AMOR Y ESPIRITUALIDAD DE ALBERT EINSTEIN

 




Albert Einstein dice: Hay dos fuerzas cósmicas poderosas, el amor y la espiritualidad, que estado unidos permiten conocer una brizna de la mente creadora.

 

AMOR Y ESPIRITUALIDAD DE ALBERT EINSTEIN

El amor y la espiritualidad, son la fuerza para permanecer fiel a tu propósito

 

Un hombre como Albert Einstein... Es un hombre de tremenda inteligencia, un genio magnífico, pero está obsesionado. Está tanto en su propia dimensión, el mundo de las estrellas, el universo, que poco a poco se vuelve completamente ciego en el amor, en la espiritualidad y en todo lo demás. Se olvida cuando tiene que irse a dormir, se olvida de cuando tiene que salir de su baño.

 

A veces durante seis horas Albert Einstein solía permanecer en su bañera, hasta que su esposa comenzó a hacer demasiado alboroto, llamando a la puerta. Y ella estaba entendiendo, por lo tanto toleró tanto como era posible, ¡pero seis horas en la bañera! Y ella estaba sentada con su almuerzo cada vez más fresco y más frío y frío, y ella sabía que no era bueno molestarlo porque incluso mientras él estaba en su bañera jugando con las burbujas de jabón, su mente se movía en las profundidades del universo.

 

¡Descubrió la teoría de la relatividad en su baño!

 

Solía decir a su esposa:

 

"No me molestes. Nada es más importante. Cuando me estoy moviendo en una cierta dirección, y estoy acercándose a la pista, y llamas a la puerta... Con tu llamada y tu almuerzo me has distraído. Me estaba acercando; ahora estoy tan lejos como antes. Y nadie sabe cuándo volveré a acercarme tanto al punto. No está en mis manos".

 

Este hombre está obsesionado.

 

Sin embargo, en los momentos que quería profundizar en el amor y la espiritualidad, lo hacia con la misma facilidad y genialidad que lo hacia con el universo.

 

Veamos que dice Albert Einstein sobre el amor y la espiritualidad...

 

LA ESPIRITUALIDAD

La espiritualidad es el sentimiento cósmico religioso

 

Albert Einstein explica un estado de experiencia espiritual que nada tiene que ver con dogmas o dioses, y que le pertenece a todos: es el llamado “sentimiento cósmico religioso”.

 

Todo cuanto ha hecho y pensado la raza humana tiene que ver con la satisfacción de necesidades profundamente sentidas y con la mitigación del dolor. Y es preciso tener esto continuamente presente si se desea comprender el significado y evolución de los movimientos espirituales.

 

Ese sentimiento cósmico religioso, es la más alta esfera de las capacidades humanas, puede compararse a lo que Freud llamaba el “sentimiento oceánico”, que es la intuición del infinito que todo hombre experimenta ante la mera existencia, o, en otras palabras, esa sensación de inmensidad y orfandad que rodea y ahoga al ser humano y le recuerda de manera primordial que es parte del todo.

 

Para hablar de esto, reconozco los límites del lenguaje. Admito que explicar esa sensación a quien no la haya experimentado en absoluto resulta difícil, si no imposible, sobre todo porque no está asociada a ningún concepto antropomórfico correspondiente a Dios.

 

Para que entiendan lo explicare así:

 

El individuo siente la futilidad de los deseos y aspiraciones humanas, y percibe al mismo tiempo el orden sublime y maravilloso que se pone de manifiesto tanto en la naturaleza como en el mundo del pensamiento.

 

La existencia individual se le impone como una especie de prisión, y ansía experimentar el universo como un todo único significativo.

 

Los albores del sentimiento cósmico religioso se dejan ya sentir en muchos de los Salmos de David y en algunos profetas. En el budismo, según aprendimos especialmente en algunos escritos maravillosos de Schopenhauer, aparece con mucha mayor fuerza este elemento.

 

Los genios espirituales de todas las épocas se han distinguido por esta especie de sentimiento religioso que no conoce dogmas ni concibe a Dios a imagen y semejanza humana; y que carece por tanto de iglesia alguna que deba basar en ellos sus principales enseñanzas.

 

Por eso, es precisamente entre los herejes de todos los tiempos entre quieres encontramos a esos hombres impregnados de esta forma suprema de sentimiento religioso, y que en muchos casos fueron considerados por sus contemporáneos como ateos, y también en otros como santos.

 

«Mirados a esta luz, hombres como Demócrito, Francisco de Asís y Spinoza son íntimamente afines entre sí».

 

El límite de mi mundo es el límite de mi leguaje, como diría Wittgenstein. ¿Cómo comunicar un sentimiento que no da lugar a un concepto definido de Dios ni a una teología? Esa función le corresponde al arte y a la ciencia en tanto que no sólo despiertan sino que mantienen vivo ese sentimiento en quienes tienen la capacidad de recibirlo.

 

«Y llegamos así a una concepción de lo más próspera entre la espiritualidad y la ciencia, antagonistas históricamente irreconciliables».

 

Hay que conseguir vincular la labor científica de los hombres más diligentes como lo fueron Newton y Kepler con esa fuerza reguladora que lleva a un individuo a seguir la voluntad universal. Es el ansia por comprender “aunque sólo fuera una brizna de la mente creadora que revela este mundo” lo que hace capaces a los hombres de gastar su vida en revelar la mecánica celeste. Lo que proporciona a un hombre esa fuerza, es el sentimiento cósmico religioso.

 

EL SENTIMIENTO CÓSMICO RELIGIOSO

Yo sostengo que el sentimiento cósmico religioso constituye la más fuerte y noble motivación de la investigación científica. Solamente quienes pueden percatarse del inmenso esfuerzo y, sobre todo, de la devoción que requiere trabajar como pionero en un campo científico teórico, son capaces de comprender que semejante trabajo, por alejado que pueda parecer de las realidades de la vida, sólo puede surgir de la fuerza emocional vinculada a tal sentimiento.

 

¡Qué profunda convicción de la racionalidad del universo, y qué ansia de comprender, aunque sólo fuera una brizna de la mente creadora que revela este mundo, debieron de tener Kepler y Newton, para hacerlos capaces de gastar años y años de solitario trabajo en el empeño de desenmarañar los principios de la mecánica celeste!

 

A aquellos cuyo contacto con la investigación científica proviene principalmente de sus aplicaciones prácticas les resulta fácil hacerse una idea completamente falsa de la mentalidad de esos hombres que, en medio de un mundo escéptico, han sido capaces de abrir el camino a otros espíritus afines desperdigados a lo largo y ancho del mundo y de los siglos.

 

Sólo quien ha dedicado su vida a empeños semejantes puede hacerse una idea vívida y adecuada de lo que inspiró a tales hombres y les proporcionó la fuerza necesaria para permanecer fieles a su propósito a pesar de incontables fracasos. Lo que proporciona a un hombre esa fuerza es el sentimiento cósmico religioso. Un contemporáneo nuestro ha dicho, no sin razón, que en esta era materialista en que vivimos, los únicos seres profundamente espirituales son quienes trabajan con la máxima seriedad.

 

EL AMOR

La carta que Albert Einstein a su hija Lieserl Einstein sobre el Amor.

 

Aunque no fue hasta finales de los años 80 que la hija del célebre genio las donó a la Universidad Hebrea, con la orden explícita de no hacer público su contenido hasta dos décadas después de su muerte, ésta en particular me ha resultado muy adecuada para compartirla con ustedes.

 

Veamos la carta de Albert Einstein a su hija Lieserl sobre el Amor...

 

“Mi querida Leiserl,

 

Cuando propuse la teoría de la relatividad, muy pocos me entendieron, y lo que te revelaré ahora para que lo transmitas a la humanidad también chocará con la incomprensión y los prejuicios del mundo. Te pido aún así, que la custodies todo el tiempo que sea necesario, años, décadas, hasta que la sociedad haya avanzado lo suficiente para acoger lo que te explico a continuación.

 

Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido identificado por nosotros. Esta fuerza universal es el AMOR.

 

Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas: el Amor.

 

El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe.

 

El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras.

 

El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos.

 

El Amor permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo.

 

El Amor revela y desvela.

 

Por amor se vive y se muere.

 

El Amor es Dios, y Dios es Amor.

 

Esta fuerza lo explica todo y da sentido en mayúsculas a la vida. Ésta es la variable que hemos olvidado durante demasiado tiempo, tal vez porque el amor nos da miedo, ya que es la única energía del universo que el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo. Para dar visibilidad al amor, he hecho una simple sustitución en mi ecuación más célebre.

 

Si en lugar de E= mc2 aceptamos que la energía para sanar el mundo puede obtenerse a través del amor multiplicado por la velocidad de la luz al cuadrado, llegaremos a la conclusión de que el amor es la fuerza más poderosa que existe, porque no tiene límites. Tras el fracaso de la humanidad en el uso y control de las otras fuerzas del universo, que se han vuelto contra nosotros, es urgente que nos alimentemos de otra clase de energía.

 

Si queremos que nuestra especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si queremos salvar el mundo y cada ser siente que en él habita, el amor es la única y la última respuesta.

 

Quizás aún no estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asolan el planeta. Sin embargo, cada individuo lleva en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada.

 

Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieserl, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede, porque el amor es la quinta esencia de la vida.

 

Lamento profundamente no haberte sabido expresar lo que alberga mi corazón, que ha latido silenciosamente por ti toda mi vida.

 

Tal vez sea demasiado tarde para pedir perdón, pero como el tiempo es relativo, necesito decirte que te quiero y que gracias a ti he llegado a la última respuesta!”.

 

Ama a quien te ama, valora a esa persona que esta junto a ti, incluso en los momentos en los que ni tu mismo(a) te soportas, quienes te aman estan junto a ti en los momentos dificiles, facil es estar en los buenos momentos dificiles es que esten juntos a ti cuando mas necesitas apoyo y atencion.

 

No permitas que la costumbre de tenerlo o tenerla, te arrebate de a poco ese alguien especial que la vida te ha dado. Recuerda que en los seres humanos el exterior no siempre demuestra lo que en el interior se siente. Cuida, escucha, atiende. Y sobre todo ama. Hasta que tus fuerzas se agoten, y si te agotas, descansa y vuelve a amar. Renueva los sentimientos y no desmayes. Se feliz y haz feliz.

 

Tu padre: Albert Einstein”


abert einstein


Fuente: La Iluminacion Espiritual


 


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