Emilio Carrillo invita
a dar ese salto que, a veces, parece imposible, perderle el miedo a la muerte,
tan instalado socialmente. Acaba de publicar su enésimo libro, "El
tránsito" (Editorial Sirio), y sobre ese tema cuenta una experiencia
personal, como también la de otros. Y sostiene: "Es un imposible"
-A la muerte se la
niega, estigmatiza, es un tema tabú para la sociedad occidental. Y tú, Emilio,
te animas a hablar de ella abiertamente.
-En la sociedad actual
hay un intento de olvidar, ocultar, que la muerte es un hecho que está en la
vida. Pero las personas fallecen, es algo que se produce a diario. Se han ido
introduciendo costumbres, pautas sociales, que tienen precisamente ese
objetivo: que la muerte pase inadvertida. Hoy ya no hay velatorios en las
casas, las personas mueren en los hospitales, de la cama del hospital pasan al
tanatorio, se intenta enterrar lo antes posible. Incluso existe una práctica
bastante extendida de poner en los certificados médicos, si el deceso ocurre a
las 5 de la tarde, que ha sido un par de horas antes para no esperar y realizar
la inhumación al día siguiente. También se ha establecido que los niños no
vayan al entierro de sus abuelos. Es mirar al otro lado. Lo único cierto en la
vida, lo único que puedo asegurar sin ser adivino, es que se producirá un
momento determinado en el que acontecerá eso llamado muerte.
-Lo primero que dices
en tu libro es que “la muerte no es tal”. ¿Puedes explicar el porqué de esta
afirmación?
-Es sencillo. La muerte
es una puerta que se abre para ir de una habitación a otra de la vida. De la
habitación A, un plan físico y material, pasamos a la habitación B, un plano
más inefable, no físico, no material, que también tiene sus leyes, no físicas
pero sí naturales. La muerte es el denominado tránsito, para pasar a lo que se
suele llamar coloquialmente plano de luz. En las charlas digo que somos
Conductores encarnados en un coche para vivir la experiencia humana. A ese
Conductor le podemos dar muchos nombres, alma, energía, espíritu, amor, luz.
Qué cada cual, en función de su corriente cultural y espiritual, lo denomine
como quiera. El Conductor ha existido antes y lo hará después de estar aquí.
Para vivenciar, necesitamos un vehículo, un instrumento que posibilite palpar
esta experiencia. Es nuestro yo físico, mental y emocional, lo que nuestros
sentidos corpóreo-mentales perciben de uno mismo y de otros. Cuando llega ese
momento denominado muerte, ésta se produce sólo para el coche. Para el
Conductor no. Y puede plantearse volver al plano humano con un coche nuevo, que
se ajuste a las nuevas experiencias que quiera vivir. La muerte realmente es un
imposible, un fantasma de la imaginación humana; no hay razón para que le
tengamos miedo.
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-¿Y cómo lo sabes?
-Dispongo de tres
grandes fuentes, importantes. Para mí la más significativa es la meditación.
Hace muchos años que hago prácticas de introspección, de meditación, y he
conectado profundamente con lo que somos, con ese Conductor que
inevitablemente, olvidemos o no, realmente somos. He recordado su existencia,
que yo soy ese Conductor; me he ido desidentificando del coche y acercándome al
recuerdo de lo que es y lo que somos. En ese recuerdo he conectado con lo que
me gusta denominar la sabiduría innata, que tenemos todos, me ha mostrado cómo
es ese otro plano, lo que se vive en la experiencia de tránsito, etcétera. Otra
fuente, que entiendo como una bendición de la vida hacia mí, llega a través de
un accidente, una caída en una montaña que me provocó consecuencias físicas. Yo
viví el 29 de noviembre de 2010, entre las 4 y las 6 de la tarde, una
experiencia cercana a la muerte (ECM) en la UCI de un hospital. Percibí
claramente que salía de mi cuerpo, etcétera. La tercera fuente es que, a partir
de esa experiencia, me interesaron las EMC. Así encontré que hay muchísimas
personas y libros que describen lo mismo que yo viví. Lo que aquella tarde
percibí no tiene nada que ver con una fantasía de mi mente: hay protocolos,
pautas, que se repiten en todos esos otros casos y circunstancias.
-Aseguras que estamos
en el momento justo de incorporar culturalmente la idea de la muerte, ¿por qué?
-Hay razones desde una
perspectiva científica. La medicina ha avanzado extraordinariamente de mano de
la tecnología, con nuevos descubrimientos, y está haciendo que algo que antes
raramente sucedía, hoy acontezca con mucha frecuencia: personas en la última
frontera vital son recuperadas y vuelven con ECM vividas. En su libro “Yo vi la
luz”, un médico sevillano ya fallecido, Enrique Vila López, recopiló con su
mujer, María de los Ángeles Garfia, 120 experiencias que describen lo mismo,
con similares protocolos y pautas, personas de distintos lugares geográficos,
de diferente edad y sexo. En paralelo, hay una razón consciencial: el
convencimiento pleno de que la humanidad evoluciona en consciencia. A veces
puede parecer que la humanidad no evoluciona por los problemas de siempre:
guerras, violencia, miseria… Pero detrás de ese bosque hay una evolución y
siento que esto nos está llevando al momento de, por fin, coger el toro por los
cuernos. Es el momento en que la humanidad mire de cara a la muerte y la comprenda,
ayudada por los avances científicos, y pierda –esta es la clave– el miedo a la
muerte.
-Precisamente, hablemos
de plenitud ya que tú dices que no puede basarse en el miedo.
-La libertad es la
ausencia de miedo. Una persona libre no tiene miedo, la libertad completa es la
completa ausencia de miedo. Esto estaba en la comprensión de culturas muy
antiguas. Los idiomas europeos como el castellano o el inglés, en sus raíces,
proceden de unas ramas lingüísticas que se conocen como indoeuropeas, muchas
originarias del Medio y Extremo Oriente. En esas lenguas indoeuropeas la
palabra miedo se construía con un prefijo delante de la palabra libertad. Esto
se ha perdido en el castellano en su evolución desde el latín, pero en inglés,
por ejemplo, se ha mantenido: “free” es libre y “freedom” significa libertad;
pero cuando se pone una “a” delante se construye la palabra “afraid”, es decir,
“asustado”, “temeroso” (“to be afraid”: “tener miedo”). El miedo a la muerte
está presente, por eso se mira hacia otro lado. Tener miedo a la muerte es
tener miedo a la vida. Como si un francotirador te fuera a disparar en
cualquier momento, piensas “¿cuándo me va a llegar?”, y te proteges y siempre
andas con cuidado. Pero san Juan de la Cruz, desde su plenitud, dice “… dejando
mi cuidado entre las azucenas olvidado”. La gente se cuida mucho, se asegura,
quiere controlar la vida, esto es un absurdo porque sabemos que la vida fluye.
No puedes tener plenitud con miedo porque no hay libertad. Y al no haber
libertad, no puede haber plenitud.
-Señalas que en la raíz
del miedo está el ego.
-Sigamos con el símil
del coche y el Conductor. Cuando eres consciente de la divinidad, infinitud y
eternidad de lo que eres, tomas el mando del coche. Pero lo que le sucede a
muchos es que el Conductor está dormido, olvidado. El coche tiene un sistema
operativo, la mente. Y ante la ausencia del Conductor consciente, la mente
enciende un piloto automático, como pasa en los aviones. Así se sustituye el
mando consciente del conductor por ese piloto automático que es creación de la
mente, el ego. El ego es una creación que pertenece al mundo del coche. Y como
todo lo que es el coche, morirá con total seguridad, tiene fecha de caducidad,
y es lógico que tenga miedo a ese momento.
-En una ECM descubres
que no hay errores en la vida terrenal, según tu experiencia. Si aceptamos
esto, muchos sentimientos de culpa desaparecerían.
-Cuando yo salí aquel
día de mi cuerpo visualicé todo lo que había sido mi vida. Comprendí con
absoluta claridad que en ningún momento me había equivocado en nada, no había
cometido error alguno del que arrepentirme o querer eliminar por un sentimiento
de culpa, carga o lastre. Cada persona actúa en correspondencia con el estado
de conciencia que tiene en cada instante. Además, te das cuenta de que no se
trata de un tema de jerarquías, si se es más listo o más tonto, malo o bueno.
No, allí rigen el amor y el respeto al libre albedrío. En mi caso, comprobé que
aquellas cosas que había entendido como errores abrieron puertas a nuevas
vivencias, a nuevas experiencias. Si alguien dice “yo creo que me equivoqué
aquí y aquí, y me arrepiento y ojalá pudiera quitarlo de vida”, le comento que
si realmente lo borrara de su vida, la perspectiva que tiene ahora la perdería,
su estado de consciencia pasaría a ser otro. Por eso hay que respirar y vivir
muy tranquilos.
-Te refieres a estados
de conciencia y no de niveles. ¿No son lo mismo, confundimos los términos?
-Contemplemos la
naturaleza. En la ella, según el dicho andaluz, “ca uno es ca uno”. A pesar de
la mente, no hacemos niveles. Paseas por el campo, donde hay de todo, animales
chicos y grandes, plantas muy pequeñitas y grandes árboles, el cielo y la
montaña, el arroyo y el gran río… Cuando andas por allí no vas diciendo
“fíjate, esto es mejor que esto” o “aquello es peor”. Entiendes que todo forma
parte de un conjunto y cada cosa tiene su sitio. También en el cosmos y lo que
nos rodea. Sin embargo, con qué facilidad en el ámbito humano nos pasamos la
vida haciendo juicios, de nosotros mismos y de los demás. Al dejar de lado la
mente, las jerarquías y los niveles desaparecen. Cada uno está en su estado de
conciencia y proceso evolutivo y no hay más historias.
-Una buena pregunta que
planteas es por qué no vivimos todo de un tirón, evitando las encarnaciones.
-Hay una razón
espiritual profunda. Esa ruptura entre las encarnaciones acelera el proceso
consciencial. En el plano de luz tienes una percepción, una perspectiva amplia
de las cosas, ahí se ofrece una ventaja que no posee una encarnación única, que
es evaluar tus experiencias y decidir cuáles quieres vivir y volver a encarnar
y comenzar un nueva vida en consonancia con ello.
-¿Quién decide la hora
de hacer el tránsito?
-El coche no se
estropea por casualidad, cuando llega al fin de sus días es porque lo decide el
Conductor. Ha llegado el momento de transitar y a partir de ahí genera un
accidente o una enfermedad para desencarnar. El Conductor lo decide cuando
aquellas experiencias para las que había encarnado, las ha vivido. O también
cuando viniste a vivir unas experiencias, pero por libre albedrío no las llevas
a cabo y llega un momento en el que comprendes que ya no las vivirás, y
entonces desencarnas.
-Comparto contigo la
afirmación de que nadie viene a esta vida a sufrir.
-Y añadiría otra: sufre
quien quiere. El sufrimiento es una elección y forma parte del proceso
consciencial. Místicos como san Juan de la Cruz lo han llamado “la noche
oscura”. El sufrimiento, la tristeza, la soledad, tienen su papel, pero
¡cuidado!: tú eres libre de decir “vale, el sufrimiento es una vía de evolución
consciencial, pero yo voy a evolucionar desde el gozo, el placer de la vida
misma”. La mente, además de ver todo torcido, funciona en el contraste, en los
opuestos, y siempre tiende a ir hacia el lado negativo. En la cuestión de salud
y enfermedad, las personas sanas no valoran la salud que tienen, los días pasan
sin que haya un agradecimiento a ellas mismas y a la vida por poder disfrutarlos
con fortaleza y energía. Pero llega una simple gripe y ya estás pensando en lo
importante que es la salud; y cuando la recuperas, te olvidas de nuevo.
-Enfermamos por la
mente…
-Sí, cuando te empeñas
en vivir a través de la mente. El estado de conciencia evoluciona por las
experiencias del día a día, no por los libros que leas o los vídeos que veas,
que sólo sirven si hay interiorización propia y puesta en práctica. La mente no
computa las experiencias de gozo, como la salud, pero sí las experiencias del
sufrimiento, como la enfermedad. Es como si hubiera dos zumos: uno de naranja,
dulce; y otro de limón, ácido. La mente no ve el de naranja, así la gente para
evolucionar toma mucho zumo de limón. ¡Oye, déjalo, de lo contrario no te
quejes! Valora la salud y evoluciona desde el gozo. Desde hace mucho tiempo
evoluciono desde el gozo, de mi vida ha desparecido radicalmente el
sufrimiento, se acabó. No me inquieto por nada.
-Por eso afirmas que la
iluminación es vivir sin quejas. ¿No hay que ir a un Shangri-La? Es mucho más
económico y simple el trámite.
-La iluminación
consiste en darte cuenta de lo innecesario de la iluminación, porque ya lo
estás. Estamos iluminados, es lo que somos; cosa distinta es que te aferres al
coche, te olvides de lo que eres y te lances buscando la iluminación no sabemos
dónde. Como ha dicho Krishnamurti, sé una luz para ti mismo. La iluminación es
ser normal. Cuando una persona se quiere revestir de “circunstancias
especiales”, esa persona no está iluminada. La iluminación no consiste en
levitar, hacer milagros o cosas raras de telepatía, adivinación, recibir
mensajes de vayas saber dónde. Eso no tiene nada que ver con la iluminación. La
persona iluminada es normal, entendiendo como tal a quien lleva una vida
sencilla, con una práctica cotidiana basada en esa simpleza, con mucha paz, en
el aquí y ahora, compartiendo con los demás. Es verdad que en el lenguaje
coloquial hemos terminado confundiendo lo que es frecuente con lo que es
normal. Muchas cosas frecuentes no son normales sino profundamente anormales, y
cosas normales son muy poco frecuentes.
La mayor plasmación
práctica en la vida diaria de la iluminación es vivir sin quejas. Una persona
iluminada ha comprendido que lo que ocurre en su vida y en la de los demás, en
la Tierra, en el cosmos, todo tiene su sentido profundo. No existen las
casualidades, todo está lleno de sincronías, en una permanente relación
causa-efecto, y todo tiene su sitio. A partir de esa comprensión real que no da
la mente, sino el corazón, que no es un acto de fe, desaparece la queja. Te
enamoras de la vida, vives la vida como lo que es en su totalidad, no la
divides en partes, no caes en la estupidez del ego de que “esto me gusta y
aquello no”. ¿Tú quién eres para juzgar la vida? Intenta adquirir una
perspectiva más amplia, comprueba que la vida entera es un milagro, en ella
todo lo que acontece tiene ese porqué y para qué, un sentido profundo. Se
confía en la vida, la confianza genera aceptación que no es resignación o
impotencia, la aceptación que deriva de que tú confías en la vida. Esa
confianza genera aceptación, ya no hay quejas.
-También recuerdas que
el núcleo duro de la espiritualidad se resume en aquella frase de “conócete a
ti mismo”. Para qué buscar más…
-Entre otros sitios, la
frase estaba colocada en el pronaos del Templo de Apolo en Delfos, en la Grecia
antigua, hace dos mil quinientos años. Allí la gente se conectaba con lo
divino, el oráculo de los dioses. Y los sabios la pusieron para que la gente se
enterara desde el principio: “Oye, conócete a ti mismo porque eso es la
espiritualidad”. Expresado también a modo de símil, ¿sabes que pondrían hoy
esos sabios?… “Recuerda que eres Conductor y coche, eso es conocerse a sí
mismo”. Tienes un yo físico, mental y emocional y eres divino, infinito y
eterno: un ser que procede de donde no hay tiempo y espacio, pero estás aquí
viviendo una experiencia donde hay tiempo y espacio; y necesitas un vehículo,
el cuerpo, la mente… Sin embargo, eres mucho más que eso.
-¿Y siempre aparecen
señales que avisan?
-Podemos percibir la
llegada de ese momento porque se dan mensajes. Yo lo viví en agosto de 2010,
cuando tuve la claridad absoluta, al hacer meditación, de que en mi vida iba a
ver un vuelco, ocurriría algo que yo asociaba con el fenómeno de la mal llamada
muerte. Igualmente, he hablado de ello con personas que han vivido ECM´s. Y en
muchos libros que recopilan estas experiencias se menciona. Por eso lo afirmo
rotundamente: siempre, siempre, hay señales que te dicen que ha llegado el
momento, que el desencarnar, el tránsito, está a la vuelta de la esquina. Sin
embargo, vamos en el coche tan apegado a él, con tanta velocidad, viviendo en
una sociedad que rinde culto a la velocidad, que esas señales las tenemos
delante y no las vemos.
-Nos queda hablar de
los enfermos terminales, la esquizofrenia, el alzhéimer, la bipolaridad, el
karma… ¡del Gran Olvido! (risas).
-Sí que quedan cosas
fuera, pero para ello está el libro.
-Lo más curioso es que
esto se publica en un mes, diciembre, cuando termina el año. Alguien pensará
“qué manera de terminarlo hablando de estas cosas”.
-Es que esa observación
procede del miedo, pero estamos diciendo que la muerte no existe. ¡Qué mejor
noticia para la humanidad en el arranque de 2016!
Aurelio Alvarez Cortez
entrevista a
Emilio Carrillo
Fuente: Tu Mismo
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