Enferma de un cáncer muy agresivo y
casi sin posibilidades de sobrevivir, una participante de un show musical
estadounidense emocionó al mundo con su mensaje: "Perderse a veces está
bien", cantó. ¿Podremos, como ella, darnos permiso para estar mal, para sentirnos
perdidos y estar asustados algunas veces?
Kristen Marczewski, conocida como
Nightbirde, murió en febrero de este año, pero su mensaje quedará por siempre:
«Está bien si te pierdes, todos estamos un poco perdidos, pero está bien estar
perdido algunas veces»
“Bueno, no estés mal, hay que valorar
todo lo bueno que te da la vida.” “No te pongas mal: tu corazón es fuerte, y
vas a superar todo.” “No estás confundida: siempre tuviste las cosas más claras
que los demás». “Es difícil llorar una muerte, pero… ¡la vida continúa! El tiempo
todo lo cura». “No estés mal: hiciste todo lo que pudiste». “No pienses así:
todo sucede por una causa”. Ah, y una bien pesada: “Hija: yo te quiero ver
feliz».
Quizás, para muchas personas estos
decires no tengan gran importancia. Hay a quienes escucharlos les sirven de
sencillas muletas para atravesar un pasillo de dolor. Pero, otras veces, lo
único que hacen es acrecentar el penar de la persona a quien se quiere
consolar, fortalecer. Incluso esa última frase, “Yo te quiero ver feliz”, en
algunos momentos puede ser una condena, si quien nos la dice tiene relevancia
en nuestro corazón: un padre, una madre, un hermano, un hijo… Y resulta muy
duro decepcionar sus expectativas acerca de nosotros, ser la causa de
preocupación de aquellos a quienes amamos (o sea, ¡tener la “deslealtad” de no
ser felices como ellos esperaban que fuéramos!).
“Ya estoy bien, no se preocupen”,
dice ese rostro con la sonrisa giocondina en pleno duelo, mientras las cejas
denuncian su penar. Lo imperiosamente necesario, como mínimo, es reconocer ante
sí mismo que no es así. Todavía no es así. Y elegir si quiere mantener en
reserva su estado interior, o ver con quiénes compartirlo.
Tal vez quien está en ese momento
atragantado por la tristeza simplemente la oculta: finge. Finge haber superado,
finge sentirse ya saliendo del dolor, o elige vivir sin compartir el dolor que
le atribula. ¿Por qué? Porque le resulta más pesado tener un público afectuoso
que lo que espera es que esté solamente bien, o que ya sea feliz, que por fin
viva en plenitud. Y, honestamente, lo desean porque nos aman; y por la misma
razón se afligen profundamente si nos ven mal. De modo que, para quien está mal
y no puede ante esas circunstancias estar de otra manera, se le suma al peso de
su dolor, el dolor que su dolor produce en quienes quieren que no sienta dolor.
¡Ay, sí, es insostenible!
Quizás a ese sufriente le haya cabido
el rol de ser “la alegría del hogar”, o el de “la persona cultivada
espiritualmente que tiene recursos internos para lo que sea”, o el de “la más
fuerte de la familia, que nunca baja los brazos”. No es raro que quien ocupa
ese espacio internalice que no está bien estar mal, de modo que reprime el
malestar hasta dejarlo comprimido en su pecho, sin legitimarlo como válido (o
sea, asumir que el duelo… duele).
La transformación necesaria en estos
casos va llevando a que la persona se autorice a plantar la bandera de su
soberanía interior, cuya Carta Magna íntima dice entre sus artículos: “También
estará bien estar mal, cuando estar mal sea lo más sano”. De no hacerlo, es posible que en algún
momento la persona explote como una central nuclear. Y una frase que cabe con
esa escena es ésta: “¡¡¡No doy más!!!” Volvamos a leerla: “NO-DOY-MÁS”. Un día
le pedí a una paciente que acababa de decirlo que se detuviera, con un gesto de
mi mano. “Escuchate”, le dije. “Si no das más… ¡no des más! Hasta que vuelvas a
sentirte en condiciones de dar, quizás a las mismas personas, quizás a otras.
Hoy lo que te es necesario es darte vos misma a vos misma».
Cuando una persona es el epicentro de
un evento muy doloroso, necesita saber que quienes están en su entorno
participando, de alguna manera, de su dolor, tienen que hacerse cargo ellos
mismos de lo que ellos mismos sienten. O sea, no es el duelante quien tiene que
consolarlos, sino que cada uno debe tomar su parte de dolor, y resolverla.
Una vez, dando una videoconferencia
sobre duelo y acompañamiento en el Buen Morir, una participante me hizo una
pregunta absolutamente radical; nunca la olvidaré. Ella era especialmente
bella. Contó que tenía 50 años, que era médica, y que tenía una enfermedad
difícil para la cual ya no había tratamiento posible. Su desesperación, dijo,
era la de no poder evitar el dolor que la situación provocaba en sus seres
queridos. Es decir que, aun muriéndose cada día, cargaba con un sufrimiento que
no era justamente ella quien tuviese que resolverlo.
Lo mismo, de otro modo, sucede cuando
alguien decide separarse de una pareja por quien siente un profundo cariño de
amistad, de hermandad. Y, claro, le estará produciendo dolor, porque ese otro
no es quien decide ni desea esa situación. Sin embargo, el hecho es éste: de
los 7.500 millones de personas que habitamos esta tierra, solo hay un habitante
que no podrá ni deberá otorgar consuelo: será ésa que ha decidido separarse. El
único bien que puede brindarle a quien queda solo sin elegirlo, es mantener
distancia total, para que ese otro pueda elaborar el duelo sin generarle
confusión, ambivalencia, esperanza en vano. Es duro… pero es así.
Su primera aparición en America´s Got
Talent deslumbró y emocionó tanto al público como al jurado. Partió demasiado
pronto, pero su voz quedará por siempre. (Foto: AGT).
Cerraría con esto: el pasado 19 de
febrero partió de este mundo una joven de 31 años llamada Jane Kristen
Marczewski, conocida profesionalmente como Nightbirde. El año pasado audicionó
en el certamen de canto de America´s Got Talent, haciendo una canción propia
cuyo título es “It´s ok” (“Está bien”). Desde el jurado quisieron saber de qué
se trataba su canción, y ella explicó que hablaba del último año de su vida. El
diálogo avanzó un poquito más, y aclaró que estuvo lidiando con un cáncer.
Alguien del jurado le preguntó cómo se encontraba en ese momento. Dijo que el
cáncer estaba en su hígado, sus pulmones y su espina dorsal, pero que los
médicos le habían dado 2% de posibilidades de supervivencia. “Y dos por ciento
no es cero por ciento”, enfatizó con una vitalidad increíble. Le resaltaron que
lucía hermosa, con una preciosa sonrisa (rara vez he visto tanta sencilla
belleza). Ella respondió: “Es importante que cada uno sepa que yo soy mucho más
que las cosas malas que me suceden”. Entonces Nightbirde cantó increíblemente
(les adjunto el video para que la disfruten). Y tuvo un año en el que quienes
la escuchamos fuimos acompañándola por Instagram… hasta que partió.
Su canción es un himno a darse
permiso para estar mal, para sentirse perdido, para estar asustado porque la
vida pueda ponerse difícil y uno sienta que ya no tiene dónde esconderse.
Me impacta su modo de decirle al otro
y decir con tanta ternura “está bien”, como golpeando suavecito la espalda de
un bebé, para confortarlo. Por Instagram, luego ella fue compartiendo a diario
sus sentires, aun los más desafiantes: su dolor, su no querer irse, su amor por
todos los que la estaban impregnando de ternura… Honesta y transparente hasta
el final, mostrando su tremenda fortaleza y su absoluta vulnerabilidad. Se fue,
seguramente, sabia: asintiendo al final de su camino aquí y ahora. Y en su corazón
seguro que estaba preparada para decirse a sí misma, a medida que iba dejando
poco a poco su prístino cuerpo: “It´s
ok, it´s ok, it´s ok”. Sintió que contaba con todos los que la amaron y la
aman. Pero, sobre todo, contó consigo misma, su enorme capacidad de, tan joven,
adquirir esa honda sabiduría.
Les dejo aquí la letra en español. Y
me voy palmeándome la espalda con ternura. Puedo no estar bien. Puedo sentirme
perdida. Puedo no dar más. Puedo contar conmigo, inclusive cuando me equivoco o
sufro de más. Y puedo (como se ve en ella ni bien termina su canción, como
sorprendida de lo que acaba de suceder desde sí, separándose del micrófono con
ojos asombrados), está ok también que de mí salga Belleza. Como dicen los
budistas: Maitri: “amistad incondicional consigo mismo”. En la vida, en la
muerte… y más allá. “It’s ok…”.
Me mudé a California en el verano.
Cambié mi nombre pensando que
cambiaría mi mente.
Pensé que todos mis problemas, se
quedarían atrás.
¡Yo era un cartucho de dinamita, y
solo era cuestión de tiempo, sí!
Oh maldición, oh cielos, ahora ya no
puedo esconderme.
Dije que me conocía a mí misma, pero
supongo que mentí.
Está bien, está bien, está bien,
está bien si estás perdido.
Todos estamos un poco perdidos, y
está bien.
Escribí cien páginas, pero las quemé
todas (uh, las quemé todas).
Soplo a través de luces amarillas y no
miro hacia atrás en absoluto
(uh, no miro hacia atrás en
absoluto).
Sí, puedes llamarme imprudente,
soy una bala de cañón (uh, soy una
bala de cañón).
No sé por qué tomo la cuerda floja y
lloro cuando me caigo.
Oh, maldición, oh cielos, ahora ya no
puedo esconderme.
Dije que sabía lo que quería, pero supongo
que mentí.
Está bien, está bien, está bien,
está bien si estás perdido.
Todos estamos un poco perdidos y está
bien
está bien, está bien, está bien, está
bien.
Oh-oh-oh-oh, está bien
Perderse a veces. Está bien…
Virginia Gawel
Fuente: Revista SOPHIA
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