TEJIENDO EL HILO DE LA VIDA

 


Desde pequeña mi mamá me enseñó a coser, a tejer y siempre es una actividad que me relaja y estimula la creatividad, a través de las texturas, los colores, los pequeños retos que significa dar cada puntada y eventualmente los errores y nudos que se deben deshacer para que el resultado sea agradable a la vista. Como es normal, el lugar donde se guardan hilos y lanas se convierte en una maraña de colores, que de tanto en tanto es necesario ordenar, desenredar y preparar para la labor, actividad que me ayudó a desarrollar la paciencia y que hoy me inspira para tratar de comprender los “enredos” que se presentan en los sistemas familiares y cómo nos afectan esos temas sin resolver del pasado en nuestra conexión con la vida.

 

Los seres humanos estamos hechos de hilos de colores; cada uno tenemos cualidades y características en nuestra personalidad que nos convierten en obras únicas e irrepetibles, aunque compartamos esos colores con otras personas de nuestro sistema, y en el ejercicio de la vida de tanto en tanto se nos enreden produciendo enfermedades, traumas, fracasos, quiebras que hacen que esa fuente o hilo que nos conecta con la vida tenga fallas o se pierda la conexión.

 

Desde la visión de la Sintergética aprendemos a “tejer“ la red etérica, a reconectar el hilo de la vida y sobre todo, a tratar de comprender cuál es el origen profundo de esas alteraciones que vemos en la superficie de los campos físico-etérico, emocional o mental, y que poco a poco necesitamos traer a la consciencia para resolver. Así como podemos encontrar zonas donde la energía se cae, desaparece o se altera, a nivel de los sistemas familiares podemos ver esos hilos donde la vida se interrumpe, donde aunque sabemos que existe un vínculo, este parece que no transmite la vida en toda su capacidad, situación que frecuentemente puede producir depresión, impulsos de muerte (manifestados como accidentes frecuentes, enfermedades graves, intentos de suicidio) o esa sensación de desconexión con la vida.

 

¿Cómo podemos restaurar esa conexión? Es la pregunta que me hago siempre, y hoy quiero compartir algunas formas que he encontrado muy útiles para trabajar, tejiendo con los “hilos de colores” del sistema de cada persona.

 

Hija, madre, abuela materna, son siempre los hilos principales que constituyen la urdimbre de ese tejido que nos sostiene, y las dinámicas que podamos descubrir al respecto serán claves para que nuestra tierra interior tenga la adecuada solidez para recibir las semillas de la vida. La mayoría de los asuntos difíciles comienzan aquí, y frecuentemente podemos ver como las hijas se cambian de lugar emocionalmente para ocupar el lugar de la abuela, en un intento fallido por resolver los asuntos que la madre no ha podido solucionar. ¿Cómo se evidencia? A veces con un exceso de rigidez, control, crítica, vigilancia excesiva del mundo exterior, o por el contrario con un desconocimiento de las reglas de la sociedad y una “rebeldía” que las hace sobrepasar los límites todo el tiempo y pensar que “son mejores” que la madre.

 

En los hijos se puede observar muchas veces cómo se ponen en el lugar de “pareja de la mamá” o en el lugar del abuelo materno, lo cual genera muchas dificultades en el momento de estar en pareja, y en determinada etapa de la vida los lleva a una sensación profunda de “orfandad” porque al ocupar el lugar equivocado dentro del sistema familiar se pierden la oportunidad de recibir toda la fuerza de vida de la madre y del padre.

 

¿Cómo podemos traer orden a la “casa interior”? Lo primero como siempre es darnos cuenta del lugar que ocupamos frente a nuestros padres y en el caso de nuestros pacientes, descubrir en qué momento de la vida el vínculo se pudo enredar o romper, para poder deshacer el nudo o restablecerlo. La mano de la hija o hijo en el corazón de la madre y viceversa, o a través de un biocircuito, nos pueden ayudar mucho cuando contamos con ambos de manera presencial; cuando esto no es posible, podemos llevar esta imagen de los corazones conectados al lugar donde nos pueda resonar para restablecer la energía ancestral.

 

Imaginarnos como niños pequeños sintiendo y conectando con el corazón de la madre nos puede ayudar a ponernos en nuestro lugar de hijos, abriendo la puerta para sanar esas heridas de la infancia que muchas veces quedan ocultas bajo capas de fortaleza que van creando corazas en nuestro campo físico-etérico y que pueden debilitar el hilo de vida.

 

Las palabras claves en este proceso son Re-cordar ( volver a pasar por el corazón) y Re-conectar, tejiendo esos lazos que se debilitaron, reconstruyendo esos vínculos que las vicisitudes de la vida pudieron alterar.

 

El medicamento Universal para este proceso: la compasión.

 

Cuando encontramos dificultades con la madre, siempre podemos acudir a la abuela para que nos ayude; en ocasiones es necesario ir un poco más atrás en la línea materna hasta esa primera persona donde se perdió la ternura, el amor materno, la calidez de los primeros años, comprendiendo las historias y agradeciendo que la vida pasará hasta nosotros a pesar de las dificultades vividas. El terreno se restablece cuando deshacemos los nudos sistémicos a través de la consciencia, y la energía vuelve a fluir por el río de la vida.

 

Para que la vida se complete, necesitamos dos energías, dos polos, dos células primigenias que se unan, y de la misma manera para que el río de la vida fluya por el terreno es imprescindible la fuerza que le imprime el sistema paterno. Primero la tierra se prepara, y luego el agua ablanda el terreno para que la semilla pueda germinar. Cuando el cauce se interrumpe con piedras, palos, basura acumulada, el agua se desborda e interrumpe su cauce normal. Así mismo, las dificultades en la relación de los padres se convierten en obstáculos para la vida en los hijos cuando la mirada de éstos últimos se queda en el pasado intentando solucionar lo que no salió bien, o queriendo salvar del sufrimiento a cualquiera de los protagonistas de la historia.

 

La primera imagen que nos llega de nuestro papá, es a través de los ojos de nuestra mamá, de sus emociones, de su elemento agua. Cuando encontramos que la relación con el padre tiene dificultades, necesitamos primero mirar a la tierra, a la madre, afianzar los pies, pedir permiso al linaje materno y luego sí empezar a buscar dónde están los bloqueos que no dejan fluir el agua de la vida.

 

Madre, esposa, suegra, abuela paterna, son etapas necesarias para restablecer las conexiones comprendiendo que el mundo femenino es la puerta que nos puede abrir o bloquear el camino, y que como hijos necesitamos respetar la relación de nuestros padres como haya sido, comprendiendo que en nosotros siempre estarán unidos y que necesitamos de ambas fuerzas para poder caminar con firmeza por la vida.

 

Los hilos pueden ser de colores y texturas distintos, podremos encontrar algunos que nos gusten más que otros y en el arte de la vida tendremos que hacer uso de nuestra creatividad para tomar de un lado y de otro lo que necesitamos para completar la maravillosa obra que somos: creación perfecta de dos sistemas familiares con su riqueza de luces, de sombras y de colores.

 

Marcela Salazar González

 

Es Coordinadora de los proyectos Un Mundo Mejor y Construir Un Mundo Mejor.

 

Formada en Fonoaudióloga con especialización en Sintergética, Técnica AONC, Hipnosis ericksoniana, Psicología Sistémica, Mindfulness y Gestión emocional. Artista de obras en Geometría Sagrada.

 

Fuente: Asociacion Internacional Sintergetica

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