Adriana llevaba tiempo sintiendo que
a su vida le faltaba algo. Visto desde fuera todo parecía ir bien. Tenía un
empleo bien pagado en una gran multinacional, un novio que la visitaba una
semana al mes –su empresa lo había trasladado al extranjero–, un amplio
apartamento de alquiler, buena salud y una envidiable silueta para sus 33 años.
Sin embargo, no era feliz. Y lo
desesperante era que tampoco sabía qué le faltaba para ser feliz.
Había hecho diferentes terapias, un
curso de eneagrama, talleres de coaching… pero seguía igual. Eso sí, se
esforzaba en imaginar otras vidas posibles que tal vez le procurarían la
ansiada realización. Aquel sábado por la mañana, Adriana se entregó a ese
ejercicio de fantasía. Había bajado a comprar el periódico bajo un clima gélido
y, antes de regresar a casa, se había detenido en un café cercano.
Cuento e Frances Miralles
Fuente: Cuerpo Mente
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