A nuestra Tierra, viva y con
consciencia
Nunca estamos solos. La soledad no
existe, solo cohabita el aislamiento, una pauta mal entendida y capaz de
destruir al ser humano y hacerlo vulnerable ante el riesgo de la vida.
Hoy en día no nos damos, a menudo
ofrecemos aquello que nos sobra. Así nos va. Cada vez más separados los unos de
los otros, sin buscar un acercamiento o punto de encuentro a través de nuestras
relaciones.
Es el sentimiento reconocido de estar
rodeado de amigos, y estar solo. Es un mundo aparte, o mejor dicho, dos mundos
aparte: dos naranjas enteras que no saben aún de qué árbol han caído.
Y lo mejor de todo es que podemos
tomar un zumo exquisito: el que nos ofrece la vida misma.
Existe un amor que nos une a todos
por igual y que es el responsable de nuestras relaciones con los demás. El amor
nunca separa, siempre crea unión, un contacto que va más allá del acercamiento
humano.
Este amor penetra a través de la
intuición. Una forma muy peculiar de sentirlo cercano es contemplar la propia
vida. No se trata de lo cotidiano y monótono, sino de mirar de frente, a la
propia naturaleza. Nuestra Tierra viva y con consciencia.
Abrazar un árbol nos proyecta hacia
su corazón y nos lanza al infinito, siempre hacia arriba. Es otro lenguaje, muy
lleno de vida.
Esto enseña que la vida nos rodea y
muchas veces se nos olvida. Enseña que los valores más básicos se aprenden
ofreciendo, agradeciendo, dando.
Comenzar por lo básico de nuevo es un
renacimiento a lo nuevo y desconocido.
Pensar por un momento en el llanto,
en nuestra alegría expresada a través de sonrisas. Y recordar que nuestra
Tierra también lo siente y nos siente a todos nosotros como sus hijos, deseando
poder expresarse sin dolor por ese maltrato al que nos hemos aferrado durante
siglos con ella.
Dormir en contacto con ella es
sentirse de nuevo en el comienzo, en el vientre materno, protegido, a salvo.
Ella nos mantiene a salvo.
Si después giramos la vida a lo
profano, reconocemos en cada uno de nosotros parte del cielo y parte de la
Tierra; parte del Sol y parte de la Luna. Esto nos hace sentir más libres entre
nosotros.
Somos la esencia de ambos.
Cada uno es maestro, el camino y el
buscador están dentro.
Las pruebas solo se suceden cuando el
maestro y el discípulo entran en contacto, y ya ha comenzado. Y una gran
maestra para comenzar el periplo esnuestra Pachamama.
Eva Santángelo Hernández
Fuente: Tu Mismo
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