Será siempre la música en sus sonidos
donde el hombre encontrará la clave de la voluntad de la divinidad
Dios creó al mundo a partir del
sonido. Todo es música y en la naturaleza todo emite sonido, podemos escuchar
hablar al viento, al agua, a la roca, también al fuego; el ritmo pertenece a la
divinidad, es la vibración pensada de la Creación, es la vibración del éter, es
el pulso de la naturaleza.
El sonido y la música fueron dados al
hombre por los dioses y será siempre la música en sus sonidos donde el hombre
encontrará la clave de la voluntad de la divinidad y del propósito de la
Creación. Desde tiempos muy remotos la música ha acompañado al hombre en sus
ceremonias sagradas y ha formado parte de sus diversas culturas. El poder de
sus vibraciones sonoras se ha utilizado desde la antigüedad como una
herramienta para sanar el cuerpo y alcanzar la más profunda elevación
espiritual.
Los cuencos tibetanos producen una
gama de sonidos armónicos al ser frotados en su borde, y de este sonido
fundamental se desprenden otros más agudos que guardan una relación armónica
entre sí y tienen una sonoridad que perdura por largo tiempo, la cual se
expande por el ambiente donde son tocados, cambiando la vibración del lugar y
de todas las personas que allí estén.
Cada grupo sonoro emitido constituye
un fractal que va penetrando poco a poco en la materia corporal hasta sus capas
más profundas. Dependerá de la conciencia musical del receptor que pueda
percibir esta vibración y traducirla a través de sus neurotransmisores como una
pieza magistral, que lo eleve hasta el infinito.
Yanardana Das
Fuente: Tu Mismo
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