En Península Mitre, Tierra del Fuego,
se encuentra uno de los ecosistemas de turberas más importantes del planeta. En
esta nota te contamos por qué es una gran esperanza para la humanidad.
Un paisaje de turberas muy cerca de
Ushuaia, en donde también se concentran turberas de gran importancia ambiental.
Foto: Joel Reyero.
La tierra del Fin del Mundo es un
lugar lejano y casi inaccesible, con condiciones climáticas extremas y costas
bañadas por las aguas marítimas más tempestuosas del planeta. Parte de un paisaje
de ensueño salpicado de bosques nativos, surcado por ríos y arroyos y enmarcado
por la presencia constante de las ilusorias aguas del Canal de Beagle, este
lugar nos recuerda cuan pequeños somos como seres humanos y cuanto dependemos
de la naturaleza. El fin del mundo es un lugar extremadamente precioso y, por
todo esto, único.
Tierra del Fuego, la tierra más
meridional del planeta, es un archipiélago que pertenece a Chile y Argentina.
Aproximadamente un tercio de su superficie total conforma la provincia del
mismo nombre en Argentina. Aquí, a unos 60 kilómetros hacia el sudeste de
Ushuaia, se encuentra Moat, la entrada a Península Mitre. Aun más lejana y
entonces en condiciones casi prístinas, esta tierra que se introduce en las
aguas heladas del Océano Atlántico Sur, cuando fluye para encontrarse con el
Océano Antártico, alberga la mayor concentración de turberas de Argentina.
Este ecosistema de turberas en
Península Mitre ha sido elegido por el Programa de Medio Ambiente de Naciones
Unidas como uno de los once más importantes de nuestro planeta. Su importancia
vital a escala global ha puesto el foco de científicos y organizaciones
internacionales en esta tierra distante y sin presencia humana. Desde el viaje
expedicionario del naturalista británico Charles Darwin, en 1832, pocos han
llegado a las costas de Península Mitre.
Los paisajes de turberas en Península
Mitre han permanecido casi intactos por siglos; su belleza visual y su
importancia ambiental los hace únicos en el planeta. Foto: Joel Reyero
Aun hoy, este último tramo de Tierra
del Fuego solo puede ser explorado a pie o a caballo, y se necesitan días y
noches de acampe con guías especiales o en grupos científicos expedicionarios.
En Península Mitre abundan los vientos y el frío constante, las vistas de
horizontes inalcanzables, los pájaros y la fauna silvestre y, desde el océano
helado e infinito, los grupos danzantes de delfines y lobos marinos que
demuestran cuan fantástica es la vida allí donde el continente desaparece.
¿Qué es un ecosistema de turberas?
La turba es el material orgánico que
suele agregarse para mejorar la tierra preparada para plantar. Sin embargo,
este y otros usos históricos de extracción, degradan la estructura y las
capacidades naturales de las turberas, cuyas funciones ambientales son
altamente significativas.
Las turberas son humedales y, como
tales, su función es esencial para la regulación de los ciclos hidrológicos:
almacenan agua, regulan inundaciones y mitigan eventos extremos de lluvias y
sequías. También juegan un rol clave en la conservación de la biodiversidad y
actúan como bancos de datos para estudios científicos sobre el clima y la vida
en el pasado. Pero la capacidad fundamental de las turberas es que almacenan
carbono y lo vienen almacenando desde hace más de 10.000 años. El mismo carbono
(CO2) que nosotros como sociedad urbana venimos emitiendo a la atmósfera y cuya
consecuencia más conocida en el presente es el “cambio climático”. Cuando
emitimos carbono a la atmosfera —con la generación de energía, el transporte,
la industria e incluso la ganadería y agricultura— originamos lo que conocemos
como “calentamiento global”. Las turberas, al contrario, almacenan carbono
naturalmente.
Izquierda: Astelia pumila y Donatia
fasciculares, dos variedades con enorme capacidad de absorción del carbono.
Derecha: Sphagnum magellanicum, el musgo típico de los suelos de turberas en
Península Mitre. Fotos: Jimena Martignoni.
Entonces, podríamos decir dos cosas
muy esenciales para la vida entera en el planeta, en el presente y el futuro:
una, que de algún modo gracias a que existen turberas podemos darnos el lujo de
grandes emisiones de carbono, ya que ellas se ocupan de retenerlo; dos, que las
turberas son una garantía de la vida en el futuro y son entonces lo que se
llama “Soluciones Basadas en la Naturaleza”. La naturaleza siempre está del
lado de la vida y en el proceso negativo para el planeta que venimos generando
como raza humana, ella es siempre un posible modo de resolución. Si sabemos
preservarla.
Turberas en el Fin del Mundo
En 2019, estudios científicos internacionales
realizados en Tierra del Fuego, revelaron que Península Mitre es el mayor punto
de almacenamiento de carbono en Argentina. En este sentido, el dato más
importante y más simple es que las grandes extensiones de turberas en Península
Mitre almacenan tanto carbono como lo que el país entero emite a lo largo de
tres años. Al estar en un lugar tan poco accesible estas turberas se han
conservado mayormente intactas, sin la degradación que los efectos de la vida
humana podrían ocasionarles, y por eso son tan especiales; pero sobre todo, las
especies de plantas que las conforman tienen una capacidad muy alta de
absorción del carbono y están consideradas entre las más importantes del
planeta.
En Península Mitre las grandes
extensiones de tierra están surcadas por arroyos, ríos y tramos de bosque
nativo. En este marco de naturaleza diversa, se desarrollan los suelos de
turba. Fotos: Joel Reyero
Lo paradójico es que estas plantas
“super-poderosas” son diminutas en tamaño. Hay muchas variedades de plantas de
turberas en esta región y en el mundo pero en Península Mitre las especies
dominantes son tres y todas tienen unas hojitas que no pasan los dos
centímetros de largo y el medio centímetro de ancho, al igual que las que
florecen, con pequeñísimas flores. Tan poderosas internamente como vulnerables
en la superficie, estas plantas crecen en mantos ondulados que se extienden por
kilómetros en el suelo y conforman carpetas de colores verdosos, marrones y
rojizos. Al pisar su superficie, uno siente los pies hundirse por su textura
blanda, llena de agua y material orgánico.
Las tres plantas dominantes son
Astelia pumila, Donatia fasciculares y Sphagnum magellanicum. Las dos primeras
crecen en general juntas y el último es un musgo de color rojo muy fácil de
identificar desde lejos o en fotografías aéreas. Donatia florece en el verano
con diminutas flores blancas y Astelia, con sus pequeñas y rígidas hojas
verdes, ha sido reconocida como la “campeona de absorción” entre las plantas de
turberas a escala global. En el tramo final del mundo, estos mantos de plantas
absorbentes de carbono representan no solo un paisaje bello y bucólico sino una
esperanza enorme para la vida en el planeta. Es por eso que se viene trabajando
en la declaración de Península Mitre como Área Provincial Protegida e incluso
se ha sugerido su protección como Sitio de Patrimonio Mundial.
Estas tierras frías, ventosas,
lejanas e inhóspitas son valientemente exploradas por quienes estudian la vida
en la tierra y los océanos. Equipos de biólogos y científicos de Tierra del
Fuego y activistas que bogan por la preservación de ecosistemas significativos
para todos, trabajando cotidianamente con objetivos de mayor conocimiento y
difusión. Ellos nos enseñan el valor de las turberas y cómo solo pueden
almacenar carbono en su estado natural, ya que al ser drenadas para su
extracción o modificadas para algún mal uso, pierden su capacidad natural y
pueden convertirse en emisoras.
Estas pequeñas plantas superheroínas
y estos equipos científicos con calidad de superhéroes, aportan hoy grandes
esperanzas para todas las formas de vida en nuestro planeta.
Biólogas locales, investigadoras de
CADIC (Centro Austral de Investigaciones Científicas, perteneciente a CONICET),
realizan estudios sobre calidad y cambios en las turberas. Los resultados
ayudan a conocer realmente cuanto significan estas comunidades de plantas y
suelos para la vida en el planeta. Foto: Jimena Martignoni.
Jimena Martignoni
Fuente:
Sophia On Line
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