quechuas pidiéndoles que les proporcionarän
cereales para su alimento o que les dejaran ocupar sus tierras.
Los
quechuas querían llegar a acuerdos de paz porque la vida se hacía más difícil
peleando entre hermanos, sin embargo, el Inka ordenó que todos los jóvenes más
fuertes de los ayllus, al mando de sus curacas, se organizarán para enrolarse
al ejército y hacer frente a los invasores que invadían las mejores tierras de
cultivo, en una guerra sin precedentes.
Los jóvenes
de todos los ayllus asistieron a la convocatoria del Inka, pero en el más noble
de los ayllus había una pareja de jóvenes enamorados que recientemente se
habían jurado amor eterno para formar su hogar y tener niños, a quienes el Inka
y el curaca les habían otorgado recientemente un terreno para que allí
construyeran su morada y cultivarán la tierra.
-Querida
esposa, amada mía, -dijo el joven a su esposa -tengo la responsabilidad de ir a
luchar por nuestros ayllus y defender nuestras tierras; todos los jóvenes están
yendo y yo también debo ir a enfrentar al enemigo y quiero que tú me esperes en
casa, yo volveré con la victoria, por la paz de nuestros ayllus-
Ella
asiente resignada y entre lágrimas manifiesta su deseo de acompañarle en la
jornada violenta: -Mi esposo, yo debo acompañarte, cantaremos las cashuas para
que nuestros apus no permitan que los ríos se tiñan de rojo con la sangre de
nuestros hermanos; yo quiero estar cerca de ti para atenderte si es que hieren
a tu cuerpo-
-No puedes
venir conmigo, yo quiero que te quedes en casa, me muero si te pasa algo en la
guerra, la cashua lo harán las chayñas, tu quédate en nuestro ayllu cuidando
nuestro ganado, yo volveré triunfante de la guerra- contestó el joven guerrero,
que partió llevando en su alforja algunas piedras protectoras consagradas por
su amada.
La joven
quedó intranquila entre el temor que su marido pudiera perecer en la guerra y
quedar sola sin su amado eterno. Esa misma noche y sin poder dormir, se dirigió
a la cocina donde aún se percibía el calor del fogón a leña, se sentó junto a
la hornilla sobre el poyo del fogón, luego tomó un cuchillo fino y sin pensarlo
dos veces, se cortó las dos trenzas de su cabellera hermosa para unir sus
cabellos negros y largos con los hilos finos de alpaca y se puso a tejer un
hermoso unku para su amado, de tal manera que sus cabellos mezclados con la
suave fibra de alpaca quedarán en la parte del tórax para que proteja el
corazón del guerrero.
Trabajó dos
días sin descanso, apenas dejaba el tejido para tomar sus alimentos y dormir un
poco llevada por el cansancio. Cuando el unku estuvo terminado, lo envolvió en
su lliclla y preparando su alforja, partió al campo de batalla llevando yerbas
medicinales, abrigo y sobre todo su decisión férrea de ayudar a su amado en la
guerra.
Al llegar
al campo de batalla se encontró con las chayñas que cantaban cánticos de guerra
y de piedad detrás de un peñasco para que no les llegaran los proyectiles
disparados por las hondas; en un momento se unió a ellas cantando las cashuas
mientras divisaba donde se encontraba su marido.
De pronto
logró apartarse de las chayñas y pudo ver a su marido en plena lucha cuerpo a
cuerpo, con makana en mano iba derribando a un grupo de cinco atacantes que lo
acechaban, mientras que de algunos metros de distancia un francotirador furtivo
apuntaba con su arco una terrible flecha contra su amado guerrero; ella al
darse cuenta corrió desesperada para prevenir a su esposo, pero al llegar a su
lado para avisarle el arquero ya había lanzado la fatídica flecha que alcanzó a
incrustarse en el pecho de la mujer enamorada que cayó
mortalmente,desfalleciendo ensangrentada sobre el piso.
El guerrero
dejando su pelea abrazó a su amada que llevaba entre sus manos el unku tejido
con sus cabellos y apenas ella pudo decir cuánto lo amaba y alcanzarle el unku
a su esposo y poco a poco se fue muriendo entre sus brazos. El joven
desesperado lanzó un grito desgarrador que vertía de lo más profundo de su ser,
tan fuerte y tan lastimero que los combatientes dejaron de pelear y el grito
seguía sonando entre los cerros que respondían con eco mientras las chayñas
cantaban la cashua de la muerte; el guerrero lloraba a cántaros y sin consuelo,
todos querían socorrerle pero no permitía que nadie se acerque a su cuadro de
dolor, sobre el cadáver inerme de su mujer caían sus lágrimas junto a la flecha
incrustada en su pecho.
La guerra
se fue paralizando pero el guerrero no dejaba de llorar sobre el cuerpo de su
amada, los guerreros decidieron marcharse, era la mujer, hija predilecta de la
Madre Tierra, la única víctima femenina que moría como si se tratara de la
misma Pachamama atacada por la guerra injusta.
Finalmente
el campo quedó vacío con sus huellas de sangre, los muertos fueron recogidos
por los ayllus, pero el joven no quería retirarse de su amada ni que nadie la
tocara con la flecha sobre su pecho, allí se quedó llorando todo el día y toda
la noche. En el cielo, las estrellas titilaban de tristeza y el Chukichinchay
le pedía a la Madre Luna que hablara con el Sol para que tenga misericordia con
sus hijos.
Al amanecer
el padre Sol tenía un plan resuelto. Durante la noche la Pachamama ya había
cubierto todo el cuerpo de la ñusta, solo quedaba la flecha erguida hacia el
Sol, mientras el guerrero no dejaba de llorar y sus lágrimas formaban un charco
junto a su amada.
El ol
apareció entre los cerros con su fulgurante luz; cuando de pronto la flecha se
puso verde y frente a los ojos del guerrero comenzó a crecer y a crecer, pero
él no dejaba de llorar, de pronto de la flecha comenzaron a salir unas hojas
largas como brazos que con el viento rozaban el cuerpo y rostro del guerrero.
No podía creerlo, se frotaba los ojos, se puso a acariciar a la flecha en vez
de odiarla y las hojas largas no dejaban de acariciarle, se paró sobre la
planta y de súbito comenzó a aparecer un fruto entre el tallo y las hojas. El
Sol ya estaba en el cenit y el fruto se engrosaba más y más, el hombre
acariciaba el fruto y entre tanto aparecieron en la parte superior los cabellos
de su amada pero con los colores del Sol que hermosos volaban con el viento...
él no podía creerlo, escarbó el suelo y su amada ya no estaba debajo de la
tierra, levantó los ojos y el fruto abrió sus hojitas como pancas y apareció la
sonrisa de su amada con sus dientes blancos que le decían:
-Ya no
sufras por mí amado esposo, ahora soy eterna, el Padre Sol me otorgó la vida
para estar contigo para siempre y proporcionar tanta comida para que los
hermanos ya no vuelvan a pelearse nunca y siempre sea paz en nuestros valles...
El guerrero cayó desmayado de emoción, pero al despertar, se había convertido
en un hermoso pájaro que nunca más se separaría de su amada. Luego el Sol llamó
al Inka y le ordenó cultivar la nueva planta que había nacido del amor y que en
adelante serviría de alimento para todo el mundo, que ya no tendría que
pelearse jamás.
- Que los
hombres se alimenten del amor -dijo el padre Sol- la planta llevará el nombre
de la ñusta: “Sara” ha de llamarse, y el guerrero vivirá eternamente con ella y
llevará por nombre “Sarapoqochi” tendrá por tarea hacer madurar a Sara y
limpiará sus espigas. También podrán alimentarse del tronco de Sara, que tiene
el sabor dulce de las lágrimas del guerrero para que nunca se olviden del
suceso y ya no se peleen entre hermanos.
Y así es
como nació el maíz entre los hombres.
Por Numitor
Hidalgo
Fuente : El
Orejiverde - 15 de Abril de 2018
Agradecimiento
A Amalia
Noemí Vargas el habernos acercado este texto de Numitor
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