Da igual que se trate del humo del
incendio de una planta química, del vertido de una industria, de la presencia
de un contaminante en el agua potable o de un tóxico que pueda estar presente
en los alimentos, con demasiada frecuencia, cuando se plantea el posible riesgo
que suponen determinados contaminantes químicos para la salud, es frecuente
escuchar la misma respuesta en el ámbito oficial: “No hay riesgo para la salud,
porque no se superan los niveles legales de concentración de tal o cual
sustancia”. Si no se supera una concentración determinada de una serie de
contaminantes, oficialmente se considera que el riesgo es bajo. O simplemente
se descarta, tajantemente, la existencia de riesgo alguno.
Se han establecido niveles legales de
concentración, supuestamente seguros, para una larga lista de sustancias
contaminantes. Esos niveles, nos dicen, marcan la frontera entre lo que
representa un riesgo y lo que no. Los contaminantes están en nuestro entorno,
sí. También en nuestro organismo, probablemente por centenares. Pero se nos
dice que no debemos preocuparnos, que debemos estar tranquilos, porque todas
estas sustancias tóxicas están presentes a unos niveles que no superan los
límites legales que se han establecido.
Sin embargo, ¿qué sucedería si lo
legal y lo seguro no tuviesen por qué coincidir necesariamente? Es una pregunta
que puede parecer a algunas personas, acaso dadas a confiar sin más en las
autoridades, un tanto osada. Pero es una pregunta que acaso sea legítimo
hacerse, ante una larga lista de hechos objetivos. Por ejemplo, por solo citar
uno, la circunstancia de que muchas de las sustancias que hoy están prohibidas
y a las que se consideraría inseguro exponerse, estuvieron no hace mucho
permitidas. Las autoridades, con gran aplomo, nos decían entonces que era
“seguro” exponerse a ellas, que no había riesgo alguno. ¿Es que esas sustancias
no eran antes tan tóxicas como ahora? ¿Por qué aquello que no hace tanto se
consideraba seguro se considera ahora inseguro? De la misma forma, con muchas
sustancias se ha venido rebajando el nivel de exposición que se consideraba
“seguro”, de modo que la concentración que hace unos años se tenía por “segura”
ahora se tiene por insegura.
La toxicología oficial depende de
seres humanos y las decisiones que se sustentan en ella están lejos de ser
infalibles. Lo citado es solo un ejemplo que puede mostrarlo, pero son muchos
más los que podrían darse.
Acaso una de las más claras e
incuestionables evidencias es la que ahora se comenta: que los test de
seguridad química oficiales evalúan el riesgo sustancia a sustancia. Se basan
en ver qué nivel de concentración de una determinada sustancia aislada causa o
no un determinado efecto. No entraremos aquí en los métodos empleados para
determinar el posible riesgo de las concentraciones de cada sustancia aislada,
aunque también se podría decir mucho sobre si realmente sirven para garantizar
completamente la ausencia de toda clase de riesgo de cada contaminante aislado.
Solo nos centraremos en el hecho de que la toxicología oficial se base en
evaluar el riesgo de que una persona se exponga a una sola sustancia aislada.
Porque es algo con hondas implicaciones.
Para verlo, pensemos por ejemplo en
un pesticida, el clorpirifos, por citar uno solo de entre los cerca de 500
principios activos pesticidas autorizados en la Unión Europea. Un insecticida
ampliamente utilizado en la agricultura convencional, no ecológica, y cuyos
residuos se detectan con mucha frecuencia en frutas y verduras.
NUNCA NOS EXPONEMOS A SUSTANCIAS
AISLADAS. NOS EXPONEMOS A MEZCLAS MUY COMPLEJAS DE SUSTANCIAS
Las agencias reguladoras evalúan qué
concentración de ese pesticida podrá consumir una persona sin que se genere un
riesgo relevante de posibles efectos sobre la salud, aunque se ingiera esa
cantidad regularmente a lo largo del tiempo.
Pero hay un problema. Un problema muy
serio: que esa situación, ésa en la que una persona se exponga solo al
clorpirifos y a ninguna otra sustancia al mismo tiempo no se da en la vida
real. En una misma manzana, una pera, unas uvas, unas fresas… puede haber, y de
hecho con frecuencia los hay, otros pesticidas además del clorpirifos. Nunca
nos exponemos a sustancias aisladas. Nos exponemos a mezclas muy complejas de
sustancias.
La ciencia sabe que exponerse a
varias sustancias tóxicas simultáneamente puede tener un efecto mayor que
exponerse a cada una de esas sustancias separadamente. Sin embargo, la
toxicología oficial empleada para establecer los niveles legales, supuestamente
seguros, de las sustancias a las que nos exponemos, no ha evaluado el riesgo
real de esas mezclas de sustancias a las que realmente nos exponemos de forma
cotidiana.
¿ALGUIEN HA ESTABLECIDO UN NIVEL
LEGAL PARA CUALQUIERA DE LAS MEZCLAS A LAS QUE REALMENTE NOS EXPONEMOS?: LA
RESPUESTA ES NO
Se afirma, con gran aplomo, que es
“seguro”, por ejemplo, exponernos separadamente a cierta concentración del
clorpirifos. También, que es “seguro” que nos expongamos separadamente a cierta
concentración de otros pesticidas, como el dimetoato, el glifosato, el bifentrin,
la cipermetrina, el epoxiconazole, el procloraz… y, en fin, de cualquiera de
los cientos de compuestos pesticidas cuyos residuos pueden estar en las frutas
y verduras convencionales, no ecológicas. Pero la verdad es que no se ha
establecido un nivel legal, supuestamente seguro, para las mezclas de
sustancias a las que realmente nos exponemos. No hay nivel legal para la
combinación del glifosato con el clorpirifos, con la cipermetrina, con el
epoxiconazole o con el procloraz o para las muchísimas posibles combinaciones
que pudieran darse entre estos u otros muchos pesticidas.
Por ello parece razonable preguntarse
cómo se puede estar afirmando con tanto aplomo que es “seguro” ingerir
alimentos con mezclas de residuos de pesticidas como si existiese una certeza
total acerca de ello cuando, en realidad, no se ha evaluado si es seguro o no
exponerse a tales mezclas ni se han establecido niveles legales supuestamente
“seguros” para tales mezclas, sino tan solo para los pesticidas de forma
aislada.
No hay certezas. Por otro lado, las
certezas congenian muy mal con el lenguaje de la ciencia más seria que siempre
huye de afirmaciones categóricas. Sin embargo, el lenguaje oficial en estos
asuntos (buscando probablemente tranquilizar a la población, dar la sensación
de que una serie de asuntos están perfectamente controlados, etc.) incurre
demasiadas veces en afirmaciones categóricas acerca la existencia de una
seguridad plena en temas en los que, en realidad, hay muchas incertidumbres.
En una sola comida podemos vernos
expuestos simultáneamente a una larga lista de pesticidas diferentes. Unas
mezclas de sustancias difícilmente predecibles. Tal y como muestran los
informes regulares de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA): un
porcentaje notable de las muestras de frutas y verduras que se analizan tienen
residuos múltiples de pesticidas1. Algo que también constató, por ejemplo, la
Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) cuando encargó unos análisis de
laboratorio sobre seis tipos de frutas y verduras consumidas en España(2). Los
resultados del estudio fueron llamativos: un 64% de las muestras tenían dos o
más pesticidas diferentes (encontrándose un total de 52 tipos). Los productos
analizados fueron peras conferencia, manzanas golden, fresas, lechuga romana,
tomates de ensalada y calabacines, todos comprados en diferentes comercios de
Madrid. Frutas y verduras seleccionadas por ser alimentos que suelen consumirse
sin pelar y, por lo tanto, en los que cabía esperar un mayor grado de exposición
humana a tales residuos (sin olvidar que hay residuos de pesticidas que, como
sucede con algunos insecticidas y fungicidas sistémicos, son incorporados
dentro de los vegetales). Un 21% de las muestras tenían más de cinco pesticidas
a la vez, un 11% tenían cuatro o cinco y un 32% tenía dos o tres. “Una
situación peligrosa” —en opinión de la OCU— “por cuanto podría entrar en juego
el efecto cóctel, que consiste en la interacción combinada de varios pesticidas
(sobre todo si tienen el mismo modo de acción) pudiendo potenciar sus efectos
no deseados sobre nuestro organismo. Se trata de efectos que la EFSA está
investigando, pero sobre los que aún no ha tomado ninguna medida”.
Lo dicho se refiere a la presencia de
múltiples pesticidas en una sola pieza de fruta o de verdura. Pero debemos
tener presente que en una sola comida no nos alimentamos de una sola fruta o
verdura, sino de diferentes frutas y verduras cuyos distintos residuos de
pesticidas respectivos se mezclan también en nuestro interior. Por otro lado,
evidentemente, no solo se trata de pesticidas. Los alimentos que ingerimos,
como la carne, el pescado, el pan, etc., pueden portar también otros
contaminantes (bisfenol A, ftalatos, metales pesados, retardantes de llama,
compuestos perfluorados, dioxinas, PCBs…). Además, otros muchos contaminantes
pueden ingresar en nuestro organismo ese mismo día por otras vías: con la
respiración, por aplicar ciertos productos sobre nuestra piel, etc. Todos esos
contaminantes complican el cóctel químico que podemos tener, simultáneamente,
en un mismo momento, en el organismo. Un cóctel cuyos efectos combinados no se
han tenido en cuenta a la hora de establecer los niveles legales, supuestamente
seguros para los contaminantes aislados.
La ciencia académica ha realizado los
más diversos estudios que muestran que establecer niveles de seguridad para
contaminantes aislados puede ser un craso error. Así, por solo citar un ejemplo
de los muchos que existen, el Instituto Nacional de Salud e Investigación
Médica de Francia (INSERM), llevó a cabo una investigación que mostraba como la
exposición humana a mezclas de sustancias que pueden alterar el equilibrio
hormonal puede incrementar muy notablemente los efectos, respecto de los que se
dan cuando la exposición se da solo a sustancias aisladas3. Se trataba de medir
los posibles efectos sobre los fetos en gestación dentro de mujeres
embarazadas. Las sustancias estudiadas, algunas muy comunes en la vida
cotidiana, fueron sustancias que podían afectar a los niveles de testosterona.
Eran sustancias como el bisfenol A, un contaminante que ha venido siendo
prácticamente omnipresente en el cuerpo humano en muchos países a causa sobre
todo de su uso en materiales en contacto con alimentos, pero también algunos
pesticidas, fármacos y otros compuestos. Calcularon de qué modo las diferentes
mezclas de sustancias podrían multiplicar los efectos, en concreto sobre el
desarrollo de los testículos de los fetos varones, y la conclusión, para
diferentes mezclas analizadas, fue que la combinación de sustancias podría
multiplicar los efectos incluso cientos de veces dependiendo de la mezcla
concreta de contaminantes. El impacto de los efectos de la mezcla de sustancias
sobre la diferenciación sexual masculina durante el primer trimestre del embarazo,
consideraron estos investigadores, podía ser muy negativo. Incluso en el caso
de sustancias que aisladamente solo parecían tener un efecto muy débil.
LAS MISMAS SUSTANCIAS QUE NO PRODUCEN
EFECTOS OBSERVABLES CUANDO LA EXPOSICIÓN ES A CADA UNA DE ELLAS AISLADAMENTE
PUEDEN, SIN EMBARGO, PRODUCIRLOS OSTENSIBLEMENTE CUANDO, EN ESAS MISMAS
CONCENTRACIONES, ESTÁN JUNTAS
Investigaciones de laboratorio de la
Universidad Técnica de Dinamarca mostraron, por su parte, como una mezcla de
fungicidas a bajas dosis causaba efectos severos —como malformaciones genitales
masculinas— que no causaba en igual medida cada fungicida aisladamente(4). De
modo semejante, la exposición conjunta a cinco fungicidas causaba alteraciones
profundas, como peor calidad del semen, peor aprendizaje, etc., cuando, sin
embargo, cada uno por separado no mostraba efectos singulares5. También se ha
visto que las mezclas de pesticidas presentes en los alimentos pueden tener
efectos tóxicos para las células(6) o podrían acentuar efectos genotóxicos que
tendrían esos mismos pesticidas aislados(7) o que, entre otros muchos posibles
tipos de efectos, podría incrementar el daño en células del sistema
nervioso(8). Multitud de investigaciones de diferente naturaleza, reiteran este
tipo de resultados.
Las mismas sustancias que no producen
efectos observables cuando la exposición es a cada una de ellas aisladamente
pueden, sin embargo, producirlos ostensiblemente cuando, en esas mismas
concentraciones, están juntas.
Es, por otro lado, algo de sentido
común. Imaginemos, por ejemplo, un boxeador. Puede salir victorioso en combates
en los que lucha contra sus adversarios uno a uno. Pero es evidente que no
sería lo mismo si en un combate tuviese que enfrentarse no con un solo
adversario sino con 5, 10, 15, 20 o más al mismo tiempo. Lo más probable es que
le diesen una buena paliza. Salvando las evidentes distancias, ya que lo citado
es solo un ejemplo un tanto literario, algo parecido puede suceder cuando
nuestro organismo se enfrenta a una serie de contaminantes.
LOS MÉTODOS ACTUALES DE EVALUACIÓN
DEL RIESGO TOXICOLÓGICO PUEDEN ESTAR TRASLADANDO UNA FALSA SENSACIÓN DE
SEGURIDAD
Los métodos actuales de evaluación
del riesgo toxicológico pueden estar trasladando una falsa sensación de
seguridad, que propicia que la población se exponga a complejos cócteles de
sustancias presentes en infinidad de productos cotidianos sin que se haya
evaluado el riesgo real que ello puede entrañar.
La propia OMS ha advertido en sus
informes(9) acerca de este problema, en particular en relación a los centenares
de sustancias que pueden tener efectos de alteración hormonal (disruptores
endocrinos) comentando que “se necesitan nuevos enfoques para examinar los
efectos de las mezclas de sustancias disruptoras endocrinas sobre la etiología
y susceptibilidad a la enfermedad, porque el examen de un disruptor endocrino
aislado es probable que subestime el riesgo combinado de la exposición
simultánea a múltiples disruptores endocrinos. La evaluación de los efectos
sobre la salud humana debidos a los disruptores endocrinos necesita incluir los
efectos de la exposición a mezclas de sustancias sobre una enfermedad concreta,
así como los efectos de la exposición de una sola sustancia sobre múltiples
enfermedades”.
Diferentes expertos como los del EU
Joint Research Centre de la Comisión Europea(10) consideran que “como los
humanos y la fauna salvaje pueden exponerse a múltiples sustancias al mismo
tiempo y hay evidencia de que diferentes disruptores endocrinos pueden actuar
conjuntamente, esto puede resultar en un incremento de riesgo de efectos
adversos para los humanos y la fauna silvestre”.
Tales efectos combinados no solo se
dan en las sustancias disruptoras endocrinas, pero en el caso de éstas, son
particularmente preocupantes. Además, no solo pueden tener efectos sumatorios
de sustancias con similares modos de acción, sino que estos pueden ser más
complejos e ir desde efectos antagónicos de algunas sustancias a efectos
sinérgicos que pueden multiplicar muchas veces la intensidad de los efectos.
Pero ni las advertencias de la OMS,
ni las de miles de investigadores del máximo prestigio en todo el mundo han
servido para que, hoy en día, se tenga en cuenta debidamente el riesgo químico
en los sistemas oficiales de evaluación. Por otro lado, conviene también tener
en cuenta la dificultad real de la empresa. Para que podamos hacernos una idea
de la complejidad del asunto, si se quisiera evaluar el efecto cóctel de las
posibles combinaciones de tres en tres de las 1000 sustancias sintéticas que tienen
un más alto nivel de uso, sería precisa la realización de nada menos que 166
millones de experimentos(11). Y no nos exponemos solo a grupos de sustancias de
tres en tres ni solo a 1000 sustancias posibles.
SI SE QUISIERA EVALUAR EL EFECTO
CÓCTEL DE LAS POSIBLES COMBINACIONES DE TRES EN TRES DE LAS 1000 SUSTANCIAS
SINTÉTICAS QUE TIENEN UN MÁS ALTO NIVEL DE USO, SERÍA PRECISA LA REALIZACIÓN DE
NADA MENOS QUE 166 MILLONES DE EXPERIMENTOS
Hasta ahora, en la Unión Europea12,
ha existido alguna iniciativa que ha buscado ver la forma de evaluar los
efectos combinados de las sustancias químicas en general, no solo los
disruptores endocrinos. Pero mientras llega o no a existir una forma de evaluar
estos riesgos adecuadamente, y, sobre todo, hasta que realmente se acometan
tales evaluaciones (si es que tal cosa es posible dadas las múltiples
combinaciones de infinidad de sustancias a las que podemos exponernos) el hecho
claro es que, hoy por hoy, nos estamos exponiendo a unos cócteles químicos
cuyos efectos no han sido debidamente evaluados.
Si nos referimos en concreto a los
pesticidas, el Reglamento 396/2005 de la UE sobre Límites Máximos de Residuos13
establece que debe considerarse el efecto combinado a la hora de evaluar el
riesgo de la exposición a los residuos de pesticidas en alimentos. Pero, a
pesar de ello, no se hace. Entidades como la Agencia Europea de Seguridad
alimentaria (EFSA) llevan años retrasando que se aplique.
Así pues, entre tanto no se sepa
realmente el riesgo real de las exposiciones químicas que tenemos en la vida
cotidiana, sería aconsejable que las autoridades abandonasen el aplomo con que
afirman que no hay riesgos y, siendo no solo humildes sino sobre todo objetivos
y respetuosos con la ciencia, reconociesen que simplemente existe una gran
incertidumbre acerca de los riesgos reales.
Por otro lado, los hombres y mujeres
de a pie deben ser conscientes de esta realidad y actuar en consecuencia ante
esa incertidumbre. Una incertidumbre que acaso aconseje que apliquen en su vida
diaria un principio que al parecer tantas veces no aplican las autoridades: el
principio de precaución. Algo que no ha de llevar a desconfiar de todo, pero
tampoco a una confianza ciega. Algo que, sin alarmismos extremos, lleve a
plantearse la necesidad de, con la cabeza fría, hacer lo posible por reducir la
exposición a determinadas sustancias acerca de las cuales está alertando la
comunidad científica, mediante la adopción de unos hábitos ecológicos de
consumo. Con ello reduciremos la complejidad de ese cóctel al que nos
exponemos, reduciendo probablemente una serie de posibles riesgos.
CARLOS DE PRADA, Comunicador
especializado en el tema de los tóxicos. Autor del libro Hogar sin Tóxicos
Artículo publicado en la Revista Vivo
Sano nº24
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Parlamento Europeo y del Consejo, de 23 de febrero de 2005 relativo a los
límites máximos de residuos de plaguicidas en alimentos y piensos de origen
vegetal y animal y que modifica la Directiva 91/414/ CEE del Consejo. Texto
pertinente a efectos del EEE.
Fuente: VIVO SANO
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