Muchas veces pensamos
haber tomado el camino equivocado, podemos lamentarnos por decisiones tomadas
que nos han traído consecuencias que hubiésemos preferido no vivir, podemos
lamentar el tiempo invertido en algo… Podemos arrepentirnos y culparnos, así no
sea con papel protagónico, podemos sentir esa nostalgia por algo perdido o por
caminos no recorridos.
Sin embargo, es
importante concientizar que nada nos ocurre de manera casual, que todo tiene
una razón y que cada una de nuestras experiencias, de nuestras relaciones, de
nuestros pasos, tiene la intención de ubicarnos exactamente en lo que debemos
vivir, para nuestro crecimiento, para mirar a través de nuevos cristales, para
valorar la vida y sus milagros.
Debemos confiar en el
proceso de la vida, evidentemente no se trata de cruzarnos de brazos, esperando
que lo que tengamos que vivir pase a través de nosotros, no, nuestros tránsitos
están ajustados a nuestro crecimiento, al provecho que saquemos de nuestras
experiencias y mientras mayor provecho le saquemos al tiempo que puede ser una
limitante, estaremos seguramente frente a experiencias mucho más retadoras, que
nos impulsen a sacar de nosotros lo mejor y rescatar en cada una de las cosas
lo positivo.
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No debemos recriminar
de nuestro pasado, lo que hicimos en su momento fue lo único que pudimos haber
hecho con los recursos y el conocimiento que poseíamos, así que aparte de ser
un desgaste energético es totalmente inútil revisar el pasado para sentir
culpas o remordimientos, para recordar penas o desear tomar venganza. Solo
debemos utilizar nuestro pasado con fines prácticos, aprender lo más posible de
él, ver cuánto hemos crecido y qué fortalezas hemos desarrollado.
Por más enigmática que pueda
resultar la vida, no debemos perder de vista el propósito principal:
¡Ser felices!
A pesar de, incluso
con… Debemos aprender a mantener nuestra serenidad a pesar de la tormenta, no
buscar afuera lo que solo está en nuestro interior, nunca nada, ni una
propiedad, ni una cuenta bancaria, ni un logro, ni el mayor orgullo, será
causante de felicidad real, todo ello nos llena de alegría, de emociones
positivas, pero resultan ser puntuales y siempre nos quedaremos con esa
sensación de “ah, ya lo tengo… ¿y ahora?” y así vamos como conejos detrás de su
zanahoria buscando la felicidad en los sitios o momentos equivocados.
La felicidad es el
producto de una perspectiva cargada de mayor consciencia, donde podemos
apreciar cada momento y aceptarlo tal y como es, sin pretender que sea
diferente. La felicidad es esa ausencia de resistencia ante lo que no es como
queremos, es poder dar lo mejor de nosotros en pro de lo que queremos,
apostando siempre por el hecho de que quizás no podamos cambiar algo en
particular, pero que al cambiar nuestra manera de verlo, ya sentiremos la paz
necesaria para transitar cualquier situación.
Relájate, estás en el
único sitio en el que podrías estar, disfruta, aprende, crece, ama y déjate
amar.
Fuente: rincondeltibet
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