YOGA SANADOR

Tardé años en conectar con la esencia del yoga. No entendía como unas incómodas posturas, unas profundas respiraciones junto a un embriagador olor a sándalo y el canto de unas letras en sánscrito podrían traer ningún beneficio a mi vida. Probé en varias ciudades y con distintos profesores, pero seguía sin atraerme.

 

Años después la persistente curiosidad me llevó a realizar un viaje por la India para adentrarme más en el conocimiento del yoga y la meditación, filosofía que nace en Oriente hace más de 5000 años en el valle del Indo y que ha llegado a nosotros gracias a las escrituras más antiguas del mundo, los Vedas. Mientras viajaba por el país tuve la oportunidad de alojarme unas semanas en un ashram cerca de Mumbay. Allí tomé contacto con su director espiritual Swami Maheshananda, con el que pude charlar y debatir durante largos masala tés sobre lo humano y lo divino desde la perspectiva de un verdadero yogui. Quedé fascinada, y entonces entendí mi empecinamiento por seguir el camino del yoga a pesar de mis infructuosos intentos.

 

Después de años de búsqueda, por fin empezaba a entenderlo y fue entonces cuando decidí volver al ashram de Kayvalyadhama, cuna del yoga, y profundizar en sus enseñanzas formándome como profesora de yoga y meditación.

 

Un ashram, para los que no lo conozcan, es un centro espiritual donde uno está inmerso en la filosofía del yoga día y noche. Se podría decir que se caracteriza por su austeridad y su falta de contacto con el mundo exterior, lo que permite una desconexión total tanto en el plano material como emocional.

 

El día comienza con la salida del sol. A las seis de la mañana empiezan las prácticas que se van enlazando a lo largo de la jornada: asanas, pranayamas, kriyas, meditaciones, ejercicios de concentración y abstracción de los sentidos, combinado con clases teóricas sobre el origen, principios y beneficios que el yoga nos aporta, con breves descansos para tomar una infusión ayurveda o un té de jengibre.

 

Los primeros días fueron muy duros, mi cuerpo no estaba preparado para los acrobáticos ejercicios que realizábamos, y que todas mis compañeras de origen indio eran capaces de realizar sin esfuerzo alguno; digo todas, porque, aunque la clase era mixta, durante los ejercicios nos separaban por sexos. Las clases continuaban con pranayamas o ejercicios de respiración que se convirtieron en mi refugio de paz. A pesar de tener que permanecer 30 minutos totalmente inmóvil yo lo vivía como “el descanso del guerrero”, esto me permitía librarme de las indiscretas miradas y pícaras sonrisas de mis compañeras que se sorprendían ante mi falta de flexibilidad. Tras semanas de práctica comprendí que la elasticidad se gana con la continuidad del ejercicio, pero también con la flexibilidad mental.

 

Las kriyas comenzaron tras una semana de adaptación. Son ejercicios de detoxificación física y mental. Las prácticas mentales son llevaderas e incluso placenteras por lo liberadoras que resultan, las físicas son bastante angustiosas para una principiante como era yo. El segundo día no pude hacerlas debido a una súbita fiebre, evidentemente fruto de mi deseo de librarme de estas prácticas, pero solo me duró un día; no había escapatoria.

 

En el ashram la comida mantiene la misma línea de austeridad, basada principalmente en una sopa de legumbres, arroz cocido, tomate o pepino, alguna verdura de la zona y algo de fruta a media tarde; ese era el monótono menú que todos los días me esperaba en el comedor.

 

El día, tras una intensa jornada, terminaba deseando volver a la habitación, darme una ducha de agua fría con la manguera, recostarme en el fino e irregular colchón sobre una base de hierro donde cada mañana mi cuerpo se levantaba lleno de magulladuras y suplicando para que dentro de la mosquitera no se hubiera quedado ningún hambriento mosquito. Así fueron pasando los largos días en los que terminaba tan exhausta que no me quedaba energía ni para lamentarme de mí misma.

 

Tardé semanas en librarme de la queja en la que estaba instaurada y poder desprenderme de todo el bagaje que traía en la “mochila” de mi vida occidental llena de aparente abundancia y presumibles comodidades y fue tras esa liberación cuando empecé a sentir en lo más profundo de mi ser la esencia y pureza del yoga y la meditación. Aparentemente todo eran incomodidades y dificultades, pero internamente mi ser fluía con ligereza y alegría, mi sensación era de paz y serenidad absoluta, podría afirmar que en algún breve instante pude sentir el tan ansiado y valorado samadhi.

 

Esta experiencia me permitió hacer una inmersión completa, de mente, cuerpo y alma en la filosofía del yoga y darme cuenta de lo actualizadas que están sus enseñanzas por muy antiguas que sean. De ahí que miles de años después el yoga se siga practicando como si fuera una nueva moda fruto de nuestra era moderna.

 

YOGA Y CIENCIA

Por mi formación como enfermera y naturópata, el centro de yoga donde decidí estudiar era la mejor opción posible ya que el ashram de Kaivalyadhama es actualmente un instituto de estudio e investigación del yoga, donde su fundador Swami Kuvalayanda quiso hacer del yoga una ciencia promoviendo la investigación en varias vertientes: filosófica, literaria, médica, educativa y psicológica, además de promover una escuela de formación de profesores de yoga en el ámbito internacional.

 

El objetivo principal de Kaivalyadhama es unir el yoga tradicional con la ciencia moderna. Tiene un departamento científico- técnico de investigación radiológica, bioquímica y neurológica para estudiar cómo se modifican parámetros biológicos durante las diferentes prácticas. El Departamento Filosófico Literario estudia, desde un análisis docto y cualitativo, los escritos antiguos encontrados sobre yoga traduciendo los textos del sánscrito y adaptando sus enseñanzas para poder comprenderlas. El Departamento Docente imparte formación práctica y teórica a los alumnos creando programas adaptados y actualizados. El Departamento Terapéutico dirigido por médicos y enfermeras ofrece programas de salud basados en yoga, dietética, ayurveda y naturopatía.

 

El objetivo principal de Kaivalyadhama es unir el yoga tradicional con la ciencia moderna.

 

QUÉ BENEFICIOS NOS APORTA

Los últimos años se han hecho numerosos estudios en prestigiosas universidades donde se demuestra de forma científica los beneficios que nos aporta la práctica de esta ciencia milenaria. Entre muchas otras:

 

• Fortalece el sistema inmunológico y regula el sistema hormonal.

• Reduce la inflamación y aumenta la oxigenación celular.

• Mejora el rendimiento cognitivo retrasando las enfermedades neurodegenerativas.

• Mayor resistencia y flexibilidad de nuestro sistema musculo esquelético.

• Mayor resiliencia ante el estrés y la ansiedad mejorando la percepción de nuestra vida.

• Aporta mayor control mental y emocional no dejándonos al vaivén de nuestro “ruido” mental.

 

Así podríamos seguir aportando una enorme lista de beneficios demostrados bajo nuestro paradigma científico. Uno de los estudios que para mí más repercusión ha tenido es el realizado por el equipo de Psiquiatría del Hospital General de Massachusetts que demuestra como ocho semanas de meditación pueden provocar considerables cambios en las regiones cerebrales relacionadas con la memoria, la autoconciencia, la empatía y el estrés; es decir, que algo intangible como la meditación tiene la capacidad de transformarnos físicamente y puede mejorar nuestro bienestar y nuestra salud.

 

OCHO PASOS PARA LA SANACIÓN

Un revelador descubrimiento que hice en el estudio de los antiguos textos del yoga fueron los Yoga Sutras del sabio Patanjali escritos 300 años a. C., en los que estructura el yoga en ocho pasos que marcan las directrices básicas sobre cómo vivir una vida plena y con propósito. Se conocen como Ashtanga Yoga, que significa literalmente “unión de ocho partes”, y se asemejan a una guía filosófica para afrontar los retos del ser humano comenzando por una correcta conducta ética y moral. Patanjali describe al yoga como el control sobre los deseos de la mente.

 

Los cuatro primeros pasos se centran más en nuestra personalidad, el dominio sobre nuestro cuerpo y el desarrollo de una conciencia energética de nosotros mismos, preparándonos para las otras cuatro etapas que se ocupan más de los sentidos, la mente y el logro de un estado superior de consciencia.

 

Las ocho etapas son sucesivas y de necesario cumplimiento para pasar a la siguiente. Cuando las estudié por primera vez sentí una gran coherencia para aplicarlas a mi vida diaria y, aunque algunas nos puedan sonar de evidente cumplimento, si analizamos bien los matices que conllevan vemos que en cada paso hay algo que resuena en nuestra vida y que debemos mejorar.

 

LOS DOS PRIMEROS PASOS: YAMAS Y NIYAMAS

Son normas de conducta social y personal. Yamas comprende aspectos como la no violencia, de ahí nace la unión con el vegetarianismo, no robar material o intelectualmente, no hacer daño, no mentir y mantener la pureza, abstenerse de la conducta sexual inapropiada y el desapego de lo material, mental y emocional; y los Niyamas hacen referencia a nuestro comportamiento, el deber de sentirnos satisfechos y en paz, tener disciplina, estudiar y aprender y tener amor y respeto por la sabiduría de lo divino o del universo.

 

La primera vez que los leí me sorprendió el paralelismo que tienen con los 10 mandamientos de la religión cristiana y entendí que existe un código de conductas y normas que el ser humano debe integrar y que no entiende de fronteras ni religiones.

 

EL TERCER PASO: LA PRÁCTICA DE LAS ASANAS

Significa permanencia, y son las posturas del yoga. A pesar de las dificultades que puede conllevar su práctica, son fundamentales para mantener el cuerpo sano, ya que nos ayudan a fortalecer y purificar nuestro organismo. Sin duda es el paso más conocido y practicado en Occidente; en origen su práctica dista mucho de ser ejercicios de gimnasia que se efectúan con rapidez y de forma repetida. En el yoga se adopta una postura y se mantiene, realizando una suave y lenta respiración, tomando conciencia de nuestro cuerpo. La práctica de las asanas conduce al cuerpo a un estado de estabilidad y ligereza capaz de mejorar nuestra salud. Cada persona debe adaptarlas a su capacidad y sus limitaciones. Según el maestro BKS Iyengar: “Asana es firmeza corporal perfecta, estabilidad de inteligencia y benevolencia de espíritu”.

 

 EL CUARTO PASO: LA PRÁCTICA DE PRANAYAMA

Prana quiere decir “energía vital” y Yama “regulación”, por lo que podríamos definirlo como “regulación de la energía vital a través de la respiración”; consiste en la práctica de diferentes respiraciones aumentando el flujo de oxígeno en nuestro cuerpo y mejorando la regeneración celular. Tiene la capacidad de llevarnos a un estado de paz y tranquilidad mental.

 

EL QUINTO PASO: PRATYAHARA

Es la interiorización o abstracción de los sentidos. En sánscrito los sentidos son concebidos como deidades que poseen la capacidad de traer a nuestra mente estímulos externos produciendo actividad y agitación en nuestro interior. En este paso del yoga lo que se pretende es restarle poder a estos estímulos para que la mente pueda recuperar su directriz y no desviarse de su camino o destino.

 

EL SEXTO PASO: DHARANA

Concentración. Se elige un elemento como la respiración, un mantra o un objeto y se entrena la mente para que se fije en él frenando la actividad mental. La idea es mantener la concentración exclusivamente en una dirección. Cuanto más nos centremos en una única actividad mental más fácil nos será deshacernos de distracciones infructuosas y de sufrimientos innecesarios.

 

Estas dos últimas etapas son más complicadas ya que el ruido mental que tenemos es tan abundante que mantener la atención en una sola cosa resulta el fruto de mucha práctica. Yo siempre explico a mis pacientes que nuestra mente es como un niño hiperactivo que está deseando tener nuevos estímulos y será nuestro trabajo y disciplina como conseguiremos educarlo.

 

“El ser no puede realizarse fuera de uno mismo, sino en nuestro interior”. O.P. Tiwariji, director de Kaivalyadhama Yoga Institute And Research Center. 

 

EL SÉPTIMO PASO: DHYANA

Es lo que conocemos como meditación o contemplación. En esta etapa la mente ya está en calma, podemos decir que la quietud invade nuestro ser y los pensamientos son pocos o ninguno. La mente está totalmente centrada y tranquila, pero despierta y consciente. Para llegar a este estado es necesario haber practicado previamente la concentración durante largos periodos. Es difícil, pero posible.

 

Y tras mucha práctica de los siete pasos anteriores y mucha constancia llegaríamos al octavo paso, el tan deseado y buscado samadhi o superconsciencia o éxtasis.

 

El principal objetivo del yoga es llegar a este estado donde se transciende al ser. Es difícil de explicar y más aun llegar. Es el sentimiento pleno de una conexión universal indescriptible. Podríamos definirlo como felicidad, alegría, libertad, serenidad… pero cualquier calificativo sería insuficiente.

 

CONCLUSIÓN

¿Cómo una filosofía que trabaja en la totalidad del ser, desde lo más mundano y tangible hasta lo más profundo y espiritual no va a ser sanadora?

 

Una vez conectas con su esencia, el yoga ya forma parte de ti, está presente en cada paso que das, en cada decisión que tomas, compartiendo contigo alegrías y dificultades, es como una sonrisa interna que te acompaña en este aventurado viaje que se llama vida.

 

AYLA Mª FAULÍN GARCÍA, Profesora de yoga. Kaivalyadhama Yoga Institute and Research Center, Lonavla (India) Enfermera especializada en Salud Integrativa

 

Fuente: Vivo Sano

 

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