La actual forma de distribución del
sistema económico mundial deja afuera a gran parte de la humanidad. Recuperar
el valor de lo humano, de la vida y del planeta, introduciendo nociones como la
espiritualidad y el valor ético, es el gran desafío de las nuevas economías.
En un mundo donde la crisis económica
y climática es una realidad insoslayable, los seres humanos tenemos por delante
el gran desafío de aprender a crear mejores condiciones para todos.
Por Luciana Tixi
Cada vez es más evidente que el
sistema económico tradicional encuentra sus límites, tanto por el daño que está
causando en el medio ambiente, como por la exclusión de enormes sectores de la
población que caen fuera de este sistema de consumo. Frente a este panorama, surge
una miríada de propuestas que recuperan la ética, lo espiritual, lo humano y lo
ambiental, y lo ponen en el centro. ¿Cuáles son y qué proponen estas nuevas
formas de pensar una economía con propósito que favorezca el nacimiento de
sociedades más justas? Te compartimos a continuación algunas de las ideas que
están sonando con más fuerza en el ámbito económico global, a través de lo que
se ha dado en llamar como «nuevas economías».
Economías de crecimiento infinito
Tradicionalmente, las economías se
han medido por su “crecimiento”. De acuerdo a esa concepción, una economía
saludable es aquella cuyo PBI no deja de crecer. La idea de un crecimiento
sostenido, sin fin, que se alimenta del consumo masivo, parece ser la solución
universal de la economía. Esta idea está muy bien expuesta en Las etapas del
crecimiento económico: un manifiesto no comunista, el clásico de W. W. Rostow,
un economista y político estadounidense que participó de la campaña
presidencial de John F. Kennedy en 1960. Según Rostow, una economía exitosa
sería como un avión que despega y va en continuo ascenso.
Sin embargo, esta idea sobre la que
se apoya la economía capitalista tiene algunos problemas. No hay nada en la
naturaleza que pueda crecer indefinidamente sin causar daño. En un cuerpo si
algo crece por demás, empieza a provocar desarreglos celulares y se habla de un
tumor. Lo mismo sucede con la economía: ese crecimiento continuo está poniendo
en peligro el frágil equilibrio de este medio en el que vivimos, que es el
planeta.
Pero no sólo eso: también, a medida
que crece, la economía sigue dejando afuera a una enorme porción de la
humanidad, que no puede acceder a los bienes y servicios básicos para el
desarrollo de la vida (alimento, agua, vivienda, educación, trabajo).
Entonces, ¿no deberíamos repensar esa
idea tradicional, algo deshumanizada y quizás desactualizada, de economía?
Nuevas economías
A nivel mundial ya hay varias
trayectorias en marcha, todas ellas se agrupan en lo que se llama “Nuevas
Economías”. En la Argentina, la facultad de economía de la Universidad de
Córdoba tiene un Programa de Introducción a las Nuevas Economías (PINE). Economía
del bien común, Sistema B, economía de dona, economía regenerativa, economía
social y solidaria, economía del decrecimiento, economía para la vida, son
algunas de las formas que adoptan estos planteos alternativos. Todas ellas
apuntan en la misma dirección: recuperar el valor de lo humano, de la vida y
del planeta, romper con la lógica utilitarista de medios y fines y volver a
introducir lo espiritual y el valor ético como variable de determinación de la
conducta. Se trata de pensar una nueva forma de vivir y de gestionar la vida
porque tal como lo venimos haciendo estamos provocando tanto daño que la vida
en el planeta se volverá inviable. Y lo incuestionable es que no hay plan B, no
hay otro mundo en el que podamos vivir.
«Se trata de pensar una nueva forma
de vivir y de gestionar la vida porque tal como lo venimos haciendo estamos
provocando tanto daño que la vida en el planeta se volverá inviable. Y lo
incuestionable es que no hay plan B, no hay otro mundo en el que podamos
vivir».
Puede parecernos un sueño, una
utopía, pero lo cierto es que hay muchas tentativas en marcha y no se trata de
delirios irrealizables, sino de formas de organización que están alineadas con
los objetivos de desarrollo planteados por la ONU. No son tentativas
disruptivas, sino organizaciones y movimientos que abogan y ponen en
funcionamiento una manera distinta de distribución de ganancias, uso de los
recursos, y formas de trabajo.
¿Cuáles son estos movimientos, cómo
piensan la economía, cómo plantean la transición del modelo actual al nuevo?
Kate Raworth, autora del best seller
Donought Economics, en el que plantea que una economía saludable permite que
todo el sistema prospere.
Economía de la dona
“Una economía saludable debería estar
diseñada para prosperar, no para crecer”, es la premisa de Kate Raworth, una
economista inglesa, aunque quizás deberíamos decir una economista «renegada»,
como se autodefine ella. Autora del best seller Donought Economics. Seven ways
to think like a 21st century economist, Raworth plantea que hay que dejar de
pensar que una economía saludable es aquella cuyo PBI crece indefinidamente.
Desde su punto de vista, una economía saludable es más bien aquella que permite
que todo el sistema prospere, tanto la parte humana como la parte ambiental. En
lugar de esa línea diagonal que marca un ascenso sostenido, Kate Raworth
propone la forma de una donut (sí, la factura americana).
“Una economía saludable debería estar
diseñada para prosperar, no para crecer”, sostiene la economista Kate Raworth,
creadora de un movimiento que concibe la economía según la forma de una dona.
Esta donut tiene en el centro
distintas categorías que constituyen las necesidades básicas de las personas y
son el fundamento social de la economía: el acceso al agua, al alimento, a la
vivienda, el empleo, la educación, la igualdad. Por fuera de ese centro hay
otro círculo con categorías que representan el límite ecológico, el de la
tierra, que habría que respetar para que la vida sea viable y próspera. Para la
autora de esta teoría el desarrollo económico se da cuando se logra incluir a
más personas dentro del sistema y a la vez se busca respetar lo máximo posible
el planeta.
«No hay planeta B», es el lema de
miles de personas que promueven la necesidad de una economía para la vida.
Economía para la vida
“Plan A, porque no hay planeta B ni
vida B”, ese es el slogan del foro NESI (Nuevas Economías e Innovación Social,
por sus siglas en inglés), que es una iniciativa de la fundación Global Hub for
the Common Good. Diego Isabel La Moneda es el cofundador de este foro y explica
que ha llegado el momento de implementar un nuevo plan, de cocrear una economía
con sentido donde cada actividad empresarial tenga un impacto positivo, que
apueste a la producción local, a las formas de economía solidaria y
colaborativa, que busque el disfrute del trabajo, que sea circular y esté
basada en el ecodiseño, el consumo consciente, que cuide el planeta. Este
emprendedor y comunicador de las nuevas economías dice que los jóvenes ya no
quieren “tener cosas”, sino que quieren moverse, estar con otras personas,
tener experiencias, quieren trabajos justos y dignos, quieren consumir menos y
mejor.
La nueva economía debe ser una “economía para la vida”, que ponga el desarrollo humano y el cuidado del planeta en el centro, y debe involucrar a cada sector de la sociedad, desde los ciudadanos de a pie hasta las empresas, las instituciones civiles , el estado. Una economía para la vida debe pensarse entre todos.
Generar prácticas de intercambio destinadas a cuidar el planeta es una de las propuestas en materia de innovación económica.
Economía del cuidado
Si hablamos de nuevas economías sostenibles económicas, sociales y ambientales, tenemos que mencionar otro planteo económico vinculado con las tareas de cuidado. Éstas incluyen todas las tareas que se hacen para mantener y reparar el entorno en el que se vive: incluyen las tareas domésticas de limpieza, compras, alimentación, cuidado de las personas mayores, cuidado de los niños y niñas. La economía del cuidado abarca tanto las tareas que se hacen de forma no remunerada en los hogares, como las tareas de cuidado remuneradas en el mercado. El problema es que estas tareas casi siempre recae sobre las mujeres, marcando una distribucion desigual que impacta en su desarrollo personal y profesional. La economía del cuidado propone hacer visible esta desigualdad y mostrar también el impacto económico que estas tareas tienen en la vida diaria,
Sistema B
Este movimiento se creó en 2012 a partir del encuentro espontáneo de miles de personas preocupadas por cambiar la genética de la economía, por torcerla hacia un modelo que incorpore los valores de lo colectivo, sin sacrificar las necesidades particulares. La idea detrás de este movimiento es promover formas de organización económica que puedan medirse desde el bienestar de las personas, las sociedades y la tierra. Para ello, a través de esta red se van creando estándares, políticas y herramientas para los negocios, aquellos que cumplen pueden ser certificados como Empresas B. Estas empresas se comprometen a tener un impacto positivo en la sociedad y en el medio ambiente, amplían el deber de los accionistas para incluir intereses no financieros,
Hoy existen diez sistemas B en distintos países, uno internacional, ocho comunidades B locales y una comunidad de más de 650 empresas B.
La pobreza y la exclusión son la cara de una misma moneda: la existencia de una economía global donde solo caben unos pocos.
Las nuevas economías en la Argentina
El tema resuena en varios puntos del país, hay una comunidad enorme de personas, organizaciones, emprendedores y empresas impulsando las nuevas economías en distintas provincias.
Para empezar, en 2018 se presentó la Ley BIC (Ley de Beneficio e Interés Colectivo), que buscaba dar un marco jurídico a las empresas de triple impacto para que el Estado y los consumidores pudieran identificarlas e impulsarlas. En 2021 el proyecto volvió a ser presentado en la Cámara de Diputados porque había perdido el estado parlamentario, por no haber sido tratado en la Cámara de Senadores. Las empresas B y las de Triple Impacto están a la espera de la aprobación de esa Ley, no porque les otorgue beneficios impositivos, sino porque les permitirá comunicar mejor su método empresarial.
“El movimiento B es muy relevante en distintas provincias, cada vez se van sumando más empresas, hay más consultores que acompañan a en la transición. Ese es un indicador de la relevancia que están teniendo las nuevas economías en Argentina”, dice Víctor Mochkofsky, emprendedor y codirector del Programa de Introducción a las Nuevas Economías (PINE) de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Córdoba. “En la provincia de Córdoba, por ejemplo, hay varias iniciativas en marcha. A nivel de políticas públicas se ha definido a Córdoba como polo de la economía circular y en junio de este año se realizó en su capital la Segunda Edición de la Feria Mundial de Economía Circular. También en Córdoba, en Traslasierra, se armó un polo de la Economía del Bien Común”, cuenta en diálogo con Sophia.
Economía del Bien Común es una organización fundada por el economista austríaco Christian Felber, que propone un modelo económico más ético, en el que el bienestar de las personas y del medioambiente sea el objetivo de los negocios. En Traslasierra, se nuclearon varios productores y emprendedores alineados con estas ideas y formaron una Región del Bien Común desde donde impulsan redes que nuclean a productores y prestadores de servicios de la región, y se fomenta el uso de una “moneda social”, un sistema de intercambio que busca generar conciencia acerca del uso del dinero.
“A nivel académico es todo un hito que haya universidades que estén posicionando estos temas en su currículo o como programas de posgrado”, opina Víctor, que también nos cuenta que hay otras organizaciones como Eco House o Ionkos que están ofreciendo cursos sobre diversas temáticas desde eco-feminismo, economía circular hasta talleres que desde la antroposofía proponen repensar el uso del dinero.
Un buen ejemplo de esta construcción económica colectiva utilizada al bien común es la banca comunal de Nuestras Huellas, una ONG que trabaja para acompañar a las emprendedoras de distintos barrios del conurbano, facilitándoles microcréditos para desarrollar sus proyectos de acuerdo a los valores de la economía solidaria basado en la confianza y el apoyo mutuo. Para lograrlo, Nuestras Huellas aplicó la propuesta de Muhammad Yunus, economista y líder social que sentó las bases de las microfinanzas y ganó el Premio Nobel de la Paz. Consultada por Sophia, Paz González, su Directora Ejecutiva, expresó en una entrevista hace tiempo: «Confiamos en que todas las personas son personas de bien y partimos de la base de que todo puede mejorar. Trabajamos desde la potencia y no desde la carencia». Leé la charla completa haciendo clic acá.
Luciana Tixi
Fuente: Sophia On Line
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